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Los presos en EE UU se rebelan por sus condiciones laborales

Los internos reclaman una paga justa por el trabajo que hacen en las prisiones y para compañías privadas

Centro penitenciario de San Quentin, California
Centro penitenciario de San Quentin, CaliforniaEric Risberg (AP)

Los presos están en huelga por las cárceles de Estados Unidos. El pasado viernes empezaron a coordinar un plante para protestar por lo que califican como una “forma de esclavitud moderna”, fruto de las reglas que rigen la economía del sistema de prisiones en la mayor potencia carcelaria del planeta. Los internos ganan por su trabajo, de acuerdo con la autoridad que regula las cárceles, es de entre 12 y 40 centavos por hora en las prisiones federales. En Texas, Arkansas y Georgia las labores encomendadas ni siquiera se remuneran.

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Con la protesta, coordinada a escala nacional por Incarcerated Workers Organizing Committee, los presos reclaman “una compensación justa” por un trabajo que, dicen, enriquece a las grandes compañías privadas. La fecha que eligieron para hacer oír sus derechos desde el otro lado del muro no era causal. La huelga arrancó en el 45º aniversario de la insurrección de Attica, el mayor motín carcelario de EEUU, ocurrido en 1971.

En esta ocasión participaron presos de 40 centros penitenciarios en 24 estados. “No los pueden hacer funcionar sin nosotros”, asegura la organización. De los 2,4 millones de personas entre rejas en EEUU, trabajan unos 900.000 que son “médicamente aptos”. Suelen ejercer de pintores, fontaneros o servir comidas en las cárceles aunque ello no implica reducción de la condena; no trabajar les conllevaría represalias.

Si la población reclusa fuera una empresa, contaría con una plantilla próxima a los 900.000 asalariados. El tamaño se acercaría al de la cadena comercial Walmart, el mayor empleador privado del país. Gran parte del trabajo lo desempeñan para las mismas prisiones en las que están recluidos. Pero hay empresas, como la propia Walmart, Verizon, McDonalds o Starbucks, que también los contratan.

“El sistema se enriquece del trabajo gratis de los presos”, denuncian desde Free Alabama Movement, “y lo hacen en nombre del crimen”. La protesta busca generar la misma solidaridad entre los ciudadanos que la revuelta de Attica. Como en 1971, los presos denuncian los largos periodos de aislamiento, el acceso inadecuado a la salud, la superpoblación, los ataques violentos y las condiciones laborales.

Redes sociales

La coordinación de esta huelga nacional de presos fue posible gracias las nuevas tecnologías de comunicación que están al alcance de los reclusos. Aunque el uso de teléfonos móviles está prohibido en el interior de los centros penitenciarios, estos dispositivos se cuelan entre los muros a través de las redes de contrabando. Los familiares y amigos apoyan desde fuera utilizando Facebook y YouTube.

El grado de seguimiento de la convocatoria se desconoce, porque los gestores de las prisiones evitaron informar sobre el alcance de la misma. Sí trascendió que la protesta continuó durante el fin de semana y que en correccionales como el de Holman (Alabama) los funcionarios tuvieron que asumir algunas funciones de los presos mientras en Kinross (Michigan) 400 reclusos marcharon por el interior del centro.

No es la primera revuelta de este tipo que se vive durante los últimos meses en Estados Unidos, y tampoco será la última. Hubo una en abril en Texas y le siguió un mes después otra en Alabama. Los presos también se rebelaron en Michigan la pasada primavera en respuesta a la mala calidad de la comida que se sirve en las prisiones, tras la decisión del gobernador Ryck Snyder de privatizar ese servicio.

Incluso los grupos sindicales que representan a los guardias de prisiones, como la AFSCME, se muestran preocupados por la situación en las cárceles. Consideran que una cosa es que tras ser sentenciados, estos criminales pierdan gran parte de sus derechos como ciudadanos. Pero otra distinta es que los pierdan todos. El descontento, además, hace su trabajo más peligroso.

Problema masivo

Los organizadores de la protesta insisten que no hay que ser activista o tener un familiar o un conocido entre rejas para entender que esta situación es consecuencia de que EE UU tiene un problema inmenso que no deja de crecer. Sus presos representan una cuarta parte de la población reclusa en todo el mundo. Eso, como señala la Prison Policy Iniciative, equivale a 716 personas encarceladas por cada 100.000 habitantes.

Es una proporción 4,5 veces superior a la media mundial y que triplica la de México. Las estadísticas revelan, además, que 36 de los 50 Estados de EEUU tienen más presos per cápita que Ruanda, que es el segundo país en la clasificación. Por debajo del país africano, quedan Nueva York (casi 500 presos por 100.000 habitantes) o Arizona, que tiene 70.000 personas entre rejas, las mismas que España; la diferencia es que tiene 6,6 millones de habitantes.

Con estas cifras colosales, no es una sorpresa que la factura de la gestión de las cárceles sea desorbitada para el contribuyente. El coste medio por preso asciende a 31.300 dólares anuales, según los datos más recientes de Vera Institute for Justice. En Estados como el de Nueva York se duplica y se dispara hasta los 168.000 dólares en el caso de las prisiones que operan en ciudad de los rascacielos.

El National Freedom Movement ha elaborado una propuesta legislativa para corregir los problemas derivados de la masificación de las prisiones, que se entregó ya al Legislativo en Alabama para mejorar las condiciones de los presos. El boom de las prisiones, como lamentan las diferentes organizaciones envueltas en la movilización, se come el dinero que normalmente debería ir a servicios sociales y educación.

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