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El fantasma del asesino Igor el Ruso

La policía italiana ha perdido el rastro desde el pasado abril de Igor Vaclavic, autor de tres homicidios y pesadilla de los vecinos de la región de Emilia-Romaña

Daniel Verdú
El asesino Norbert Feher, conocido como Igor el ruso.
El asesino Norbert Feher, conocido como Igor el ruso.

Igor Vaclavic, conocido también como Norbert Feher o, simplemente, como Igor el Ruso, mató a dos personas y se convirtió en un fantasma. El asesino, un exmilitar serbio de 41 años experto en tiro con arco, artes marciales y armas de fuego, llevaba desde 2006 en Italia, cuando fue arrestado y encerrado durante ocho años (le descontaron 21 meses por buena conducta). Salió y volvió a las andadas. Tras participar en un robo con agresión sexual, se dio a la fuga y mató primero al propietario de un bar en Budrio y, días después, a un guardia provincial. Violento, de gatillo fácil y muy escurridizo, se ha esfumado pese a que la policía y los servicios secretos le buscan día y noche desde el pasado abril. Las familias de las víctimas empiezan a desesperarse.

La policía le busca con perros, drones y la ayuda de los servicios secretos. Pero se ha esfumado

La investigaciones revelan que el serbio ha seguido técnicas militares para escabullirse del enorme dispositivo que lo persigue. En algunos casos, los perros han perdido su rastro en los ríos por donde se ha adentrado para ocultar su olor.  La psicosis crece y los vecinos están aterrorizados. Algunos, incluso, le dejan ropa, comida (uno le dejó medio kilo de ragú) y bebida en la puerta de casa para que no les haga nada. Como si un vaso de leche salvase vidas. Muchos dicen que lo han visto: en Cerdeña, Boloña, Nápoles y hasta en Palermo. Incluso un médium se ofreció a la policía para una sesión de espiritismo que diera pistas sobre su paradero. Visto el nerviosismo generalizado y el fracaso policial, el ministro del Interior, Marco Minniti prometió que no descansaría hasta encontrarlo.

La escalada violenta de Igor el Ruso comenzó el pasado 1 de abril, caundo entró en un bar de la pedanía de Riccardina di Budrio, cerca de Bolonia. Sacó un fusil, disparó al aire y amenazó de muerte al dueño si no vaciaba la caja. Había solo unas pocas decenas de euros. Pero el propietario del establecimiento se acercó a él, cogió el cañón del fusil, forcejeó unos segundos y se lo arrebató de un golpe. Poco después, el asesino desenfundó una pistola y lo mató disparándole en el pecho.

El asesino desapareció durante una semana. Pero el 8 de abril, una pareja de guardias provinciales -uno de ellos forestal y desarmado- dio el alto a una Fiat Fiorino blanco robado. El tipo, que iba solo, se bajó del coche, sacó el fusil y le pegó tres tiros a uno y otro al segundo. Uno de ellos, el forestal, murió en el acto. El que más impactos había recibido, quedó malherido en el suelo. Vaclavic abandonó el coche con un kit de primeros auxilios que había robado en un domicilio cercano y huyó corriendo a través del bosque. A partir de aquí comenzó una larga e infructuosa caza y captura por las provincias de Ferrara y Bolonia –se han utlizado miltares, drones y perros rastreadores- que todavía dura.

Algunos vecinos le dejan ropa, comida y bebida para evitar que entre en esus casas a matarles

El rastro del arma utilizada permitió relacionar a Igor el Ruso con otro homicidio cometido en Aguscello, una fracción de Ferrara en abril de 2015. En aquella ocasión, la antigua banda que lideraba Igor asaltó una casa donde vivía Pier Luigi Tartani, un jubilado a quien ataron y mataron de una paliza para robarle sus pertenencias. Entre ellas, había dos fusiles de caza que terminaron en manos del antiguo jefe de la banda, que en esta ocasión no había participado en el asalto.

Los investigadores creen que el serbio no puede haber salido de la zona roja donde le buscan y que tiene algún cómplice que le ayuda a esconderse. Incluso el cura de la cárcel donde estuvo cumpliendo condena, que lo bautizó y con quién tenía fuertes vínculos -sostiene que era un hombre "temeroso de Dios", le pidió que se entregase. Obviamente, el solitario eco de sus palabras todavía resuena en la galería del presidio sin ninguna respuesta.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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