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A Islandia no le toques la moral

El país nórdico celebra este sábado elecciones adelantadas tras el escándalo sobre la carta de recomendación del padre del primer ministro a un pederasta

Belén Domínguez Cebrián
El todavía primer ministro de Islandia, Bjarni Benediktsson, durante una conferencia el 13 de octubre sobre el Ártico en Reikiavik.
El todavía primer ministro de Islandia, Bjarni Benediktsson, durante una conferencia el 13 de octubre sobre el Ártico en Reikiavik. BIRGIR THOR HARDARSON (EFE)

Islandia está sumida en la inestabilidad. Pasada casi una década de la crisis económica que arrastró a la caída de los bancos y a la quiebra del país, llega ahora la tormenta política. El país nórdico, con una población de 320.000 habitantes (casi como la provincia de Córdoba), repetirá en una semana elecciones generales por segunda vez en un año marcado, en esta ocasión no por un asunto puramente legal, sino por un escándalo que afecta a la moral, a la transparencia de la que tanto presume la sociedad. "El sistema político no se ha recuperado después del colapso de los bancos en 2008", explica el sociólogo Helgi Gunnlaugsson. Esta vez, la crisis gubernamental ha venido de la mano de Benedikt Sveinsson, el padre del primer ministro del país, Bjarni Benediktsson (partido Independencia). Benedikt firmó la pasada primavera una carta para restablecer el honor de Hjalti Sigurjón Hauksson, un hombre al que conocía y que había cumplido condena por abusos sexuales continuados a su hijastra menor de edad durante cinco años.

El código penal islandés incluye la posibilidad de restituir el honor de un criminal desde 1940, año en el que Islandia aún estaba bajo dominio danés. Entonces, esta norma, derogada tras el escándalo, tenía el objetivo de devolver el derecho al voto a los condenados. En la actualidad, sin embargo, esta fórmula es utilizada para que un convicto obtenga la restauración de su honor —los antecedentes penales se mantienen— y se pueda integrar en la sociedad. Pero para ello es necesario que tres personas firmen una carta de recomendación que posteriormente sea validada por el titular de Justicia de turno, en este caso, Sigrídur Á. Andersen, y, en una fase final, por el presidente del país (que no pertenece a ningún partido), en la actualidad Guðni Thorlacius Jóhannesson, que ha rehusado atender a este periódico.

Nuevos partidos

B. D. C

En medio de toda esta tormenta política, algunos como el ex primer ministro Sigmundur David Gunnlaugsson (Partido Progreso)— ven en estos cambios la oportunidad de recobrar credibilidad en un país que ya le castigó por su aparición en los Papeles de Panamá. Sigmundur David, tras un año apartado de la vida pública, ha decidido volver al tablero político ultra fragmentado islandés con su nuevo partido: Midflokkurinn (Partido del Centro). "La verdad es que tiene posibilidades", reconoce Björg Eva Erlendsdóttir, secretaria general de la Izquierda Verde que encabeza todas las encuestas.

Otra nueva formación que intentará entrar en el Alþingi (Parlamento) —donde a día de hoy hay siete fuerzas representadas es el Partido Socialista de Islandia (diferente del Partido Socialista Islandés). El pasado 1 de mayo Gunnar Smári Egilsson creó un nuevo socialismo que pretendía recuperar los valores de la sociedad que considera no son defendidos a través de los partidos del establishment. Los expertos y analistas, en cambio, no auguran ningún tipo de recorrido a esta formación.

Björg Eva Erlendsdóttir, secretaria general de la Izquierda Verde, partido que lidera todas las encuestas de cara a los comicios del 28 de octubre, asegura indignada que el Gobierno ha caído por una cuestión "puramente moral". Explica que el hecho de que el padre del primer ministro firmase la carta que restablece el honor de un excriminal es irrelevante. "Es algo que está totalmente dentro de la ley. No hay duda de ello", continúa sin darle un atisbo de importancia. 

Porque lo que ha ahondado en lo más profundo de la conciencia de los islandeses es la "poca transparencia" con la que se ha manejado la cuestión. Islandia ocupa el puesto 14º de los países menos corruptos del mundo, según la ONG con sede en Berlín Transparencia Internacional. "Las autoridades han estado manteniendo la firma casi como un secreto de Estado", detalla Helgi. Un periodista local que ha investigado el caso ha asegurado a este diario que el partido del primer ministro (Partido de la Independencia) era conocedor del caso y lo había escondido. Para Elvira Méndez Pinedo, profesora de Derecho en Reikiavik, este escándalo ha sido "la gota que colma el vaso" y ha servido como pretexto a los miembros minoritarios del Gobierno de coalición (Futuro Brillante y Regeneración) para convocar elecciones anticipadas un año después de los últimos comicios, también precipitados por otro culebrón a nivel mundial.

En octubre de 2016, el entonces primer ministro, Sigmundur David Gunnlaugsson, se vio salpicado por la filtración de los Papeles de Panamá, lo que le convirtió en el primer político del mundo en dimitir y forzar elecciones anticipadas. El país aún no había salido de su control de capitales —lo levantó este año— y otra crisis se cernía sobre la isla nórdica. "La población se siente traicionada [desde los años de la crisis] y los políticos no son capaces de recuperar la confianza de la sociedad", subraya el sociólogo. Lo que explicaría la crisis permanente en la que vive el país.

"Es cierto que la economía se ha recuperado y que Islandia ha gozado de un crecimiento económico jamás visto, pero no ha sido gracias a los partidos políticos", añade el sociólogo. "Este crecimiento se debe a factores externos, principalmente el turismo y las exportaciones de nuestros productos, como el pescado", dice el sociólogo. 

Gunnar Helgi Kristinsson, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Islandia, cree sin embargo que el Ejecutivo islandés se ha roto por su "debilidad", y no sólo por el escándalo moral de la carta de recomendación. “En una coalición algo más estable —por ejemplo con una mayoría más grande o con partidos con más experiencia en la vida política— quizás esto no hubiera desencadenado en la descomposición del Gobierno". 

La inoportuna firma, pues, no solo ha provocado una crisis de Gobierno monumental, sino un debate interno de los valores del país porque ha tocado uno de los nervios más sensibles de la sociedad: la nitidez en la vida pública. “Somos una sociedad que se rige por la transparencia”, sentencia Björg Eva, y la prueba de ello es que, como asegura Helgi, "si esta información [la firma de la carta de recomendación] se hubiera hecho pública desde el principio, este caso no hubiera terminado de esta manera tan dramática...".

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