Donald Trump busca un equilibrio entre gestos populistas y pragmatismo
El presidente electo rebaja algunas promesas pero mantiene la agresividad en las redes
El republicano Donald Trump da sus primeros pasos en Washington sin tener un programa definido ni una idea clara de con quién y cómo gobernará. Desde que hace una semana derrotase en las elecciones a la demócrata Hillary Clinton, envía señales ambiguas. En sus primeros nombramientos ha buscado complacer al mismo tiempo al establishment que tanto denostó y a los populistas que modelaron su campaña. Trump ha rebajado algunas de sus promesas, pero ha mantenido su agresividad en las redes contra los medios de comunicación.
Trump empieza a topar con los límites del poder, pero no quiere dejar de ser el showman de la telerrealidad y magnate inmobiliario que ganó las elecciones presidenciales del 8 de noviembre con una retórica incendiaria y un olfato afinado para captar el malestar de una parte de Estados Unidos. El 20 de enero, jurará el cargo y sucederá a Barack Obama en la Casa Blanca.
Su victoria dejó a medio país en estado de conmoción, a algunos inmigrantes y extranjeros sumidos en la inquietud, y al propio Trump poco preparado para asumir su nuevo oficio. Esta semana se ha esforzado por ofrecer una imagen más presidencial, incluso magnánima, con elogios a su rival y al presidente Obama. Al mismo tiempo, no ha aparcado los impulsos vengativos o la arrogancia que exhibió en campaña. El diario The New York Times fue el domingo objeto de una serie de mensajes en Twitter insólitos en un presidente electo.
La incógnita en Washington, y en las capitales del mundo que observan con atención cada movimiento, es cómo será el Trump presidente. Existe un deseo, en una parte del establishment, de normalizarlo, y asumir que será el presidente de todos, pasar página y cruzar los dedos para que encierre en un armario los rasgos más abruptos de su personalidad y de su programa. Pero cualquier intento de homologarlo choca con la realidad de su trayectoria a la Casa Blanca, jaleada por mensajes de odio, opacidad total respecto a sus negocios privados, denuncias de abusos sexuales, o el papel no del todo aclarado de la Rusia de Vladímir Putin en la campaña. Nadie cambia a los 70 años y el carácter de Trump ha variado poco a lo largo de su vida.
Los dos primeros nombramientos son un reflejo de la ambigüedad, del deseo de trabajar con el Partido Republicano sin olvidar a las bases populistas que contribuyeron a su éxito electoral. Trump nombró el domingo jefe de gabinete a Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, y a Steve Bannon, presidente de su campaña electoral y exjefe de la web derechista Breitbart News, estratega jefe y consejero sénior de la Casa Blanca.
Priebus y Bannon
Priebus es un miembro eminente de las élites de Washington, conectado con la mayoría republicana del Congreso a la que Trump necesitará para gobernar. Es el hombre que puede guiarle en los laberínticos pasillos del poder. Bannon es la antítesis: un empresario de la derecha mediática que se mueve al filo de algunas ideologías que proliferaban en los márgenes del ágora americana. Su nombramiento ha provocado las condenas de grupos como la Liga Antidifamación, que combate el antisemitismo y el racismo. Han elogiado la decisión desde el Partido Nazi de EE UU al exjefe del Ku Klux Klan, David Duke.
Los planes para mantener parte de la reforma sanitaria de Barack Obama, que en campaña prometió abolir, o la idea de que partes del muro en la frontera con México sean una valla, uno de los eslóganes, indican que Trump no podrá hacer todo lo que se proponía. Aunque los republicanos disfrutan del control de ambas Cámaras del Capitolio, y pronto pueden tener mayoría en el Tribunal Supremo, la realidad del proceso legislativo es distinta de la de una campaña.
Otro problema que deberá resolver en las próximas semanas es el de los conflictos de intereses entre su imperio empresarial y su cargo como presidente. Trump quiere colocar a sus hijos al frente de las empresas, pero al mismo tiempo ocupan cargos relevantes en el equipo de transición que debe preparar el nuevo gobierno.
En su primera entrevista televisiva, concedida el domingo a la cadena CBS, hubo un momento en que se evidenció esta ambivalencia. “Parad”, dijo Trump con solemnidad, mirando a la cámara, a quienes estos días, envalentonados por su victoria, perpetran actos de acoso a las minorías. Pero unos minutos después añadió que estos episodios probablemente han sido exagerados por la prensa.
Las protestas en varias ciudades auguran una presidencia complicada. La elección ha dejado el país dividido y crispado. Las heridas tardarán en curar.
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