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El ‘hacker’ que vendía en la web profunda falsas amenazas de bomba

Un adolescente autista propagó desde Israel 2.000 avisos de atentados, la mayoría de perfil antisemita. Recaudó 500.000 dólares

Juan Carlos Sanz
Michael Ron David Kadar, acusado de lanzar 2.000 amenazas a través de Internet, ante un tribunal israelí en marzo.
Michael Ron David Kadar, acusado de lanzar 2.000 amenazas a través de Internet, ante un tribunal israelí en marzo.Baz Ratner (REUTERS)

A Michael Ron David Kadar la vida no le había sonreído. Aquejado de profundo autismo y con un tumor cerebral diagnosticado, sus palabras estaban marcadas desde la niñez por un defecto en el habla. Aun así, intentó sacarle partido a su destino. Nació en Estados Unidos, pero sus padres le llevaron a Israel al cumplir los cinco años. Se mudaron a Ashkelon, una ciudad portuaria que nadie recuerda salvo cuando caen los cohetes Qassam desde la vecina franja de Gaza o los guías turísticos glosan la figura bíblica de Sansón.

Kadar no conocía a casi nadie. No fue al colegio ni al instituto. Se libró también del servicio militar, obligatorio en el Estado hebreo. Fue educado en casa por sus padres —un israelí y una norteamericana de quienes heredó ambos pasaportes–, como si fuera un ser monstruoso que la familia quisiera ocultar. Pasaba el día entero con sus ordenadores. Hasta que se convirtió en un experto informático, un hacker global, un explorador de la Web Oscura: las profundidades de Internet adonde los buscadores nunca llevan.

Fue detenido hace un mes, cumplidos ya los 18 años, por la brigada de cibercrímenes de la policía de Israel. El FBI le pisaba las talones desde semanas atrás. Era el principal sospechoso de la creciente ola de amenazas lanzadas contra instituciones judías en EE UU desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

La conmoción social generada por el arresto de un muchacho hebreo acusado de delitos de odio religioso y antisemitismo se vio aliviada cuando su abogado y sus familiares detallaron el precario estado de su salud mental. Israel y Estados Unidos, sus dos patrias, parecían dispuestas a dar carpetazo judicial al caso y abrirle un expediente psiquiátrico.

Alertó de que un vuelo de El Al se iba a estrellar deliberadamente. La falsa advertencia provocó el despegue de emergencia de cazas franceses y suizos con orden de derribar el aparato

No estaba tan desvalido. Los pliegos de cargos presentados por los investigadores policiales ante un juzgado de distrito de Tel Aviv —donde le imputaron más de 2.000 ciberdelitos— y sendos tribunales federales de Florida y Georgia han dejado al descubierto las huellas que dejó. Kadar llevaba un dietario de sus actividades en una memoria externa. Conservaba las grabaciones de sus conversaciones. Archivaba las noticias publicadas sobre las consecuencias de sus intimidaciones en la sociedad y en los servicios de seguridad.

El joven operaba como un extorsionador a sueldo a escala global que cobraba en bitcoins, la moneda digital anónima que no deja rastro. Los agentes que le detuvieron en su domicilio de Ashkelon —donde manejaba cinco computadoras y una antena wifi de largo alcance, así como programas de manipulación de la voz y aplicaciones para suplantar la personalidad— se incautaron de un botín equivalente a medio millón de dólares en la criptodivisa virtual. Los obtuvo durante dos años de chantajes a través de la Red en Estados Unidos, Reino Unido, Noruega, Dinamarca, Australia y Nueva Zelanda.

Había comenzado practicando el swatting (de SWAT, unidades policiales de élite, broma consistente en llamar a servicios de emergencia para alertar de una incidencia falsa) al amparo de sus varias identidades de impostor digital. A partir de 2015 comenzó a rentabilizar su afición a la Web Oscura. Ofrecía sus servicios como extorsionista y ciberacosador al tiempo que traficaba con pasaportes, visados y documentos de identidad falsos. También pasaba drogas en línea y coleccionaba material de pornografía infantil.

Era aficionado a utilizar la expresión “baño de sangre” como un sello personal en sus misivas y conversaciones, pero lo que más le gustaba era sembrar el pánico. “A un gran número de niños judíos les va a estallar la cabeza a causa de la metralla”, llegó a amenazar a los responsables de una escuela. Obligó a evacuar colegios, aeropuertos, centros comerciales, comisarías… en medio de ingentes despliegues de las fuerzas de seguridad.

Sabía adónde dirigir sus intimidaciones. Alertó de que un vuelo de la compañía israelí El Al se iba a estrellar deliberadamente contra zonas habitadas en Europa. La falsa advertencia provocó el despegue de emergencia de cazas franceses y suizos sobre el espacio aéreo helvético. Tenían orden de derribar el aparato en caso necesario.

Sus servicios podían consultarse en la Web Oscura. “Amenaza de masacre a domicilio: 40 dólares”. “Advertencia de matanza en una escuela: 80 dólares”

Otra de sus llamadas afectó a un aeropuerto canadiense. Obligó a desembarcar a través de las rampas de evacuación a los pasajeros de una aeronave comercial, varios de los cuales resultaron heridas. Incluso el avión oficial de un equipo de la NBA, el de los Celtics de Boston, estuvo en su punto de mira el pasado mes de diciembre cuando trasladaba a los jugadores.

Las tarifas de sus servicios podían consultarse en la Web Oscura. “Amenaza de masacre a domicilio: 40 dólares”. “Advertencia de matanza en una escuela: 80 dólares”. Una alerta de bomba a bordo de un avión en vuelo ascendía a 500 dólares. A los clientes les ofrecía también, a cambio de un suplemento, una intimidación personalizada en lugar de la fórmula estándar.

La espiral de extorsiones llegó a alcanzar al senador republicano en la legislatura del Estado de Delaware Ernesto López, quien había denunciado en público la ola de amenazas contra instituciones judías. Exigió al parlamentario estatal sucesivos pagos en bitcoins bajo un inquietante método de coacción: ordenar en la Red la compra de drogas para que le fueran enviadas a su domicilio.

Uno de los principales grupos de presión judíos, la Liga Antidifamación, ha informado de que los incidentes contra instituciones judías aumentaron un 86% en EE UU durante el primer trimestre de este año. En su mayoría fueron atribuidos al auge del racismo de los denominados individuos blancos supremacistas. Medios de comunicación israelíes y estadounidenses se interrogaron entonces sobre los orígenes de un fenómeno de antisemitismo que coincidía con el inicio del mandato el presidente Trump.

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Entre el 1 de enero y el 23 de marzo, cuando fue detenido, Kadar efectuó 245 llamadas de intimidación, casi todas a centros sociales y colegios de la comunidad judía norteamericana. La fiscalía israelí pide diez años de cárcel para el chantajista, que era menor de edad cuando se efectuaron la mayor parte de las amenazas. Entre otros cargos, se le imputa también blanqueo de dinero por el cobro no declarado en moneda virtual. La alternativa a la cárcel en Israel es una improbable extradición a Estados Unidos.

Autista profundo y con presuntos trastornos de conducta derivados del agravamiento de su tumor cerebral, el muchacho de Ashkelon que solo se relacionaba con sus ordenadores articuló una trama de pavorosa eficacia. Lo constata uno de los casos extraídos de la lista de cargos formulados en su contra. Un estudiante contactó con Kadar desde Estados Unidos. Estaba desesperado. Tenía un examen ese mismo día y no lo había preparado. Le sacó en el acto del apuro. Telefoneó desde Israel con una terrible advertencia y el instituto fue desalojado.

Las llamadas acabaron siendo su perdición. A pesar de los avanzados programas que enmascaraban su voz, no pudo ocultar indefinidamente su identidad. Después de haber seguido su pista por medio mundo, los investigadores del FBI sometieron las grabaciones a sucesivos filtrados digitales hasta que pudieron reconocer con claridad el inconfundible defecto de pronunciación del extorsionador de la Web Oscura que cobraba en bitcoins.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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