Macron prepara una reforma laboral que marcará el tono de la presidencia
El nuevo presidente recibe a sindicatos y patronal para abordar su primera iniciativa económica, un campo en el que Sarkozy y Hollande fracasaron
Emmanuel Macron comienza a construir el edificio del quinquenato. El nuevo presidente francés abrió el martes el proceso que debe llevar, al final del verano, a adoptar una reforma laboral, piedra angular de su programa para sacar la economía francesa del estancamiento.
Uno a uno, y cara a cara, Macron recibió en el Elíseo a representantes de los sindicatos y la patronal. El éxito o fracaso de la reforma, un intento de agilizar las negociaciones en las empresas y facilitar las contrataciones y los despidos, marcará el tono de los próximos cinco años.
Macron quiere evitar que le ocurra lo mismo que a sus antecesores, Nicolas Sarkozy, y François Hollande, cuyos proyectos de reforma acabaron frustrados por la resistencia en la calle. Cree que, si va rápido y evita quedar atascado en discusiones con los actores sociales, podrá imponer una reforma que enviará un mensaje doble. A los franceses, que el nuevo presidente ha llegado para romper los bloqueos que impiden el cambio. A la Comisión Europea, y en especial a Alemania, que las reformas van en serio y que la canciller Angela Merkel puede contar con la Francia de Macron para relanzar Europa.
Las consultas en el Elíseo son el prólogo. Se trata, para Macron y su primer ministro, Édouard Philippe, de desactivar la oposición sindical, puesto que el proyecto ya cuenta con el respaldo de la Medef, la principal organización patronal. El Gobierno confía en contar con la ayuda del sindicato reformista CFDT, y su objetivo de evitar que los otros dos sindicatos de peso, la CGT y Fuerza Obrera, hagan frente común en contra.
El presidente se siente legitimado por su rotunda victoria electoral el 7 de mayo. Y esgrime otro argumento. Él, al contrario que Hollande, ganó prometiendo la reforma. No escondió las cartas.
La siguiente etapa, tras las consultas con sindicatos y patronal, será obtener el permiso del Parlamento para legislar por la vía rápida de las llamadas ordenanzas. Las ordenanzas no son exactamente decretos, puesto que requieren la aprobación final de los diputados. Pero permiten al Gobierno esquivar los farragosos procedimientos parlamentarios entre la Asamblea Nacional y el Senado.
Un vez establecido el texto, este irá al Parlamento, sin posibilidad de enmienda, para que lo ratifique o rechace. El éxito de la vía rápida dependerá del resultado de las elecciones legislativas de junio. Sólo si el partido del presidente obtiene la mayoría, la reforma podrá aprobarse tal como lo prevé Macron. En caso contrario, el calendario podría retrasarse.
La reforma desarrolla la controvertida ley El Khomri, adoptada el año pasado con el presidente socialista Hollande y bautizada con el nombre de la ministra de Trabajo, Myriam El Khomri. También retoma elementos de llamada ley Macron, de 2015, preparada por el propio Macron, entonces ministro de Economía. No existe por ahora una propuesta formal para la nueva ley, pero de acuerdo con el programa electoral de Macron y filtraciones y declaraciones recientes, constará de tres partes:
1. En las negociaciones sobre las condiciones laborales o los salarios, otorgará prioridad a los acuerdos alcanzados dentro de las empresas entre propietarios y empleados, por encima de los acuerdos sectoriales. Podrá someter estos acuerdos a referéndum, dentro de la empresa.
2. Establecerá un mínimo y un máximo a las indemnizaciones por despidos "sin causa real ni seria". El máximo dará seguridad a las empresas sobre el coste de los despidos y así incentivar las contrataciones.
3. Fusionará las distintas instancias representativas de los trabajadores en las empresas.
No es una revolución, pero sí la primera prueba sobre la efectividad del nuevo presidente ante uno de los problemas más graves que afronta, y por el que se le juzgará, un desempleo que hoy afecta al 9,6% de la población activa. Y las reformas no acaban aquí. De las rebajas fiscales para empresas a las inversiones en formación profesional, de la extensión del seguro de desempleo a la remodelación del sistema de jubilaciones, el plan Macron responde a la ambición de transformar una economía que a veces se ha dado por irreformable. La ley laboral es el primer paso.
Vuelve el ‘Estado-bombero’
Emmanuel Macron y sus ministros llegan al poder con la reputación de ser liberales que acabarán con el intervencionismo estatal en la economía francesa. Los primeros pasos obligan a matizar la percepción. En menos de una semana como ministro de Economía, Bruno Le Maire ya ha actuado para rescatar a dos empresas en dificultades.
Primero fue Arc International, el fabricante de cristalería de la región Norte-Pas de Calais. Le Maire, el más significativo de los ministros procedentes de la derecha, se desplazó el viernes a la sede de la fábrica para anunciar inversiones de una empresa rusa y otra estadounidense que permitirán salvar momentáneamente cinco mil empleos.
La segunda intervención llegó el fin de semana, cuando Le Maire instó a Renault y PSA (el grupo propietario de Peugeot y Citroen), de los que el Estado es accionista, a aumentar los pedidos a GM&S, un proveedor en peligro de supervivencia.
El diario progresista Libération habla del "retorno del Estado-bombero": los poderes públicos que actúan como apagafuegos. En el económico Les Échos, el columnista liberal Gaspard Koenig lamenta "las derivas del Estado accionista", dividido entre el interés de sus accionistas —los contribuyentes— y el interés político de Macron y su equipo gubernamental.
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