Danilo Medina gana las elecciones en la República Dominicana
El mandatario, con el 69% de las mesas escrutadas, logra más del 60% de los votos
La República Dominicana apostó por la continuidad. El presidente Danilo Medina, economista de 64 años, logró en los comicios del domingo asegurar su reelección en primera vuelta con más del 60% del voto (al 69% de mesas escrutadas). Una victoria sin paliativos que otorga por cuarta vez consecutiva las llaves del poder a su formación, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y que supone un contundente respaldo a una política que ha situado al pequeño país caribeño a la cabeza del crecimiento económico zonal. "Cuando terminemos nuestro proyecto, nadie se atreverá a cambiar las políticas públicas que hemos puesto en marcha", clamó Medina en su discurso de la victoria.
No hubo sorpresas. Medina llegó, votó y arrasó. Su fulgurante éxito, que si se valida representaría el mejor resultado obtenido hasta la fecha por un aspirante a la presidencia, fue proporcional a la debilidad mostrada por la oposición. Fagocitado por años de luchas intestinas, el antaño poderoso Partido Revolucionario Dominicano (PRD) acabó sumándose al bloque electoral del presidente. Caído este adversario, de la dispar constelación de aspirantes, sólo el empresario Luis Abinader, un exiliado del PRD que se hizo fuerte en el Partido Revolucionario Moderno (PRM), representó una amenaza para la continuidad de Medina. Tras aguantar a duras penas la travesía electoral, al final obtuvo sólo un 35% del voto (con el 69% de las mesas escrutadas), un resultado alejado de cualquier opción presidencial.
La victoria de Medina, si se confirma, da respaldo a una política que ha tenido en el crecimiento económico (7%) y el control de la inflación (2,5%) su principal bandera. La República Dominicana, con un 41% de la población en la pobreza, se volcó tras la elecciones de 2012 en una profunda e impopular reforma tributaria. La reducción del déficit fiscal trajo protestas, pero también un aumento de la recaudación que ha sido sabiamente explotado.
Medina, un hombre que ha hecho de la cercanía su imagen de marca, pisó el acelerador de la asistencia pública. Subsidios en gas, electricidad y alimentos. 4% del PIB para la educación. Apertura de 2.500 escuelas. Denuncia del contrato de explotación de las minas de oro en manos canadienses. “Todo eso, combinado con sus constantes visitas al campo y a las pequeñas empresas, sin apenas escolta, ni aparato estatal, le han hecho muy popular”, señala la socióloga dominicana Rosario Espinal.
En un país relativamente pequeño (10 millones de habitantes y 48.000 kilómetros cuadrados), la apuesta surtió efecto. Las ayudas y la multiplicación de infraestructuras brindaron a Medina un apoyo popular sin apenas parangón en Latinoamérica. Un respaldo que, pasada la mitad de mandato, le hizo tirar a la basura sus promesas y modificar una Constitución que impedía la reelección inmediata.
En el tablero político caribeño, este movimiento lo situó en contra de su antecesor Leonel Fernández, el hombre que ocupó tres veces la jefatura del Estado y que sucedió en 1996 al corrupto, maquiavélico y casi eterno Joaquín Balaguer. El antiguo mandatario, que ambicionaba volver a presentarse, mostró los dientes. El conato de guerra terminó con una amigable reparto de puestos hasta el punto de que la propia candidata a vicepresidenta es la esposa de Leonel Fernández.
Profundo conocedor del sistema clientelar dominicano, al que él mismo pertenece, la victoria de Medina difícilmente supondrá un cambio radical en la lucha contra la corrupción. Pero en un área donde los huracanes económicos representan una amenaza continua, al menos se espera que mantenga el rumbo y evite una eventual crisis. “El esfuerzo de su gobierno en salud y educación”, indica Leticia Ruiz Rodríguez, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, "ha generado una sensación de progreso; no obstante, problemas como la inseguridad, la delincuencia y la pobreza persisten todavía como retos”.
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