Asia sopesa su futura relación con la Casa Blanca de Trump
China, que puede beneficiarse del resultado, felicita al vencedor electoral
Asia trata de hacerse a la idea de un Estados Unidos con Donald Trump como presidente. El drástico relevo en la Casa Blanca, de un demócrata que giró su política exterior a la región a un republicano que aboga por el aislacionismo, promete causar un profundo impacto en el equilibrio estratégico y económico de la región.
Trump, que a diferencia de Barack Obama tendrá el respaldo de un Congreso de sólida mayoría republicana, se opone a iniciativas clave de su predecesor para la región, como el TPP, el ambicioso tratado que crea un área de libre comercio en ambas orillas del Pacífico. En sus declaraciones durante la campaña se ha declarado también partidario de que Japón corra con los gastos de la protección militar que le proporciona EEUU, e incluso se ha declarado dispuesto a compartir hamburguesas con el líder supremo norcoreano, Kim Jong-un.
China, la segunda economía del mundo, le ha merecido una atención especial. Le ha acusado, junto a India, de arrebatar puestos de trabajo a los obreros estadounidenses; ha asegurado que le adjudicará el estatus de nación manipuladora de su divisa, algo que acarrearía la imposición de sanciones; ha amenazado con imponer aranceles del 45% a sus productos.
En su reacción oficial, Pekín ha puesto cara de póker. El presidente chino, Xi Jinping, ha declarado en su felicitación al ganador su interés en “colaborar con usted y abrazar (los principios de) el respeto mutuo, la no confrontación y el no conflicto”.
Sin embargo, Pekín ha sido la gran beneficiada de las elecciones estadounidenses. En el terreno interno, la áspera campaña electoral ha servido para legitimar ante sus ciudadanos el sistema de selección de los líderes chinos, nombrados por consenso interno del Partido Comunista. Los medios de comunicación estatales han publicado numerosos comentarios enfatizando los defectos del sistema americano: “la democracia es la perdedora en las elecciones estadounidenses”, titulaba este miércoles un editorial del periódico China Daily.
En el terreno geopolítico, una Casa Blanca más volcada hacia adentro y menos curtida en asuntos internacionales puede crear menos obstáculos a la influencia de Pekín en la región y a sus reclamaciones de soberanía en los mares del sur y este de China.
Las críticas de Washington a la política interna ya han impulsado al presidente filipino, Rodrigo Duterte, a acercarse a Pekín, después de que Manila fuera el principal apoyo de EEUU en el sureste asiático. Malasia puede seguir el ejemplo de su vecino. Ante la posibilidad de quedarse solo frente a China, Vietnam puede replantearse su incipiente aproximación a la órbita de su antiguo enemigo de guerra. Taiwán, que siempre ha contado con el Gobierno de EEUU como su gran defensor frente al gigante chino, puede verse menos respaldada precisamente cuando China aumenta la presión sobre el Gobierno de Tsai Ing-wen, partidario de una mayor distancia frente a Pekín.
En el cálculo chino entra también la valoración de Trump como empresario. “Muchos creen que quizá será más amistoso hacia China porque es un hombre de negocios y por tanto adoptará una actitud más pragmática” y menos insistente en cuestiones que desagradan a Pekín como los derechos humanos, apunta Jia Qingguo, decano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Pekín.
Ese pragmatismo, calculan, podría extenderse a la relación económica. China es el principal socio comercial estadounidense, con un 15,4% del intercambio de EEUU, y ambas economías son mutuamente dependientes.
Si China no ve con malos ojos el triunfo de Trump, otro Gobierno en la región, el filipino, ha sido francamente entusiasta con los resultados. Después de meses de arremetidas casi diarias contra la Administración Obama -muy crítica con la violenta campaña contra la droga del presidente Duterte-, Manila se ha apresurado a enviar una “calurosa felicitación” al presidente electo y a declarar su intención de intensificar los lazos con la próxima Casa Blanca.
En el otro extremo se sitúan Corea del Sur y Japón, los dos principales aliados de Estados Unidos en Asia. Ambos países convocaron sendas reuniones de sus consejos de seguridad nacional, para analizar las repercusiones geopolíticas y las económicas, respectivamente, del resultado electoral. Japón es una de las grandes economías que respalda el TPP, un pacto que junto a su equivalente transatlántico, el TIPP, “pase lo que pase, están acabados”, según apunta en una nota Neil Shearing, economista jefe para Mercados Emergentes de Capital Economics.
Al enviar sus felicitaciones, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, no dejó de remarcar que “la estabilidad de la región de Asia Pacífico, la fuerza conductora de la economía global, genera paz y prosperidad a Estados Unidos”. Durante la campaña, Trump llegó a sugerir que este país, de Constitución pacifista, debería contar con sus propias bombas nucleares.
En Seúl, el gobierno surcoreano, en medio de una fuerte crisis por las acusaciones de amiguismo contra la presidenta Park Geun-hye, ha opinado que Trump mantendrá invariable la política contra el programa nuclear de Corea del Norte. "Trump ha indicado que el principal problema que afronta el mundo es la amenaza nuclear”, ha declarado el ministro de Exteriores surcoreano, Yun Byung-se.
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