Muere Américo Amorim, el rey del corcho
El hombre más rico de Portugal creó un imperio con la corteza de alcornoque que el mundo despreció
Américo Amorim (Mozelos, 1934) murió la mañana de este jueves en Lisboa después de una larga enfermedad. Era el hombre más rico de Portugal y unos de los 500 más ricos del mundo, con una fortuna que supera los 4.000 millones de euros, toda ella cimentada sobre un producto natural que nadie quería, el corcho.
Recién terminado el curso de Comercio, con 18 años, comenzó a trabajar en el negocio del corcho que la familia tenía en el norte del país desde 1870. Aquella casa que dio origen al imperio del corcho aún recibe hoy a las personalidades que quieren conocer a la saga Amorim.
Junto a sus hermanos creó Corticeira Amorim, germen de una industria casi artesanal. En aquellos años cincuenta y sesenta, España, y concretamente Girona, era líder mundial del sector, muy por delante de Portugal. Era una industria basada únicamente en los tapones de las botellas de vino. La aparición del tapón de plástico, mucho más barato y perfecto para vinos baratos, hundió la industria en los ochenta. Mientras los competidores se desprendían o abandonaban su producción, Amorim apostó por el corcho y fue comprando producción y fábricas, de Extremadura a Girona, principalmente, hasta convertir a Portugal y, en concreto, a su empresa en el líder mundial.
Hoy, la empresa portuguesa vende los corchos que lleva un tercio de los 12.000 millones de botellas que se fabrican en el mundo. Es responsable del 25% de la explotación mundial del corcho y tiene el 35% del mercado del tapón. Sus cifras llevan creciendo seis años seguidos, no tanto por la venta de vino como por las nuevas aplicaciones de la corteza del árbol.
De aquella crisis, Amorim sacó una sentencia que hoy llevan grabada hijos, sobrinos y demás familiares que dirigen distintas ramas de su imperio: "Nunca depender de un solo producto ni de un solo mercado, ni de una sola divisa, ni de un solo cliente". Con los años, el imperio Amorim se ha extendido por los cinco continentes, pero también a sectores de la banca (de Angola a España) y de la energía, pues es principal accionista de Galp, la primera red de estaciones de combustible de Portugal.
Su corcho está hoy presente en lugares tan dispares como los suelos de la Sagrada Familia de Barcelona, en las naves espaciales o en los trenes de alta velocidad. Hoy, gracias a su visión e inversión en investigación, el corcho es ecología, es tecnología, es guay; cork is cool, dice su eslogan. El único que vio el futuro se llamaba Américo.
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