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Francia se arma para proteger a los animales… en los mataderos

Los vídeos sobre matarifes violentos fuerzan la instalación obligatoria de cámaras en los degolladeros

Carlos Yárnoz

La hipocresía humana está superando estos meses en Francia todos los récords mundiales. “Respeta a los animales”, dice un gran cartel en el matadero Guy Harang de Yvelines, al oeste de París. El país que duplica el consumo medio de carne en el mundo —86 kilos por persona al año—, elabora ahora la legislación más dura para proteger a los animales cuando son llevados en masa a la muerte.

Un hombre aplica descargas eléctricas a un cerdo para llevarlo al matadero.
Un hombre aplica descargas eléctricas a un cerdo para llevarlo al matadero.L214

El año que viene, los 960 mataderos del país deberán tener instaladas cámaras de vídeo para controlar que sufren lo justo los tres millones de vacas, cerdos, ovejas o pollos que son descuartizados cada día en esas industrias de las que no queremos saber ni siquiera que existen. La asociación francesa L214 se encarga desde hace dos años de que lo sepamos, con los más crudos detalles.

L214 difunde periódicamente vídeos tomados con cámaras ocultas en esos centros de masivo aniquilamiento animal. El último, el pasado viernes día 17. Es en ese matadero de Yvelines, donde se observa cómo un empleado da tremendos golpes a los cerdos y les aplica descargas eléctricas en las zonas más sensibles para hacerles avanzar entre gritos desgarradores hacia el degolladero.

Increíblemente, se trata del primer matadero que, de forma voluntaria, se ha adelantado a la ley y ha instalado cámaras. Pero las grabaciones solo las puede ver el propietario del local. L214 ha conseguido sus imágenes de nuevo con cámaras ocultas.

El testimonio ha sido solo una muestra más y no de las peores. El programa Envoyé Special, de France 2, difundió el jueves día 16 en hora de máxima audiencia los más terribles vídeos de la asociación, creada hace ocho años por una pareja de veganos. Ovejas descuartizadas vivas o golpeadas con mazas en la cabeza, pollos colgados de las patas a un ritmo de 30 por minuto antes de ser degollados, vacas colgadas de una pata…

El vídeo más impactante fue filmado por Mauricio García-Pereira, un trabajador del matadero —la palabra lo dice todo— de Limoges. Arrepentido, grabó el descuartizamiento de vacas con fetos en su interior, en algunos casos a punto de nacer. “¿Cómo se puede seguir haciendo eso? Nos hemos vuelto locos. ¿Cómo puedo explicar esto a mis hijos?”, cuenta García-Pereira, de origen español, que ahora tiene problemas físicos y psicológicos por su pasado laboral.

"Nos hemos vuelto locos. ¿Cómo puedo explicar esto a mis hijos?”, se pregunta un matarife

Problemas similares tienen otros empleados a los que millones de internautas han visto golpeando, torturando, matando animales. “¿Ese es tu trabajo, papá?”, dice uno de los filmados que le preguntó su hija tras verlo en un vídeo. “Me pasaba todo el día llorando”.

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“Nos miran como asesinos”, dice un matarife de Autun llamado Marc. “¿Qué es lo más duro de su trabajo?”, le preguntaban en el reportaje. “Ver a los animales cómo llegan aquí para morir”. Muchos empleados ocultan a sus amigos e incluso a sus familias dónde trabajan. Tras difundirse el vídeo de García-Pereira, el propietario del matadero de Limoges recibió decenas de amenazas contra él y su familia.

El matadero donde estaba Marc decidió contratar a una psicóloga. Los matarifes, descubrió ella, “desarrollan un mecanismo de autoprotección frente al sufrimiento de los animales”. Los empleados, dicen los expertos, no son culpables, salvo excepciones. Son también víctimas del sistema, de la hipocresía general, por un sueldo medio de 1.500 euros al mes por largas jornadas de pie entre gritos de los animales, nauseabundos olores, tripas, sangre, humedad, frío…y violencia en grado máximo en esta industria de la muerte.

Eso han entendido también los diputados, que acaban de aprobar la ley “relativa al respeto de los animales en el matadero” tras medio año de una comisión de investigación por la que han pasado desde matarifes hasta consumidores y los dirigentes de L214, que tiene 25 empleados y 21.000 socios.

Los legisladores han tenido en cuenta que someten a los empleados de mataderos a una estrecha vigilancia que roza sus derechos de privacidad y de imagen. La norma, que aún debe pasar por el Senado, dice: “La finalidad exclusiva de la instalación de cámaras es la protección animal”...allá donde los matamos a mansalva.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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