José Sócrates: “Lo que ocurre en Brasil es un golpe político de la derecha”
El exprimer ministro portugués denuncia su situación judicial: “En ningún país europeo te encarcelan nueve meses sin acusación”
José Sócrates dirigió Portugal de 2005 a 2011. Fue el único primer ministro socialista que consiguió mayoría absoluta en unas elecciones; desde 2009 gobernó en minoría hasta que firmó la llegada de la troika y le sustituyó la coalición de centro derecha PSD-CDS. Retirado a París, en noviembre de 2014 fue detenido en el aeropuerto de Lisboa. Pasó nueve meses en la cárcel, otro más en prisión domiciliaria pero aún espera a que el fiscal presente alguna acusación formal contra él. La investigación, iniciada hace tres años y medio, es sobre presuntos delitos de corrupción, fraude fiscal y blanqueo de capitales.
Pregunta. ¿Cómo está el proceso?
He estado nueve meses encarcelado y sin acceso al sumario. No hay un caso similar en ningún país europeo
Respuesta. Después de 16 meses de mi detención, ni hechos ni pruebas ni acusación. Quien debería responder es el fiscal que ha ido incumpliendo todos los plazos legales. Ahora la fiscalía general anuncia que el nuevo plazo para presentar la acusación o cerrar el caso acaba el 15 de septiembre, pero advierte que si es preciso lo alargará.
P. ¿Ha estado nueve meses en la cárcel sin acusación?
R. Sin acusación y sin acceso al sumario. No hay un caso similar en ningún país europeo, en ninguna democracia occidental se pasan nueve meses encarcelado sin acusación. Detienen a un ex primer ministro, le imputan delitos ignominiosos y un año y medios después no son capaces siquiera de presentar la acusación. Los mismos encargados de impartir justicia se han ido saltando todas las reglas del derecho procesal.
P. Parece que se le va a acusar de fraude fiscal, blanqueo de dinero y corrupción.
R. Sí, es la moda. La acusación de corrupción se ha transformado en el instrumento jurídico para la destrucción política; antes para eliminar a un político se le acusaba de atentar contra la seguridad del Estado. El moderno golpe de mano es la falsa acusación de corrupción. No se precisan hechos ni pruebas, basta acusar para que tenga el efecto de un asesinato político.
P. ¿Y ha tenido efectos?
El 'impeachment' a Dilma Rouseff es una venganza política de la derecha, que no acepta la derrota en las urnas
R. El objetivo era impedir mi candidatura a la presidencia del país y que el Partido Socialista no ganara las elecciones. Consiguieron los dos.
P. ¿Durante sus meses en prisión esperaba un mayor apoyo del PS?
R. Verdaderamente nunca me sentí solo; consiguieron intimidar a la dirección del PS pero no a sus militantes. En cierta forma estoy contento de que la dirección del PS se pusiera a un lado porque hay batallas que hay que ganarlas solo y esta es una de ellas.
P. Aunque el sumario es secreto, sabemos bastante por las filtraciones a la prensa amarilla: conversaciones telefónicas, viajes de su chófer, conexiones en Suiza, Angola, Brasil…
R. Sí, en otro hecho insólito, el investigador jefe del caso presentó una denuncia por las filtraciones y señaló que solo podían salir del fiscal o del juez instructor. Parece que la fiscalía no tiene conciencia que con estos procedimientos se está transformando en una máquina siniestra que promueve la culpabilidad pública a través de la prensa amarilla en lugar de velar por la presunción de inocencia; provoca la condena popular antes de cualquier juicio. No necesita el fiscal presentar pruebas, de eso se encarga la prensa sensacionalista.
P. Su caso coincide en el tiempo con el de Lula da Silva en Brasil. Incluso se han recordado los encuentros entre ustedes [coincidieron siete años en el poder].
Hay un déficit democrático en todas las decisiones económicas europeas. El liderazgo político se ha sustituido por una máquina burocrática que no responde ante nadie
R. Hasta la asistencia de Lula en la presentación de un libro mío parece ahora delictiva. Pero es curioso el paralelismo; como en mi caso, hubo detención abusiva y quieren juicios populares sin posibilidad de defensa; lo que ocurre en Brasil es un intento de destitución sin delito, sin fundamento constitucional. El impeachment a Dilma Rouseff es una venganza política de la derecha, que no acepta la derrota en las urnas. No basta con hacer acusaciones, es preciso hacer juicio; condenar a alguien sin derecho a defensa pasa en Brasil y en Portugal, condenar sin juzgar; destitución sin delito y sin fundamento. Es un golpe político de la derecha, porque ahora no se llevan los militares; es impedir la candidatura de Lula a la presidencia de 2018. Es utilizar la Justicia para condicionar elecciones.
P. Allí también se filtraron a la prensa conversaciones telefónicas entre Lula y Roussef, aunque el juez ha reconocido que fue él
R. ¿Y? El juez ha cometido un delito; pedir perdón no le exime de culpa. La legitimidad de un juez se basa en la imparcialidad, con este gesto la perdió. Ya no le veo como un juez sino como un activista político.
P. Ausente usted, sin un candidato socialista fuerte, el peculiar Marcelo Rebelo de Sousa arrasó en las presidenciales de Portugal. ¿Qué opina?
R. Nunca me agradó su interés en querer gustar a todos. El presidente Marcelo siempre fue un personaje a la búsqueda de su papel político. Y lo ha descubierto finalmente: el papel de los afectos, eje de todo un nuevo programa político, Por otro lado, veo el alborozo diario de su presidencia como una necesidad de querer sublimar la frustración de haber sido apartado de la política durante 20 años.
P. Usted dejó el Gobierno de Portugal en 2011 cuando llegó la troika para aplicar el programa de rescate financiero del país con la medicina de la austeridad. ¿Cómo están Portugal y Europa cinco años después?
R. Los años de aplicación de la política de austeridad, entre 2010-2015, han sido terribles porque han dejado un rastro de pobreza y han aumentado las desigualdades sociales. Ahora adoptamos en Europa la misma política que Estados Unidos aplicó en 2008, la expansión monetaria, pero entonces, a la derecha del norte europeo nos decía que queríamos “dinero fácil”.
P. ¿Y quién decide si es el tiempo del dinero fácil o no?
R. Ese es el problema, que no lo sabemos; quien toma las decisiones político-financieras no tiene que rendir cuentas a un Parlamento; están apartados del debate político; son tecnócratas que dan todo a los aparatos burocráticos que representan porque no son nada fuera de ellos. Es el gobierno de nadie: ninguno lo ejerce, nadie es responsable y nadie puede ser responsabilizado. Hay un déficit democrático en todas las decisiones económicas europeas. El liderazgo político se ha sustituido por una máquina burocrática que no responde ante nadie. Es un problema serio de Europa.
P. ¿Estamos viviendo la desconstrucción europea?
R. Para quien vio en el proyecto europeo el ideal político de su generación estos son tiempos de gran desilusión. La impresión que se tiene es la de un proyecto que en lugar de avanzar, retrocede. La llegada de refugiados levanta fronteras; la lucha contra el terror consigue en Francia que su presidente quiera retirar la ciudadanía a sus ciudadanos; en Dinamarca se creen con el derecho de confiscar los bienes a los refugiados que el derecho internacional obliga a acoger. El proyecto europeo fundamentado en los derechos humanos parece colapsarse con la primera crisis.
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