Nos llegó la hora de cambiar
Como dijo el presidente Santos, Colombia comienza a “vivir sin guerra”
El acuerdo logrado sobre el punto del fin del conflicto y firmado en La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC con la presencia y compromiso de Ban Ki Moon como verificador del desarme de la guerrilla a partir del Día de la firma del acuerdo definitivo y hasta por 180 días (D+180) y del cese bilateral el fuego, una vez Naciones Unidas garantice la verificación del mismo en máximo 45, implica que Colombia dio un vuelco de 180 grados: se proscribe el uso de las armas en la política.
Ese #UltimoDíadelaGuerra que acuñó el gobierno en las redes y al que se unió la propia guerrilla marca el comienzo de un país cuyos líderes de los sectores públicos y privados también ahora tienen que abandonar el clientelismo, la corrupción, y tomar las medidas definitivas para construir una democracia respetable que impida el regreso de la violencia.
Luego de 4 años de negociaciones y un equipo encabezado por Humberto de la Calle y el Alto Comisionado para la Paz Sergio Jaramillo, además del papel absolutamente indispensable de los generales Mora, Florez y Naranjo y recientemente de la canciller María Angela Holguín, entre tantos otros protagonismos, unos bullosos y otros anónimos, se llegó a un logro superior y es el silencio de los fusiles que se propuso el presidente Santos.
Mil y una veces en estos años la oposición al proceso dijo que las FARC no entregarían las armas
Y lo dice la propia guerrilla que ha marcado a mi generación y a muchas otras por una violencia que arrojaba una cifra de muertos cada día como si se tratara de una estadística más con la respectiva degradación que implica acostumbrarse a la sangre, a los huérfanos, al dolor y que también le sirvió de justificación a otros para crear sus ejércitos de asesinos ideológicos, que aún hoy a pesar de este sueño que empieza a hacerse realidad, quieren sostener.
El presidente Juan Manuel Santos pudo por fin decirle al mundo que “Nos llegó la hora de vivir sin guerra” y eso significa un desafío enorme pero no solo para el gobierno, es también una responsabilidad mayor para cada uno de los ciudadanos colombianos, los medios de comunicación, los jueces y educadores que deben tener la capacidad de responder qué significa lo acordado desde ya aunque aún falten varios puntos por resolver. Ahora sí hay claridades, respuestas, y decisiones que acaban con los mitos y desarman las mentiras.
Lo acordado es el desarme de la guerrilla, los procedimientos y mecanismos de verificación tripartido con representantes del gobierno, las FARC y un componente internacional no armado de la ONU en 23 zonas veredales transitorias de normalización y 8 campamentos a los que los guerrilleros llegarán por rutas preestablecidas, y cuyos límites corresponderán a los de las veredas, aunque en algunos casos podrán ser ampliados o reducidos. 60 miembros de las FARC estarán habilitados para movilizarse por el país para cumplir tareas del acuerdo. Así también en cada zona habrá 10 autorizados para movilizarse a nivel municipal y departamental. Y desarmados. No habrá proselitismo armado.
Frente a otras dudas sobre que si las FARC podrán hacer política en las zonas, la respuesta es No. La población civil tampoco podrán ingresar y quienes salgan tendrán que hacerlo de civil y sin armas Allí se coordinarán actividades productivas y de nivelación de educación primaria, secundaria o técnica y jornadas de atención en salud y cedulación. Habrá una zona de seguridad donde no podrán estar miembros de la fuerza pública, ni de la guerrilla y tendrá un ancho de un kilómetro su alrededor.
Mil y una veces en estos años la oposición al proceso dijo que las FARC no entregarían las armas. Sí lo harán y a las Naciones Unidas que usará una parte para la construcción de tres monumentos. El día D+60 las armas ya serán almacenadas en contenedores monitoreados por la misión de la ONU. El día D+180 finaliza el proceso de extracción de armas de las FARC en las zonas donde estarán ubicados y ese mismo día se da por terminado el cese el fuego bilateral y definitivo.
Y es también ese día cuando el gobierno habrá tenido que demostrar su capacidad para cumplir con lo suyo: el fortalecimiento y no debilitamiento de las Fuerzas Militares, la persecución y juzgamientos de las bandas criminales, la conversión de las economías ilegales en robustas, la necesaria inversión y modernización de nuestro sector agropecuario, la oxigenación de la democracia nacional y regional que solo será posible con una renovación de élites y liderazgos.
Las FARC aceptaron incluso y por fin que lo que se ha venido negociando en La Habana tenga una refrendación ciudadana y lo hacen reconociendo a la Corte Constitucional en lo que diga sobre el mecanismo en estudio. Se somete a las reglas del Estado contra el cual se levantaron y aceptan su juzgamiento.
Todos los procesos implican concesiones. Mayores o menores. Algunas muy difíciles de asimilar por quienes jamás han empuñado un arma y es por eso que esa justicia especial para la paz será de ahora en adelante la llamada a demostrar que los delitos se pagan, la verdad se premia y la reparación se obliga. Solo así todo habrá valido la pena.
Diana Calderon es directora de informativos y de @hora20 de Caracol Radio Colombia. Twitter @dianacalderonf
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