¿Cuánto cuesta eliminar a la amante de mi marido?
Empresas chinas han encontrado un lucrativo negocio: deshacerse de las 'otras', que proliferan con el crecimiento de la clase media
Zhou Xia se siente herida. A sus 38 años y con una hija de 6, ha dedicado su vida a su familia y a los prósperos negocios de importación y exportación que ha montado con su marido y que valora en unos 30 millones de euros. Desde hace un tiempo ha detectado más que indicios de que su esposo tiene una amante: “mientras tuvimos que pelear para salir adelante en el mundo de la empresa todo fue bien, nos queríamos mucho. Pero los hombres, cuando tienen dinero, cambian y se hacen peores”. Como otras mujeres acomodadas de Shanghái, Zhou ha decidido tomar medidas. Acaba de acudir a una de las agencias especializadas que han surgido en los últimos años en China para que le ayuden a librarse de “la otra”.
“Todo lo que tenemos lo hemos conseguido entre mi marido y yo, no voy a dejar que se beneficie otra mujer ¿Divorciarme? Ni hablar. No sería bueno para la niña. Tampoco para mí: Las esposas llevamos las de perder si nos separamos. Un hombre que tenga dinero puede conseguir otras mujeres, si quiere; una mujer divorciada está muy devaluada en el mercado”, alega.
“Nos ponemos en contacto con las amantes e intentamos convencerlas de que dejen la relación".
Zhou encontró a la agencia Weiqing por internet. Esta empresa se describe como, ante todo, un gabinete de asesoría matrimonial convencional con 15 años de experiencia y que ha aconsejado a más de 50.000 parejas. Pero no es solo la calidad de su asesoramiento lo que les ha permitido contratar a más de 50 personas solo en sus oficinas de Shanghái -una planta entera de espectaculares vistas en un barrio muy acomodado-, abrir 3 sucursales y llegar a contar con 59 centros que llevaron su nombre mediante un sistema de franquicias. Desde hace 3 años se ha especializado en un servicio que ya han emulado otras empresas y que -aseguran- tiene una enorme demanda: salvar matrimonios en peligro alejando a amantes molestas.
“Cuando montamos la agencia, hace 15 años, el 80% de las mujeres que descubría una infidelidad pedía el divorcio. Ahora no se lo quieren poner tan fácil a la amante y regalarles su marido. Quieren pelear por su relación y ganar”, dice la consejera matrimonial Ming Li, cofundadora de Weiqing.
El 80% de las eliminadoras profesionales son mujeres, porque “son más persuasivas y cariñosas”, dice la fundadora de Weiqing.
En un día normal -cuenta- pueden atender entre 200 y 300 consultas telefónicas o por internet, y mantener entre 10 y 15 sesiones cara a cara. Su cliente tipo, explica Ming, es una mujer entre los 40 y 50 años y de posición desahogada. Porque las tarifas de Weiqing no son baratas. Una hora de consulta en persona puede costar 2.000 yuanes (unos 300 euros), según consta en sus carteles. El servicio de eliminación de amantes -o, como prefieren denominarlo, “bloqueo de destructoras de familias”- no baja de los 200.000 yuanes (unos 30.000 euros) para empezar a hablar.
Porque, según cuentan, no es una tarea fácil ni barata. Los eliminadores de amantes necesitan ganarse la confianza de la amante o xiaosan -literalmente, la “pequeña tercera” en una relación-, y los métodos varían. A veces alquilan un apartamento y se hacen pasar por una vecina que solo quiere el bien de la muchacha; otras envían a un hombre que les muestre un apasionado interés amoroso y se deshaga en regalos; también es posible que les ofrezcan una compensación económica a cambio de desaparecer de la vida del marido. Puede ser un trabajo de meses.
“Nos ponemos en contacto con las amantes e intentamos convencerlas de que dejen la relación. A veces no saben que él está casado. Si lo saben, les explicamos que esa relación no tiene porvenir, que él no va a dejar a su esposa. Si insisten en que quieren casarse les decimos, ‘¿ves? Ese es tu futuro. Si él deja a su mujer y se casa contigo, te hará lo mismo en unos años”, cuenta Lu Xia, una de las consejeras matrimoniales de la empresa.
En algunos casos, no obstante, la relación del hombre con su xiaosan es mucho más intensa que con su esposa. Si es así, explica Ming, “le decimos a la esposa que acepte un divorcio, y le ayudamos a conseguir un acuerdo lo más amistoso y conveniente posible. Todos quedan contentos, es otra manera de cerrar el caso con éxito”.
El 80% de las eliminadoras profesionales son mujeres, porque “son más persuasivas y cariñosas”, dice la fundadora de Weiqing. Típicamente, contratan a licenciadas en psicología o derecho, mayores de 35 años -para infundir confianza- y que cuenten con dos certificados oficiales de formación en asesoramiento a parejas.
El caso de Zhou, que hoy espera turno para su cita preliminar, no es raro. Como en el resto del mundo, la infidelidad es una de las aflicciones más comunes entre las parejas chinas. Pero en este país el problema se agrava debido a una cultura que tradicionalmente ha contemplado a las concubinas como un símbolo de estatus social masculino.
Las amantes de Mao
Durante la época maoísta, la práctica disminuyó o se hizo menos visible: aunque el propio Mao tuvo numerosas amantes, para el pueblo llano el adulterio era un asunto muy complicado en una sociedad estrictamente controlada. Pero el explosivo crecimiento económico, la creciente urbanización y el desarrollo de las redes sociales han facilitado un resurgimiento notorio de las aventuras extramatrimoniales, especialmente entre hombres de clase acomodada. Y con ellas, la figura de la xiaosan.
Un estudio del Centro de Gestión de Crisis de la Universidad Popular de Pekín encontraba en 2013, al comienzo de la actual campaña contra los sobornos en China, que un 95% de los funcionarios corruptos había mantenido relaciones extramatrimoniales, y un 60% convivía abiertamente con una amante estable.
“Es un fenómeno generalizado”, explica la prestigiosa socióloga china Li Yinhe en una entrevista telefónica. “Un gran número de hombres que tienen un poco de dinero tienen una amante, es algo ya admitido por la sociedad”.
El índice de divorcios ha crecido de modo ininterrumpido a lo largo de los últimos 12 años en China, un país donde casarse es aún casi una obligación social. Según el Ministerio de Asuntos Civiles, en 2014 pusieron fin a su matrimonio más de 3,6 millones de parejas, el equivalente a un 25% de las que se casaron ese año.
“Tradicionalmente el porcentaje de divorcios en China ha sido muy bajo porque la sociedad era principalmente rural. Una sociedad donde todo el mundo se conoce y donde una separación puede crear serios problemas con el resto de la familia y la vida colectiva…La gente tampoco se casaba por amor, sino para formar una unidad de producción y reproducción. Con la urbanización, las costumbres han cambiado. Han crecido también las oportunidades de encontrar amantes. Y cuando desaparece el amor -los sentimientos son algo muy inestable- ya no hay reparos a separarse”, apunta Li.
Pero si los hay y se tiene dinero en el banco, no hay problema. Siempre queda la opción de contratar a un eliminador de amantes.
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