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La calculada ambigüedad de Corbyn ante el Brexit

Son el pragmatismo y la aritmética electoral, más allá de la escasa convicción personal, los que desaconsejan al líder laborista adoptar una postura clara en el tema europeo

Pablo Guimón
Jeremy Corbyn, durante su discurso en Brighton.
Jeremy Corbyn, durante su discurso en Brighton.PETER NICHOLLS (REUTERS)

En una historia alternativa, más previsible y mucho menos interesante, Jeremy Corbyn estaría aquí, en este pequeño acto celebrado en un decadente hotelito frente al mar en Brighton, lejos del tumulto del auditorio central del congreso anual del laborismo. Si hace dos años no se hubiera convertido inesperadamente en líder, el eterno rebelde del partido, que no ocultó durante décadas su aversión a un proyecto europeo que consideraba un obstáculo para el socialismo, estaría probablemente en este marginal debate de recalcitrantes que defienden desde la izquierda una ruptura radical con la UE. “Cuando estemos fuera y tengamos un Gobierno laborista liderado por mi camarada Jeremy Corbyn, veremos lo que puede ser un Estado Socialdemócrata”, proclama el diputado Kelvin Hopkins, de 76 años.

Resulta que hoy Jeremy Corbyn es el líder del Partido Laborista. El caos en el que el Brexit ha sumido al gobernante partido conservador proporciona al veterano socialista verdaderas opciones de convertirse en primer ministro. Y desde el púlpito del gran auditorio, convertido en lo más parecido a una estrella del rock que ha dado en muchos años la política británica, el líder laborista defiende que el Brexit es “el mayor reto que existe ahora en la política británica”. Y hasta ahí puede leer.

El laborismo de Jeremy Corbyn lleva desde el principio pasando de puntillas sobre el Brexit. La ambigüedad es la única manera de mantener unidos a un partido y un electorado, igual que los de los tories, enormemente divididos. El laborismo debe hacer malabares entre los dos bloques sociales que conforman su electorado: la clase obrera de ciudades pequeñas, recelosa de la inmigración, que apoyó el Brexit; los jóvenes urbanitas, esos que jalean al líder en el festival de Glastonbury, naturalmente europeístas. Abandonar la ambigüedad supondría perder el apoyo de un sector del electorado. “Somos el único partido que puede unir a quienes votaron por el Brexit y quienes votaron por la permanencia”, dijo Corbyn en Brighton. Pero contentar a todos solo se consigue sin decantarse por nada.

Hasta ahora la inconcreción en el Brexit parece haber funcionado. En las elecciones de junio decidieron esquivar el tema en la campaña y, por ello o a pesar de ello, salieron enormemente reforzados. Pero, a medida que avanzan las negociaciones, cada vez es más difícil mantener la ambigüedad.

Lo cierto es que el Partido Laborista necesitaría 64 escaños para obtener la mayoría en las próximas elecciones, y los que tiene más al alcance se dividen, en mitades, entre los que apoyaron la permanencia y los que apoyaron el Brexit.

Quienes defienden que Corbyn debería abrazar sin matices un Brexit suave esgrimen una encuesta reciente, que revela que el 86,7% de los votantes del partido es partidario de que Reino Unido permanezca en el mercado común. El 49%, según la misma encuesta, opina que “definitivamente” debía haber otro referéndum sobre el acuerdo que se alcance con Bruselas.

Los partidarios de que el laborismo no se resista a una salida limpia de la UE, por su parte, recuerdan que dos tercios de los diputados del partido representan a circunscripciones que votaron por el Brexit. También hay quien cree que la UE es un freno para el proyecto de Corbyn y, por tanto, hay que alejarse sin matices. “El Brexit no es un paso decisivo para una democracia socialista pero sí un paso necesario”, sostiene Paul Embery, joven dirigente del poderoso sindicato de bomberos. “La UE es una institución antisocialista. Muchas medidas de nuestro programa sencillamente no podrían ponerse en marcha dentro de la UE”.

El asunto europeo ha sido la única piedra en el zapato de un líder que caminaba a un palmo del suelo por la ciudad costera donde el partido exhibió una insólita unidad a su alrededor. El domingo una treintena de diputados pedía al líder en una carta abierta que convirtiera al laborismo en el partido que defiende el mercado común y la unión aduanera. El mismo día, Momentum, el movimiento popular de apoyo a Corbyn, enviaba un mail a los delegados sugiriéndoles las cuatro mociones que debían proponer para debatir en el congreso. Todas tan relevantes –sanidad, vivienda, asistencia social y nacionalización de los trenes- como carentes de conflicto interno. Nada de Brexit. El congreso se quedaba sin oportunidad de debatir la política oficial del partido sobre el asunto más importante de cuantos afectan al país.

Ante las críticas, el comité ejecutivo introdujo una moción de última hora para permitir a los miembros votar sobre la postura oficial del partido en el Brexit. Pero esta no incluía los dos asuntos que demandan los proeuropeos: la libre circulación de personas y la permanencia en el mercado único. Por descontado, nada sobre la posibilidad de un nuevo referéndum al final del proceso, como sugirió en una entrevista el alcalde de Londres, Sadiq Khan.

La postura oficial, votada por el partido y expresada en Brighton por Corbyn, habla de “permanecer en los términos básicos del mercado único y la unión aduanera durante un limitado periodo transitorio". Más allá del periodo transitorio, que también propone May, el líder laborista habló de “un acceso sin impedimentos al mercado único”, un concepto poco concreto, pero que va un poco más allá de lo expresado por la primera ministra en su reciente discurso de Florencia. Se intuye una estrategia de ofrecer siempre una versión del Brexit ligeramente más suave que la de los tories: así no alienan a nadie, pero siguen siendo la opción lógica, aunque solo sea por descarte, de los proeuropeos.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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