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La oposición en Kenia denuncia un centenar de muertos en la violencia poselectoral

La primera potencia del este de África revive los fantasmas de la violencia interétnica

Dos partidarios del opositor Odinga se enfrentan a la Policía, este sábado en un suburbio de Nairobi.
Dos partidarios del opositor Odinga se enfrentan a la Policía, este sábado en un suburbio de Nairobi.DAI KUROKAWA (EFE)

Al menos 24 personas, según la Comisión Nacional para los Derechos Humanos de Kenia, han fallecido tras los violentos enfrentamientos que han tenido lugar en varios puntos del país desde que se anunció que el presidente Uhuru Kenyatta era el vencedor de las elecciones del pasado día 8. Los partidarios del líder opositor, Raila Odinga, mantienen que los comicios electorales han sido un fraude y que las víctimas mortales superan ya el centenar. El país revive una vez más los fantasmas de la violencia postelectoral de 2007 y 2008, que dejó un balance de más de un millar de muertos. La oposición denuncia al menos un centenar de muertos.

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Nairobi amaneció este sábado en un clima áspero. Eran muchos los que acudían a los vendedores de prensa de la capital keniana para confirmar el peor de los temores: brotes de violencia confirmados en varias partes de la región de Nyanza (Kisumu, Homa Bay, Siaya, Kisii y Nyamira) y en los barrios marginales de Kibera, Kawangware y Mathare, todos ellos feudos en Nairobi de Odinga, que un día antes del anuncio de los resultados oficiales se autoproclamó vencedor.

Su partido, la Súper Alianza Nacional (NASA) cifró este sábado en un centenar los muertos entre la noche del viernes y el sábado, aunque sin revelar la fuente. Mientras el secretario del gabinete del Interior, Fred Matiang'i, negó las acusaciones de brutalidad policial, Otiende Amolo, uno de los parlamentarios de NASA, dijo que tenía evidencias de que los oficiales estaban matando a inocentes kenianos y poniendo sus cuerpos en bolsas de plásticos para depositarlos en lugares desconocidos.

La oposición se enroca

Johnson Muthama, alto responsable también de NASA reiteró que su coalición de partidos no reconoce ni reconocerá la victoria de Kenyatta y que comunicarán en “el momento adecuado la forma en la que llevarán a cabo” sus acciones. Unas afirmaciones que incrementaron la tensión en algunos puntos del país. “Con los informes cada vez más numerosos de las manifestaciones y los disparos en algunas áreas, es importante que las fuerzas de seguridad trabajen para que no se desate aún más la violencia”, explicaba Otsieno Namwaya, investigador para África en Human Right Watch.

Las urnas kenianas, punto de inflexión

Las elecciones históricamente han sido acontecimientos traumáticos para Kenia. Son en gran parte responsables del hecho de que desde la independencia en 1963, la economía del país nunca ha tenido más de cinco años de crecimiento consecutivo por encima del cinco por ciento. Esta tendencia ha sido particularmente evidente desde el multipartidismo en 1992.

Aunque la elección de 2013 fue considerada pacífica, sin embargo más de 150 personas murieron a causa de la violencia en los meses previos a los comicios. En el día de la votación, 13 personas, entre ellas 6 policías y un funcionario electoral, murieron en ataques en la costa índica y al menos otros 5 murieron en protestas tras la sentencia de la Corte Suprema que concedió la presidencia a Uhuru Kenyatta.

Las protestas estallaron tras conocerse que Kenyatta había ganado los comicios presidenciales con un 54,27% de los votos frente al 44,74% de apoyos obtenidos por el líder opositor Odinga. Un reducido grupo de miembros del NASA visitó este sábado los focos calientes de Nairobi para espetar a sus votantes que mantuvieran la calma, al tiempo que mantenían sus acusaciones de fraude hacia el Gobierno.

En el suburbio de Mathare, donde hace unos días murieron dos personas en las primeras manifestaciones, los ánimos continuaban caldeados. Las principales arterias de esta zona de la ciudad aparecían con barricadas tras las que los manifestantes repetían el eslogan de “sin Raila no habrá paz”. Washington, un joven empresario kikuyo (la etnia del presidente) y propietario de una pequeña peluquería, había decidido tapiar su comercio con tablones de madera para evitar posibles represalias.

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