Así es el entramado de empresas de Donald Trump
El magnate estadounidense ha dejado la gestión de su emporio en manos de sus hijos
La lista de empresas, acuerdos comerciales, valores en bolsa, préstamos de instituciones bancarias, los cargos privados que ocupa y el número de conflictos de intereses en los que puede verse implicado el presidente electo Donald Trump carece de precedentes en Estados Unidos. Para evitar problemas éticos y legales, Trump anunció la semana pasada que abandonará la dirección de sus empresas para cederlas a sus dos hijos varones, Don Jr. y Eric Trump. La solución que defendió su abogada, sin embargo, no evitará que esta red de compañías que abarca desde negocios inmobiliarios, hoteles hasta resorts con campos de golf se vea envuelta en un conflicto entre los intereses comerciales del futuro presidente y los del país que dirige.
Casi una veintena de las compañías creadas por Trump en los últimos años operan en el extranjero. El presidente electo ha anunciado que congelará todos los acuerdos comerciales en el exterior mientras lidera la Casa Blanca, pero esto no despeja el camino de conflictos éticos: las compañías que gestionan desde ahora sus hijos llevan el apellido de un conocido empresario estadounidense que resulta ser también el presidente de ese país. Trump puede verse obligado a demostrar que cualquier medida que apruebe su gobierno con consecuencias en el exterior, y que afecte a una de las naciones donde cuenta con empresas, nunca pone sus intereses personales por delante de los de la seguridad o la economía de EE UU.
Trump ha invertido en una cartera de valores en Bolsa que incluye a la mayoría de las grandes empresas de EE UU. Esta circunstancia, habitual para tantos otros empresarios, puede colocarse en el centro de los problemas de Trump porque hasta el momento no ha publicado sus declaraciones de impuestos —“solo le interesa a los periodistas”, dijo hace unos días— por lo que se desconocen los beneficios que ha podido recibir de estas inversiones.
El pasado mes de diciembre, su equipo debió aclarar si había vendido, por ejemplo, las acciones que poseía en Boeing tras recomendar que el gobierno no renueve el contrato de nuevos aviones Air Force One, encargados de trasladar al presidente en sus viajes, y que fabrica esta compañía. Cada decisión que tome Trump desde la Casa Blanca en materia de impuestos, aranceles o acuerdos comerciales puede chocar así con su interés particular en inversiones realizadas en el pasado.
Los presidentes de EE UU tienen prohibido recibir regalos de gobiernos extranjeros que puedan ser interpretados como sobornos. Esta es la ley que más problemas puede presentar para Trump porque posee préstamos concedidos por bancos extranjeros como Deutsche Bank, el mayor prestamista de sus empresas. Esta institución, además, negocia en la actualidad con el Departamento de Justicia una sanción por su papel en la burbuja inmobiliaria. El fiscal general de Trump será el encargado de resolver este caso, que quedará sin cerrar por la Administración Obama.
Otro de sus prestamistas internacionales es el Banco de China y, según reveló The New York Times, la institución concedió un préstamo de 950 millones de dólares (unos 884,5 millones de euros) para realizar un proyecto a un grupo de empresas, entre ellas una propiedad de Trump, que recibió el 30% de ese dinero. La ley estadounidense prohíbe que cualquier empleado federal —incluidos los presidentes— reciban regalos de gobiernos extranjeros, y Trump podría chocar con la legislación si una de sus empresas es destinataria de este tipo de préstamos mientras él ocupa la Casa Blanca.
Trump ha cedido todos los cargos que ocupaba en sus más de 500 empresas a sus dos hijos, que ya ocupaban sendos puestos de responsabilidad en las compañías. Una de ellas es la que gestiona el Trump International Hotel en Washington. El presidente electo anunció que, para evitar conflictos de intereses y para que cualquier estancia de un gobernante extranjero en sus instalaciones sea interpretada como un regalo o soborno, todos esos beneficios serán donados a las arcas del Tesoro de EE UU. El hotel puede representar otro problema: Trump firmó para su gestión un acuerdo con el Gobierno federal, dueño del edificio por tratarse de un enclave histórico. Ahora el empresario, como presidente, podrá revisar las condiciones de ese contrato consigo mismo.
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