Esperando a Erdogan en Gaza
El deterioro de la vida cotidiana en la Franja amenaza con desatar un nuevo choque entre Hamás e Israel. El acercamiento de Netanyahu a Turquía puede aliviar el bloqueo
“Se llama Aziz y tiene cuatro meses. Su padre aún no le conoce”, presenta Imán, de 28 años, a su bebé, adormilado en la última escala del paso fronterizo de Rafah, antes de entrar a Egipto para poder reunirse con su marido en Abu Dhabi. Sonríe; desde hace seis meses, cuando vino a visitar a sus padres antes de dar a luz, se encontraba atrapada en Gaza junto con 1,8 millones de palestinos.
Formalmente, la colonización isarelí concluyó en la Franja hace una década, con la salida de las últimas tropas y colonos, pero desde entonces Israel mantiene sellado el enclave costero palestino, con la cooperación del Gobierno de El Cairo en el sur. “Llevamos sin dormir desde el miércoles, cuando las autoridades egipcias reabrieron la frontera antes del inicio del Ramadán”, dice intentando controlar el caos ante una lista de espera de 30.000 solicitantes de visado Mohamed Fayed, director de la terminal aduanera de Rafah. “Hay muchos enfermos que necesitan salir, gente que se está muriendo en Gaza”, alerta.
Después de que Hamás se hiciera con el control de la Franja en 2007 tras haber ganado las elecciones el año anterior y desalojado por la fuerza a sus rivales políticos de Fatah, tres guerras con Israel han golpeado el territorio palestino. La última duró 50 días en el verano de 2014 y se cobró 2.200 muertos y la destrucción de 18.000 viviendas en Gaza. El deterioro de la economía ha situado la tasa de desempleo en el 43,9%, la más alta registrada por el Banco Mundial.
“Se está empezando a sentir la misma situación de malestar social que precedió al conflicto de hace dos años”, asegura Mushir al Masri, portavoz de Hamás en el Consejo Legislativo Palestino. “No es nuestra intención iniciar una nueva guerra, pero nos defenderemos si somos atacados”, advierte el dirigente islamista antes de precisar que los dos túneles recientemente desmantelados en zonas próximas a Gaza y considerados una provocación por Israel son “instalaciones antiguas sin valor operativo”.
El Gobierno de Benjamín Netanyahu, mientras tanto, busca normalizar sus relaciones económicas y de seguridad con Turquía tras el asalto de comandos israelíes a una flotilla internacional con ayuda humanitaria a Gaza en el que murieron 10 ciudadanos turcos en 2010. El Ejecutivo de Ankara —que plantea entre otras contrapartidas que Israel tome medidas para el levantamiento del bloqueo a la Franja— asegura que las negociaciones para el acuerdo diplomático están ultimadas en un 90%. El presidente Recep Tayyip Erdogan ha ofrecido enviar un buque equipado con una central eléctrica a la costa gazatí para paliar los continuos apagones. También propone la construcción de un puerto flotante bajo control internacional a fin de reactivar la economía del enclave y devolver la libertad de movimientos a sus habitantes. “Turquía nos ofrece una vía de esperanza para la reconstrucción de Gaza”, reconoce el dirigente de Hamás Al Masri.
Quienes no parecen tener esperanza son las 27 familias que malviven en contenedores metálicos desde hace casi dos años en Jusaa, cerca de la frontera suroriental con la Franja. “Israel bombardeó nuestras casas y luego las arrasó con excavadoras. Ahora los líderes palestinos y los Gobiernos extranjeros que prometieron ayuda nos han olvidado”, se queja el agricultor Sahir Nayar, de 33 años, bajo el ardiente sol del fin de semana previo al inicio del mes de Ramadán, previsto para el lunes.
Convive con su familia y la de su hermano bajo los 30 metros cuadrados de un alojamiento provisional de chapas. “Las ratas tienen asustados a los niños”, señala con el dedo el suelo de cemento perforado, “están por todas partes”. Más de 140.000 personas perdieron su casa durante la Operación Margen Protector emprendida por el Ejército israelí en 2014. A pesar de las viviendas construidas con ayuda de Arabia Saudí y Qatar, apenas se ha avanzado en la reconstrucción.
Ahora ya no hay aglomeraciones ni protestas en el paso fronterizo de Rafah bajo un sol de justicia. Los centenares de palestinos que esperan poder salir del enclaustramiento en la Franja aguardan en el polideportivo Abu Yusef al Nayar, en la cercana población de Jan Yunis. Fátima, de 22 años, espera junto con su familia desde el miércoles a recibir un visado para poder viajar con su hijo a Alemania, donde les espera su esposo, al que no ve desde hace dos años. “Hasan va a cumplir dos años y no conoce a su padre”, explicaba a primera hora de la tarde del sábado mientras salía del pabellón deportivo arrastrando sus maletas de vuelta a la casa de sus padres. Entre gritos y desmayos la lista del día para escapar del bloqueo de Gaza ya se había cerrado.
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