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Duelo, dudas y desconcierto tras el tiroteo de tres policías en Baton Rouge

El asesinato de tres policías conmociona a una ciudad que no había asimilado aún la muerte de un negro desarmado a manos de agentes

Oficiales de policía en una vigilia por los agentes asesinados en Baton Rouge, el domingo.Vídeo: JEFF DUBINSKY
Silvia Ayuso

Baton Rouge ha dormido mal esta noche de domingo a lunes. Las carreras, cortes de tráfico y constantes sirenas de coches patrulla y ambulancias que acudieron en auxilio de los seis policías tiroteados por un hombre a primera hora de la mañana ya se habían apagado con la puesta de sol. Pero el dolor, las dudas y el desconcierto por la muerte de tres de los agentes atacados desvelaron a muchos en una ciudad que vive desde hace casi dos semanas en tensión constante por otra muerte: la de Alton Sterling, un afroamericano de 37 años contra el que dispararon los policías que lo habían detenido pese a que no iba armado y ya había sido reducido.

La policía levantó el cerco durante la tarde en el área donde el agresor, identificado como Gavin Long, un veterano afroamericano que vivía en Kansas City, mató a tres agentes y dejó heridos a otros tres, uno de ellos de gravedad.

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Pasada la medianoche, solo unas furgonetas de televisión aparcadas en la zona revelaban dónde se había producido el ataque, entre un establecimiento de salud y belleza y una gasolinera situados en un área comercial en las afueras de Baton Rouge, llena de restaurantes de comida rápida y concesionarios de coches. A poco más de un kilómetro de distancia, el cuartel general de la policía, donde se concentraron las protestas por la muerte de Sterling las dos últimas semanas, permanecía vallado —como ha estado desde el inicio de las manifestaciones— y fuertemente vigilado por policías armados hasta los dientes y protegidos con casco y chaleco antibalas.

Unas precauciones innecesarias, al menos esta última jornada. “Desde el tiroteo, todo ha estado pacífico”, contaba Charles, dependiente de una tienda 24 horas próxima a la comisaría. Nada que ver con el ambiente hasta hace poco, aseguró. “En los últimos días fue mucho más agresivo”, explica este afroamericano que ronda la cincuentena. Con un suspiro, agrega: “Espero que las cosas se calmen. Tenemos que aprender a convivir”.

Aunque cada vez se conocen más detalles del tirador, Gavin Long, que cumplió 29 años el mismo día en que perpetró el ataque contra los policías antes de morir abatido, perduran muchas dudas. Una, especialmente inquietante: ¿se ha convertido Baton Rouge en un nuevo Dallas? Aunque cada vez hay más indicios que apuntan a ello, las autoridades no han querido confirmar por el momento si Long actuó motivado por el odio como Micah Johnson, el joven negro que hace diez días disparó en esa ciudad contra la policía texana que custodiaba una manifestación y que reconoció antes de ser neutralizado por las fuerzas de seguridad que tenía el objetivo de matar agentes blancos, en venganza por la brutalidad policial contra las minorías.

Se espera que la investigación en marcha arroje en las próximas horas y días algo más de luz sobre este aspecto. Sea cual sea el resultado, Baton Rouge ha quedado ya marcado.

Viejas tensiones

Porque Baton Rouge no es una ciudad tranquila. Los problemas de esta sureña urbe en la que más de la mitad de sus 230.000 habitantes son negros vienen de largo. En 2015 se registraron 60 homicidios, 98 violaciones y 809 robos, lo que la convierte en una de las ciudades de su tamaño con mayor tasa de crímenes violentos de Estados Unidos, según estadísticas oficiales.

Tampoco son nuevas las tensiones raciales y los enfrentamientos con la policía, pese a que desde 1980 se viene haciendo un esfuerzo por aumentar el reclutamiento de miembros de minorías en las fuerzas del orden. Pero quizás no se ha hecho lo suficiente. En la actualidad, solo el 30% de los agentes son negros, una tasa muy por debajo de la proporción de población afroamericana en la ciudad.

Las minorías son “muy recelosas ante la policía y a menudo la temen”, dijo a la agencia Reuters Michele Forunet, una conocida abogada criminalista de Baton Rouge.

La tensión que llevaba tiempo bullendo volvió a estallar a comienzos de mes, cuando Sterling, un padre de familia de 37 años, murió a manos de la policía que lo arrestó frente a una tienda ante la que vendía CDs. Su familia lo enterró el sábado, un día antes del ataque contra la policía.

En las dos últimas semanas se habían sucedido las manifestaciones por la muerte de Sterling ante el cuartel general de la policía cerca del cual se produjo el fatal tiroteo del domingo. Ni siquiera la rápida intervención del Departamento de Justicia, que ordenó abrir una investigación, aplacó las protestas. Estas dejaron un centenar de detenidos y agentes crispados por toda la ciudad, especialmente entre aquellos policías pertenecientes a las mismas minorías que acusan a sus colegas de discriminación racial.

Montrell Jackson con su hijo, en una fotografía hecha por su esposa hace unos meses.
Montrell Jackson con su hijo, en una fotografía hecha por su esposa hace unos meses.AP

Uno de ellos era Montrell Jackson, una de las víctimas mortales del tiroteo del domingo. En medio de las protestas por la muerte de Sterling y la de Philando Castile un día más tarde en Minnesota, que recrudecieron las protestas de Baton Rouge, Jackson asistió atónito al asesinato de cinco de sus colegas en Dallas que protegían una manifestación parecida a las que él había presenciado en su ciudad. Antes de ser abatido, el atacante, Micah Johnson, aseguró que su intención había sido matar a agentes blancos.

“Estoy cansado física y emocionalmente”, reconocía Jackson en su cuenta de Facebook el 8 de julio, horas después de la matanza de Dallas. Como seguramente muchos de sus colegas afroamericanos, sufría por partida doble con las tensiones entre las minorías y la policía que no ha hecho más que arreciar desde la muerte del adolescente negro Michael Brown en Ferguson (Misuri) dos años atrás. “Cuando estoy con el uniforme, recibo desagradables miradas de odio, y cuando no lo llevo algunos me consideran una amenaza”, lamentó en la red social. Con su muerte, pasa a engrosar la larga lista de víctimas de una tensión racial que el país no parece capaz de superar.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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