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ANÁLISIS
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Con freno y marcha atrás

El acuerdo entre Tusk y Cameron consagra la doble velocidad y permite retroceder

Lluís Bassets

La Unión Europea es un club singular, donde siempre es mejor cualquier acuerdo que un desacuerdo. El último argumento es el better together, eslogan unionista británico dirigido al separatismo escocés: juntos estamos mejor. Es bueno todo lo que sirva para que Reino Unido siga en la UE, con el único límite de que la UE no deje de ser lo que es.

Lo ha entendido muy bien uno de los líderes del Brexit, el ex secretario de Defensa Liam Fox: “Lo máximo que podemos obtener es una asociación mejor a un club equivocado”. Los euroescépticos solo votarán a favor de la propuesta que convierta la UE en el club que a ellos les gusta y este es un club que renuncia a sus ambiciones políticas hasta disolverse y convertirse en el único club acertado, una mera asociación de libre comercio.

No sería un acuerdo sino una rendición. No es lo que han propuesto Tusk y Cameron, conscientes de que el Brexit sería un revés europeo en uno de los peores momentos históricos, que se añadiría a la crisis de los refugiados, la deriva populista y la transgresión de principios y valores fundacionales por los Gobiernos extremistas de Hungría y Polonia.

Los servicios jurídicos de la UE son formidables y con capacidad para tejer acuerdos al borde de la contradicción. Eso es lo que han hecho con el manojo de documentos publicados el martes por la presidencia del Consejo. Nadie debe renunciar a los objetivos de la UE, incluida la unión cada vez más estrecha que los euroescépticos británicos repudian. Tampoco se limita a los países del euro para seguir avanzando sin cortapisas ni vetos británicos. Pero a la vez se responde a todas las exigencias de Cameron con dos artefactos jurídicos que solo se entienden gracias a metáforas tomadas de la mecánica de coches.

Se trata de un freno de emergencia y de una palanca de cambios. Con el freno se desactivan temporalmente, cuatro años quizás, los efectos de la libertad de circulación de trabajadores dentro de la UE respecto a los beneficios sociales. Con la palanca de cambios se organiza y reconoce por primera vez una Europa de dos velocidades: la directa del euro y la más lenta de las monedas nacionales en escrupulosa igualdad de condiciones.

Estas novedades desbordan la técnica utilizada hasta ahora de los opting-out o derogaciones específicas exigidas por determinados socios como Reino Unido para permanecer en el club. Tienen el inconveniente de que sirven para todos, e introducen así un principio de deconstrucción, deshacer el camino. Eso es la marcha atrás y también la caja de herramientas que facilita el desmontaje del vehículo.

En contrapartida, no son de uso fácil: el freno entrará en vigor únicamente si el referéndum británico arroja un resultado positivo; se podrá activar tras los lentos trámites del Consejo y el Parlamento Europeo; antes de utilizarlo, Londres deberá pedir permiso al Consejo, que se lo dará si hay una mayoría cualificada a favor: solo entonces Reino Unido podrá limitar derechos a los trabajadores extranjeros que lleguen al país. En resumen: que la nueva mecánica está pensada para ganar el referéndum, pero no sirve para frenar bruscamente ni para desguazar el vehículo.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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