_
_
_
_

La agresividad norcoreana distancia a Pekín y Seúl

China, molesta por la decisión surcoreana de negociar un escudo antimisiles con EEUU

Macarena Vidal Liy
Soldados norcoreanos celebran el lanzamiento de un cohete.
Soldados norcoreanos celebran el lanzamiento de un cohete.AFP

Después de que Corea del Norte lanzara el domingo pasado un cohete de largo alcance que Estados Unidos y otros países piensan que pudo ocultar la prueba de un misil balístico, China ha reaccionado con furia. No hacia Pyongyang: Pekín solo declaró “lamentar” la acción norcoreana. La ira del Gobierno de Xi Jinping se dirige hacia Seúl, que como resultado del lanzamiento abrirá la semana próxima conversaciones formales con EE. UU. para la instalación en su territorio de un escudo antimisiles de alta tecnología, el THAAD.

Incluso durante las sacrosantas vacaciones del Año Nuevo chino esta semana la diplomacia china ha sido omnipresente para condenar el escudo. Inmediatamente después del anuncio de Seúl, China emitió primero un comunicado en el que expresaba su “gran preocupación”. Después convocó al embajador surcoreano, Kim Jang-soo, -como había hecho con el norcoreano- para transmitir su protesta. Y a finales de esta semana, el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, expresaba al secretario de Estado de EE.UU, John Kerry,  que el sistema antimisiles “no llevaría a las partes a hacer frente a la situación de una manera adecuada ni contribuiría a salvaguardar la paz y la estabilidad en la región”.

No parece que las presiones hayan surtido mucho efecto. La primera ronda de negociaciones se celebrará la próxima semana para abordar el posible emplazamiento, la protección del medioambiente, el reparto de costes y el calendario para la instalación, según ha anunciado Seúl.

Finalmente, para Seúl ha pesado más la resistencia de Pekín a imponer nuevas sanciones a Corea del Norte tras el cuarto ensayo nuclear de ese país el 6 de enero, que la importantísima relación comercial (235.000 millones de dólares anuales) que vincula a Corea del Sur con China, su principal socio comercial. El anuncio de Wang de quesu país apoya una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que haga "pagar el precio" a Corea del Norte de sus desafíos a la comunidad internacional llega demasiado tarde.

“No instalar un sistema de defensa antimisiles sería una manera irresponsable de gestionar la seguridad y las vidas de nuestro pueblo. Un Gobierno no puede hacer eso, y no es algo que tenga que ser motivo de debate con China”, explicaba Chun Yungwoo, del Asan Institute for Policy Studies en Seúl, en una reciente mesa redonda.

Estados Unidos trataba de convencer desde hace años a Corea del Sur para que aceptara el despliegue de este escudo y ampliara sus relaciones militares con Japón, su otro gran aliado en la zona. Pero Corea del Sur se mostraba reacia a abrir conversaciones formales ante las reticencias de China -y de Rusia- hacia ese sistema defensivo.

Este moderno escudo antimisiles está fabricado por Lockheed Martin y conocido por el acrónimo THAAD (Thermal High Altitude Area Defence). Está formado por radares con un alcance de miles de kilómetros, sistemas de comunicaciones e interceptores que destruyen al proyectil enemigo en la última fase de su vuelo, dentro o fuera de la atmósfera.

China considera innecesario un sistema de protección de tales dimensiones. Por un lado, sostiene, al igual que Moscú, que puede servir para desestabilizar el área y provocar una carrera de armamento en la región, ya de por sí una de las mayores compradoras de armas en los últimos años. El Instituto SIPRI calcula que el gasto militar en la región en 2014 fue de 439.000 millones de dólares, un aumento del 5% -aunque ese crecimiento correspondió en buena parte a inversiones de Pekín.

Pekín también considera que el escudo pueda tener como objetivo real no tanto Corea del Norte, cuya capacidad es aún limitada, sino formar parte de una estrategia estadounidense de contención de hacia ella. El sistema tiene un alcance de miles de kilómetros, suficiente para detectar movimientos muy en el interior de China o en las zonas disputadas con Japón en el mar del Este de China, por ejemplo.

Pekín también mira con especial preocupación también la posibilidad de que Seúl y Tokio, que dejaron atrás sus tensiones tras la reunión entre sus líderes el 2 de noviembre, estrechen su cooperación militar y lleguen a formar un bloque que pueda hacerle frente en un momento dado. Parecen darse pasos en ese sentido: jefes militares de los respectivos países acordaron esta semana en Pearl Harbour (Hawai) aumentar su coordinación y el intercambio de información, en su primera reunión desde julio de 2014.

“Las varias pruebas norcoreanas están sirviendo de desencadenante involuntario para una mayor cooperación trilateral, que podría en efecto incluir la defensa antimisiles”, apunta Luis Simón, de la Universidad Libre de Bruselas. No obstante, puntualiza que “está por ver hasta dónde se llega, pues aún sigue habiendo escollos políticos, relacionados con la falta de confianza Tokio-Seúl y la voluntad surcoreana de no tensar mucho la cuerda diplomática con China”.

Además del THAAD, Seúl ha adoptado otras medidas de represalia contra su vecino del Norte, incluido el cierre del parque industrial conjunto en Kaesong -la última iniciativa bilateral aún en funcionamiento-, el aumento de la emisión de propaganda y la potenciación de las maniobras militares conjuntas con EE. UU..

Aunque fuera de los círculos políticos, la preocupación de los surcoreanos acerca de la protección de defensa es relativa. El mismo día en que Kim Jong-un lanzaba el cohete de largo alcance, en las redes sociales el asunto más debatido era una serie televisiva.

 

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_