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Las propuestas de Clinton y Trump

Los programas de la candidata demócrata y del republicano en economía, política exterior y asuntos sociales

Un trabajador coloca una bandera de EE UU.
Un trabajador coloca una bandera de EE UU.AFP

EL PROGRAMA DE LA DEMÓCRATA

Continuismo respecto a Obama con leve viraje a la izquierda

Hillary Clinton.
Hillary Clinton.AFP

Las propuestas de Hillary Clinton ofrecen continuidad respecto a las del Gobierno de Barack Obama. Pero incluyen un viraje a la izquierda en algunos asuntos para contentar a las bases del Partido Demócrata que apoyaron al senador Bernie Sanders, el rival de la candidata en las primarias. Clinton, que suele ser acusada de una retórica demasiado técnica, cuenta con un detallado programa de Gobierno. El republicano Donald Trump apenas ha detallado propuestas concretas, lo que ha alterado los planes de Clinton de entrar en un debate a fondo sobre estrategias.

Economía. Los discursos proteccionistas de Trump y Sanders han obligado a Clinton a rebajar su entusiasmo por el libre comercio y alejarse de posiciones que había apoyado en el pasado. La demócrata se opone ahora al tratado de libre comercio entre Estados Unidos y 11 países del Pacífico (TPP, por sus siglas en inglés) porque esgrime que no incluye suficientes protecciones a los trabajadores estadounidenses que puedan verse afectados por la rebaja de aranceles. Como secretaria de Estado de Obama, entre 2009 y 2013, Clinton defendía con entusiasmo el TPP. Clinton aboga por una subida del sueldo mínimo federal de los 7,25 dólares por hora actuales a 12 dólares, con la posibilidad de que cada Estado lo incremente más. El ala más izquierdista del partido defiende un aumento hasta los 15 dólares. Obama ha abogado por un ascenso hasta los 10 dólares. Es decir, la candidata se sitúa a medio camino. El aumento salarial se ha convertido en una bandera electoral de los demócratas ante la acuciante desigualdad de ingresos en EE UU. Pero el dominio republicano del Congreso ha impedido el avance de cualquier propuesta en este sentido.

Política exterior. Clinton formula una política exterior más robusta que la de Obama, pero también ofrece continuismo. No es un secreto que, como secretaria de Estado, la candidata defendía una estrategia más intervencionista. Clinton ha sugerido que usaría más músculo militar en la campaña contra el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), pero, igual que Obama y buena parte de la opinión pública estadounidense, rechaza un despliegue masivo de tropas.

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Con su rechazo al TPP, han crecido las voces que cuestionan si Clinton mantendría el viraje geopolítico hacia Asia promovido por Obama. La candidata apoyó con reservas el acuerdo sobre el programa nuclear iraní, por lo que es posible que eleve el tono hacia el régimen de Teherán si se convierte en presidenta.

Asuntos sociales. El continuismo con Obama es patente en asuntos sociales, como la defensa del matrimonio igualitario y del derecho al aborto, o la apuesta por endurecer el acceso a las armas. En otros, como la reforma sanitaria y la regularización de migrantes indocumentados, la candidata demócrata promete ir más allá que el presidente.

Clinton propone que las matrículas universitarias sean gratuitas en universidades públicas para familias que ganen hasta 125.000 dólares al año. También apoya la propuesta de Obama de hacer gratuitas determinadas diplomaturas. El incremento de la deuda universitaria se ha afianzado en el debate político.

EL PROGRAMA DEL REPUBLICANO

Recetas conservadoras clásicas del partido y medidas rompedoras

Donald Trump.
Donald Trump.Reuters

Como verso suelto en el universo conservador, las propuestas de Donald Trump suponen una combinación inaudita: recetas clásicas del Partido Republicano con otras que rompen con dogmas de la formación, se asemejan más al Partido Demócrata o conectan con el extremismo de derechas.

Economía. El magnate de hoteles y casinos atribuye al libre comercio la pérdida de empleos por deslocalizaciones y un supuesto declive de Estados Unidos. El republicano se opone al tratado de libre comercio entre Estados Unidos y 11 países del Pacífico (TPP, por sus siglas en inglés), y al que mantiene con México y Canadá (NAFTA en inglés). Promete renegociar los acuerdos y frenar la llegada de productos extranjeros mediante la imposición de un arancel del 45% a todas las importaciones de China y del 35% a la mayoría de importaciones de México. Propone castigar, sin ofrecer más detalles, a las empresas que trasladen su producción fuera de Estados Unidos. Aboga por aumentar la inversión en infraestructuras, lo que choca con el consenso republicano de evitar un Gobierno expansivo. Al mismo tiempo, Trump abraza dos posiciones clásicas republicanas: propone rebajar impuestos y recela de una subida del sueldo mínimo.

Política exterior. La misma ambivalencia existe en este apartado. El multimillonario neoyorquino defiende una estrategia más agresiva, reforzando el gasto militar, por ejemplo en la lucha contra el Estado Islámico. A la vez, aboga por un EE UU más aislacionista en la arena internacional, cuestionando su papel como policía del mundo, en línea con la cautela exterior del presidente Barack Obama. Pero el candidato va más allá y rompe con los consensos de ambos partidos al cuestionar el compromiso de Estados Unidos con la cláusula de defensa colectiva de la OTAN y la no proliferación nuclear en Asia, y al mostrarse cercano al presidente ruso Vladímir Putin. Trump también apoya el uso de la tortura contra sospechosos de terrorismo, lo que supone un retorno al discurso del miedo imperante tras el 11-S.

Asuntos sociales. Trump respalda algunas ideas de los republicanos, como la oposición feroz a la reforma sanitaria de Obama, la defensa del derecho a portar armas o el cuestionamiento del impacto del cambio climático. Pero evita adoptar un discurso beligerante en contra del matrimonio igualitario o el aborto. El republicano abraza las tesis más extremistas del partido en inmigración, el hilo conductor de su campaña, alegando que hay que restringirla porque supone una amenaza a la seguridad del país. Propone construir un muro en la frontera con México, que asegura pagaría el país vecino, deportar a los 11 millones de indocumentados que se calcula hay en EE UU e imponer una prohibición a la entrada de personas musulmanas a Estados Unidos como solución para minimizar la amenaza yihadista.

Trump se ha mostrado firme en su discurso de ley y orden en inmigración, pero ha evitado explicar cómo lo ejecutaría. Ha mostrado algunos indicios de que sería pragmático, por ejemplo insinuando que no impondría restricciones a los inmigrantes altamente cualificados y que podría suavizar la prohibición a inmigrantes musulmanes.

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