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Un ciberataque contra Macron enrarece las cruciales elecciones de Francia

El candidato centrista y Marine Le Pen chocan con visiones antagónicas en un voto con efectos globales

Marc Bassets

Es el colofón a una campaña atípica, llena de escándalos y giros inesperados, una elección genuinamente francesa y al mismo tiempo global, una especie de reedición del choque del Brexit y Donald Trump. La publicación de correos electrónicos robados de En Marche!, el partido del candidato centrista Emmanuel Macron, enrarece la votación del domingo en la que Macron se disputa la presidencia de Francia con Marine Pen, líder del partido ultra Frente Nacional. Macron es el favorito. La operación es similar a la que golpeó a la candidata demócrata Hillary Clinton en las elecciones estadounidenses de noviembre y pudo contribuir a la victoria del republicano Trump. Como en EE UU, los franceses eligen entre dos programas antagónicos, que conducen a Francia, y sus socios europeos, por sendas opuestas.

Emmanuel Macron y Marine Le Pen, candidatos a la presidencia francesa
Emmanuel Macron y Marine Le Pen, candidatos a la presidencia francesaERIC FEFERBERG JOEL SAGET (AFP)

Si era necesario recordar que las elecciones francesas son globales, y que la que el 7 de mayo se juega en Francia tendrá ecos más allá de sus fronteras, ahí está la “acción de pirateo masiva y coordinada” que el viernes por la noche denunció En Marche! Poco antes, habían empezado a difundirse en foros de internet y en las redes sociales informaciones internas del partido en forma de correos electrónicos, contratos y documentos contables.

Durante todos los meses de larga campaña Francia había temido una operación de este tipo. Como Clinton, Macron aboga por mantener la política exterior vigorosa ante la Rusia de Vladímir Putin. Como Trump —o como mínimo, el Trump de la campaña—, Le Pen se declara cercana a Putin y aboga por un giro en la política exterior francesa para acomodar los intereses rusos.

No hay prueba sobre la autoría el ciberataque que llevó a la difusión masiva de documentos a menos de 48 horas de las elecciones, pero tampoco es la primera agresión que sufre En Marche! Algunos expertos han apuntado a grupos rusos —los mismos que el año pasado robaron y difundieron correos de la campaña de Clinton— como responsables de la acción.

En Marche! aseguraba que estos ataques habían sido infructuosos, que las medidas preventivas habían sido efectivas. Hasta ahora. El ciberataque que denuncia el partido de Macron, ocurrido unas semanas antes, permitió a los piratas hacerse con correos privados y profesionales de militantes y dirigentes de la campaña. Algunos documentos publicados son falsos "para sembrar la duda y la desinformación”, según un comunicado, que habla de “una desestabilización democrática, como se vio en Estados Unidos durante la última campaña presidencial”. El presidente François Hollande prometió que el ataque no quedaría sin respuesta.

Que los documentos se publicasen unos minutos antes del final oficial de la campaña y del inicio del silencio impuesto por la jornada de reflexión añade confusión. Impide a los candidatos reaccionar —aunque algunos de sus colaboradores lo hicieron— pero limita el impacto en el resultado. No hay tiempo material para examinar la veracidad de los archivos ni el valor informativo.

"No creo en lo más mínimo que este hecho [el llamado Macronleaks] tenga un impacto", dijo el sábado Frédéric Dabi, del instituto de sondeos Ifop. “Sea lo que sea lo que [Macron] haya hecho, o lo que hayan escondido, no es a 24 horas de las elecciones que van a cambiar nada”, dijo a un grupo de corresponsales Jean Messiha, coordinador de la campaña de Le Pen.

La Comisión Nacional de Control de la Campaña Electoral en Francia avisó de las posibles consecuencias penales por difundir datos robados fraudulentos. Los medios de comunicación franceses dieron una cobertura modesta de la operación, lo que dificulta su repercusión en la decisión de los electores.

El efecto puede ser otro. Primero, sembrar dudas sobre la honestidad de Macron si sale elegido presidente. Y segundo, embarrar la campaña para las elecciones legislativas de junio, en las que el nuevo jefe de Estado buscará una mayoría para gobernar.

Macron y Le Pen se clasificaron para la segunda vuelta tras ser los candidatos más votados en la primera, el 23 de abril. Los sondeos para la segunda vuelta son tajantes. Todos, unánimemente, prevén una victoria rotunda de Macron sobre Le Pen. La ventaja varía entre los 18 y los 26 puntos porcentuales, fuera de cualquier margen de error. En privado, responsables del Frente Nacional de Le Pen admiten que la victoria es casi imposible y que lo decisivo es saber si su candidata podrá alcanzar la barra del 40% de votos. En 2002, su padre, Jean-Marie Le Pen, logró un 18% de votos.

La elección se plantea como un referéndum múltiple. Es un referéndum sobre Europa y el euro, una segunda vuelta de referéndum sobre la Constitución europea de 2005, que ganó el no. Le Pen propone en su programa una salida de la UE y del euro para regresar al franco, posición que suavizó en el tramo final de la campaña. Macron promueve una mayor integración europea a partir de un relanzamiento de la alianza franco-alemán, que fue el motor de la construcción comunitaria desde su fundación tras la Segunda Guerra Mundial. Los franceses tendrán hoy dos opciones muy contrastadas: UE y euro, sí o no.

Pero no es tan sencillo. A este referéndum se superpone otro: Frente Nacional, sí o no. El Frente Nacional, pese al proceso de desdemonización de los últimos años bajo el liderazgo de Marine Le Pen, sigue siendo un partido paria para muchos franceses, de izquierdas y derechas. Su nombre —el del partido y el de la propia Le Pen— arrastra el estigma de las tradiciones más tenebrosas de la derecha europea del siglo XX. Habrá euroescépticos que votarían a un candidato contrario a la UE pero nunca a Le Pen, por todo lo que conlleva su propuesta.

Pocas veces las opciones son tan nítidas, tan distintas. En economía, un partidario de una socialdemocracia con acentos liberales, al estilo de la tercera vía de Tony Blair o Gerhard Schröder, frente a una defensora del intervencionismo económico del estado, la reducción de la edad de jubilación y dejar intacto el estado del bienestar. En inmigración, la defensa de una Francia cerrada a la inmigración y el cierre de fronteras frente a la Francia diversa y abierta al mundo. El nacionalismo frente al patriotismo, en palabras de Macron. O, según la terminología de Le Pen, el soberanismo frente al globalismo.

Uno de los dos gobernará Francia —sexta economía del mundo, potencia nuclear, miembro del Consejo de Seguridad de la ONU— en los próximos cinco años. Si algo tiene en común, es que han hecho saltar por los aires el viejo bipartidismo francés. Por primera vez en la V República, este domingo los franceses no tendrán en las papeletas a ninguno de los dos grandes partidos —el centroizquierda socialista y la derecha de tradición gaullista— hasta ahora hegemónicos.

Macron y Le Pen son candidatos con partidos débiles, construidos a su medida. Ambos confirman la idea que el general De Gaulle, refundador de la Francia moderna, se hacía de la elección presidencial: “El encuentro entre un hombre y un pueblo”. La liturgia —pese a los hackers, pese a las redes sociales, pese a la globalización— no ha variado. Francia, cara a cara consigo misma, y ante el mundo.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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