Un ‘coffee shop’ para niños bien
A un costado de las universidades más caras de México, los alumnos acuden a un bar donde consumen marihuana a la carta
En la Ciudad de México entre una calle y la siguiente pueden enfrentarse dos mundos distintos. Es lo que ocurre en la zona poniente de la capital. El barrio Santa Fe es un cerro dividido por rascacielos y chabolas. En la parte moderna se encuentran los campus de las universidades más caras del país y a ninguno de sus alumnos se les recomienda bajar de la flamante colina. Pero a veces se desvían y toman el camino prohibido. En un siniestro callejón de la zona pobre se amontonan desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde los coches más nuevos y caros del mercado. En un primer golpe de vista, algo huele raro.
Un grupo de hombres de negro vigila la entrada del lugar desde sus camionetas de un blanco impoluto. Trabajan para los jóvenes más adinerados: los llevan, los traen y los protegen. Una tienda de alimentación o de abarrotes, como se le conoce en México, hace las veces de referencia para todo aquel que quiera llegar hasta ahí: “Cuando veas el abarrotes, a la derecha”. Inmediatamente está la puerta principal de La Fortalesa —sí, con ese—. Aunque muchos lo conocen como “el billar” o, directamente, como el bar donde pueden comprar y consumir drogas. Un coffee shop al estilo de Ámsterdam en uno de los barrios más peligrosos del Distrito Federal.
La marihuana se vende a precio de oro. Saben que sus clientes pueden pagarlo. Fuera cuesta menos de la mitad
Cuando el cliente cruza el umbral ve dos mesas de billar. Inmediatamente se da cuenta de que sólo sirve para darle un apodo al local, porque no las usan, no hay nadie. Se escuchan voces. La fiesta parece estar detrás de los muros. El espacio vacío tiene una decoración churrigueresca, pero vintage: a la derecha, una máquina de coser; a la izquierda, un sillón de barbero. Y al fondo, un guajolote. El ave da la bienvenida a La Fortalesa real, la que se esconde en el patio trasero de lo que antes pudo ser una vivienda humilde.
— ¿Qué van a querer?
— Una caguama y 100 pesos de mota.
Un litro de cerveza y unos 12 gramos de marihuana que se venden a precio de oro. Saben que sus clientes pueden pagarlo. Fuera cuesta menos de la mitad, 35 pesos, unos 2 dólares.
El humo de la hierba endulza el fuerte hedor a alpiste. Grupos de jóvenes se concentran en mesas de plástico blancas donde charlan y juegan al ajedrez. Y se ríen. Junto a sus manos despliegan todo su arsenal: un grinder para limpiar la mota, papel, bolsas con marihuana y un bote de colirio. “Déjate los ojos rojos, carnal. Se te ve bien sexy”, bromea un estudiante de producción musical de 23 años que también asiste a clases de mercadotecnia en la Universidad del Valle de México. El que se está aplicando las gotas es su compañero y asegura que viene unas tres veces por semana. “Y eso que ando en exámenes finales”, remata.
Los dos conocieron el local por un compañero de la facultad: “El hijo del dueño. Un tipazo”, asienten a la vez. “Pues su papá tendrá que tener una lanota”, apunta Sara Pérez (nombre ficticio), estudiante de la Universidad Iberoamericana, una de las más costosas del país. Según acaban coincidiendo todos, mantener este lugar no tiene que ser barato. La Policía que trabaja en todo Santa Fe marca unos precios de soborno bastante más altos que la media de la capital, cuenta la joven. “Esto es como el recreo de la universidad”, señala uno de ellos. Conforme va haciendo efecto la hierba, encuentran una comparación más atinada: “Más bien es como un oasis”.
Mantener este lugar no tiene que ser barato. La Policía de la zona marca unos precios de soborno más altos que la media de la capital
Aunque el consumo de marihuana es poco significativo en México en comparación con el resto del mundo (un 1% de la población), según un informe de la ONU, el consumo en la capital se ha incrementado en los últimos años. El Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones de la capital advierte que se ha pasado de un 4% de fumadores de la hierba del cannabis a un 7% en apenas dos años, siete veces más que la media nacional. Además, en México, la edad a la que se inician en el consumo oscila entre 12 y 15 años.
El 5 de noviembre la Suprema Corte tomó una decisión sin precedentes en México que abre las puertas a la legalización de la marihuana en el país. De momento, todo aquel al que le sea otorgado el amparo podrá cultivar, consumir y portar la hierba del cannabis. “Me parece que debería fumar todo aquel que quiera. Es más, debería fumar todo el mundo”, apunta Pérez.
En una esquina del local un empleado atiende contra la pared a dos jóvenes vestidos de traje. Entre manos parecen tener algo más fuerte que la marihuana porque intercambian billetes altos. La transacción es rápida, ni siquiera se sientan ni piden de beber.
Al caer la noche La Fortalesa cierra. Algunos clientes tienen que volver a la universidad y otros a casa con sus padres. El bote de colirio corre entonces entre los jóvenes como unos minutos antes lo hacía la mota.
—¿Tus papás no saben que fumas?
—Pues sí saben, pero no está chido llegar así.
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