El republicano veterano que pugna por ser la opción pragmática
El gobernador de Ohio no se rinde pese al revés inicial en los ‘caucus’ de Iowa
Con una enorme bandera de Estados Unidos de fondo, una pantalla que va contando minuto a minuto la deuda pública y el lema “América nunca se rinde”, aparece el gobernador de Ohio, el republicano John Kasich, en el centro comunitario de la pequeña localidad de Hollis, en el Estado de New Hampshire. Es viernes y, en medio de una nevada, está a punto de dar la charla número 99 de su segunda intentona por hacerse con la candidatura republicana a las elecciones presidenciales (en 1999 se retiró antes del proceso de primarias). Viene de un batacazo en Iowa (quedó octavo de 12), pero, como su lema, no se rinde.
Kitt Cottrell, un vecino de 73 años, se sienta en las primeras filas con una misión: “He venido porque quiero mirarle a los ojos, soy independiente y escucho a los candidatos para decidirme”, dice. Forma parte de ese 40% de votantes independientes que hacen de este Estado un territorio de resultados imprevisibles. Eso anima a los rezagados como Kasich.
Además, con candidatos extremos como el magnate multimillonario Donald Trump o el senador de Texas Ted Cruz, que pueden poner en peligro las presidenciales, Kasich se perfila como un valor más seguro para el republicanismo tradicional, con una trayectoria política iniciada en los años setenta como asistente de Ronald Reagan y con casi 20 años como congresista, una experiencia de la que carece el joven senador de Florida Marco Rubio, que quedó tercero en Iowa.
"No soy establishment, pero tampoco pero tampoco antiestablishment, porque eso es estar de mal humor, y yo estoy de buen humor", dice John Kasich
El gobernador reniega obviamente de la etiqueta de hombre del establishment en esta era del enfado con el sistema. La cuna como argumento: un abuelo minero, una abuela croata que no llegó a aprender inglés, un padre que los sacó adelante trabajando como cartero. “Cuando vienes de ahí, no eres exactamente establishment”, decía el pasado viernes, “pero tampoco soy antiestablishment, porque eso es estar de mal humor, y yo estoy de buen humor”.
Es difícil en estas primarias republicanas marcar la línea de los moderados. Trump o Cruz han hecho que Rubio aparezca como alternativa pragmática, pese a la dureza con la inmigración o el aborto. La línea divisoria la marca más bien el humor. Kasich es optimista. También defiende una política exterior “fuerte”, pero rechaza “pasear por el mundo intentando convencer a los países de que se sumen a nuestro modo de vida”. Muy religioso, se opone al matrimonio homosexual, pero en un debate dijo que, si tuviera un hijo gay, lo apoyaría desde su fe en tanto que “Dios amaba a todos”.
Como gobernador aprobó una expansión del seguro médico para los pobres de Ohio mientras los republicanos trataban de tumbar el programa sanitario del presidente Barack Obama, algo que molesta entre los conservadores pata negra. “El establishment me teme porque no acepto órdenes del comité nacional”, decía en su intervención en Hollis. Aunque también ha sido duro con los sindicatos, con las clínicas de planificación familiar, y no quiere oír hablar de gravar las rentas altas como arma para luchar contra la desigualdad.
Kyle Kondik, autor del libro Why Ohio picks the president (“Por qué Ohio elige al presidente”), apunta que, pese a los resultados de Iowa, “Kasich en New Hampshire tiene buenas opciones y es alguien capaz de aglutinar un voto más moderado o centrista”. De momento, las encuestas le dan a Kasich un discreto cuarto puesto en New Hampshire con el 12%, según la web de sondeos Real Clear Politics.
Recuperación en Ohio
El Estado que gobierna Kasich, Ohio, es uno de los clave en EE UU, y sus electores cambian con frecuencia de voto y pueden inclinar el resultado de las presidenciales en uno u otro sentido. Desde los sesenta, nadie ha llegado a la Casa Blanca sin Ohio.
Por su gestión, John Kasich saca pecho en los mítines. Cuando se convirtió en gobernador, en 2011, Ohio acumulaba 8.000 millones de dólares (7.169 millones de euros) de déficit, mientras que ahora hay un superávit en las cuentas de 2.000 millones de dólares. Lo ha hecho posible con un recorte de impuestos por otros 5.000 millones, recuperación económica mediante. “A los demócratas les gusta gastar, a los republicanos también, pero se sienten culpables”, dijo el pasado viernes, arrancando risas.
A Donna Calder, una nutricionista de 52 años, la convenció ese día. “Le creo, le he visto sincero. Y ha demostrado que sabe gobernar”, señalaba. También ha recibido el apoyo de The Boston Globe y The New York Times, pero en New Hampshire se vota el próximo martes. Kit Cottrell, el independiente que le quería mirar a los ojos, daba una particular bendición tras la charla. “Sí, creo que lo votaré… al menos en caso de que vote a los republicanos”. New Hampshire es un Estado difícil.
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