“La política de drogas en Bogotá no piensa en los jóvenes”
Los líderes de Échele cabeza, una iniciativa para reducir el riesgo tras el consumo, reclaman enfoques más allá de la prevención
Entre los años 2010 y 2015 (último reporte oficial) disminuyeron los intoxicados por consumo de drogas en Bogotá. En un solo indicador: mientras en el 2013, 87 personas fueron atendidas por los servicios de urgencias tras inhalar solventes, dos años más tarde, la cifra apenas llegaba a 50. Los datos, suministrados por el Ministerio de Salud, son presentados por Julián Quintero y Vanessa Morris. Un par de sociólogos que piden al gobierno local políticas que vayan más allá de la prevención. Su experiencia les ha demostrado, con cifras, que trabajar en la mitigación de daños funciona. Desde el año 2008 se instalaron, con la iniciativa Échele cabeza, en festivales de música y entre los grupos de Hip Hop del sur de Bogotá para hablar de drogas, de las que se consumen en los barrios, sobre las que los jóvenes tienen mil preguntas.
“Desafortunadamente politizaron el tema en la ciudad, como si su abordaje dependiera de una posición de izquierdas o derechas. Parece que la política de drogas en Bogotá no piensa en los jóvenes", dice Quintero. El proyecto que lidera desapareció de los programas del Distrito con la actual administración (Enrique Peñalosa), que ha optado por un modelo enfocado más en la prevención y el tratamiento. “Se está asumiendo desde una lógica muy conservadora, pensando ingenuamente que es algo que se pueda afrontar con policías”, asegura el sociólogo, que llevó el año pasado la experiencia de su trabajo en la capital de Colombia a un panel en la mesa de la ONU sobre drogas y salud.
Quintero argumenta, basado en datos oficiales, que el 2015 fue uno de los años con menos muertos por consumo en Bogotá. Se presentaron cuatro casos en una ciudad en donde 268.000 habitantes reconocen que usan alguna sustancia ilícita. Aunque admiten la importancia de las campañas de prevención, ven con preocupación lo que ha dispuesto la actual administración para tratar el tema. Con perros antinarcóticos rondando por las escuelas, cámaras de seguridad y uniformados, el gobierno local parece haberse lanzado, por igual, a la caza de expendedores y consumidores. “Sentimos un retroceso en la forma cómo se abarca en la política pública actual".
ELPAÍS intentó conocer en detalle los planes dispuestos por la Secretaría de Salud local, pero no obtuvo respuesta. “No decimos que se deba enseñar a consumir, se trata de ver qué efectos tiene la droga y cómo se relaciona con quien la usa. Hay mucho desconocimiento de los jóvenes sobre lo que consumen”, dice Vanessa. Según un sondeo realizado en agosto de 2016 por la corporación Atención Técnica Social, liderada por estos jóvenes, el 83% de los entrevistados dice no haber consumido la sustancia cuando, tras un análisis, el resultado de su calidad fue negativo. “Con la cocaína pasa mucho. Es una de las drogas más sucias y adulteradas. La advertencia es que no se use. Muchos siguen el consejo y la tiran”, asegura Vanessa.
Según el Estudio de consumo de sustancias en Bogotá (2016) hubo un incremento en el consumo de cocaína, que pasó del 2.4% en 2009 al 4.3% en 2016. También aumentó el uso de tranquilizantes sin prescripción médica, de 0.2% a 0.5 y creció el número de personas que alguna vez ha usado inhalantes. De 0.5% subió a 1.4%. El documento destaca el aumento significativo del consumo global de drogas ilícitas. “Eso quiere decir que los programas de prevención no están siendo efectivos y además, se están dejando atrás los de mitigación de daño”, dicen los líderes de Échele cabeza, cuyo debate también aboga por la regulación moderada por parte del Estado, enmarcada dentro de un proceso pedagógico.
El colectivo sigue trabajando, aunque su campo de acción se ha limitado al ámbito privado. Una situación que les preocupa. Sienten que los jóvenes habitantes de las zonas marginadas no están recibiendo suficiente información sobre lo que consumen. Según el estudio de drogas de la ciudad, la población que más usa sustancias ilícitas pertenece al estrato 1, con el 6.2%, seguido del estrato 2, con 5.6%. Las dos franjas más humildes de la población.
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