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El UKIP busca su razón de ser tras el ‘Brexit’

La alegría cunde en Clacton, el bastión del UKIP, que votó abrumadoramente a favor de la salida de la UE

Ana Carbajosa
Nigel Farage, el líder del independentista UKIP, durante su comparecencia tras conocer los resultados del 'Brexit'.
Nigel Farage, el líder del independentista UKIP, durante su comparecencia tras conocer los resultados del 'Brexit'.TOBY MELVILLE (REUTERS)

Clacton-On-Sea hizo historia cuando Douglas Carswell se convirtió hace dos años en el primer representante del UKIP en el Parlamento. Esta ciudad de la costa este de Inglaterra es un retiro dorado de jubilados y un bastión del UKIP, el partido de Nigel Farage y sin el cual, no habría habido referéndum británico para salir de la UE. La victoria del Brexit es el triunfo indiscutible del UKIP, que ha conseguido inocular su eurofobia al centro político y social del país. Pero su éxito puede ser a la vez su fracaso. Han logrado su objetivo, pero pueden haber perdido su razón de ser.

Bastones, andadores y sillas de ruedas con motor ayudan en su marcha a los jubilados de pelo plateado que hoy han salido en masa a disfrutar del buen tiempo y del coro de veteranos que actúa en la playa. Entonan Message in a bottle de los Police, con tanto acierto como entusiasmo por parte del público. Un tercio de los habitantes de Clacton son jubilados, el grupo de población que el pasado jueves acudió en masa a las urnas para pedir la salida de la Unión Europa y que constituyen el sustento del UKIP, un partido que en las europeas de 2004 fue el partido más votado y el año pasado en las generales quedó tercero con 3,8 millones de votos y siempre de la mano de Farage y con la promesa de liberar a los británicos del yugo bruselense. Su capacidad para atraer votantes y marcar la agenda contrasta con su presencia en el Parlamento donde debido al sistema de reparto de escaños, solo tiene un representante, Carswell.

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En Clacton, el Brexit ganó por un 69,5% a la permanencia (frente al 51,9% de media). Sus jubilados dicen no reconocer su país y se dejan invadir por una nostalgia de tiempos pasados, que tiñe de negatividad su presente. Los jóvenes les acusan de hipotecar su futuro, pero son esos mismos jóvenes, los que el día 23 arrastraron los pies y votaron en una proporción mucho menor que sus mayores. “Mi hija dice que tiene miedo y me echa la bronca por haber votado Brexit, pero nosotros nos lo podemos permitir, tenemos la vida solucionada”, reconoce Carol Rugg una jubilada que camina por la calle principal de Clacton, atestada de casas de apuestas y de locales con máquinas tragaperras. “Estamos felices. No va a ser tan terrible como lo pintan”.

Por lo demás, Clacton es carne de servicios sociales, un lugar a cuyos habitantes no les ha tratado tan bien la vida. Cuerpos engordados, dentaduras desiguales y rostros marcados por años de consumo diario de alcohol componen el paisaje humano. En una terraza de grandes mesas de madera maciza que miran al mar, se pone en marcha el ventilador de argumentos, tópicos y por qué no, también mentiras que mantienen viva la indignación de los parroquianos, pinta de cerveza negra mediante y que resultan un calco del ideario del UKIP. “Los musulmanes quieren que todas las mujeres llevemos velo por la calle”. “En este país cabe una cantidad limitada de personas”. “Queremos que nos devuelvan nuestra democracia”. “Queremos que los polacos y los rumanos dejen de aprovecharse de nuestros servicios sociales”.

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En la calle es fácil toparse con votantes de UKIP. Unos dicen que el suyo es un voto contra el establishment londinense, otros que aspiran a frenar la llegada de inmigrantes, pero sobre todo, abundan los que votan a Carswell más que al UKIP, que aquí arrasó con un 60% de votos en las elecciones. Este joven político desertó del partido conservador en 2014 y se convirtió en símbolo del tirón del UKIP. Carswell goza de gran popularidad entre sus vecinos, que le consideran un hombre competente. “Aquí la gente ha votado a la persona no al partido”, asegura Barry Crutchfieod, un ingeniero informático jubilado y emigrado de Londres que en Clacton-On-Sea vive “como de vacaciones todo el año”.

Farage, un antiguo broker de la City que ejerce de tipo campechano y Carswell, un conservador sofisticado y atento son dos personalidades opuestas, que no ocultan su desprecio mutuo. El último encontronazo se produjo el día después del referéndum, cuando en la BBC Carswell criticó que Farage se dedicara a incendiar el ánimo de los británicos con consignas xenófobas. “Así no se ganan elecciones”, dijo además de considerarlo “moralmente equivocado”. Farage se vio apartado de la campaña oficial del Brexit, que huía de la imagen extremista del líder de UKIP. Aún así, ha logrado ser el rostro del referéndum y su gran ganador. Con el objetivo cumplido, su vida política después del Brexit está plagada de interrogantes.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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