Un ministro ultraderechista israelí propone deportar a los gatos callejeros
Suspendida la castración felina para respetar el mandato bíblico de “creced y multiplicaos”
En el Gobierno de Israel hay ministros capaces de las mayores bravatas y también de las más grandes pifias. El titular de Agricultura, el ultraderechista Uri Ariel, cobró notoriedad en septiembre por sus polémicas visitas a la Explanada de las Mezquitas, tercer lugar sagrado del islam, y donde los judíos sitúan los restos de sus templos en Jerusalén. Ahora Ariel se ha hecho célebre por una propuesta de inspiración teocrática para deportar a los gatos callejeros. Es la alternativa que plantea el ministro de Hogar Judío a la suspensión del plan de castración felina —que cuenta con un presupuesto anual de un millón de euros y ha supuesto ya la esterilización de unos 100.000 animales— para respetar el principio bíblico de “creced y multiplicaos”.
Dos millones de gatos callejeros campan a sus anchas en Israel, en una creciente amenaza para la salud pública y la fauna salvaje. En Jerusalén forman parte del paisaje urbano desde la época del mandato británico, tras la I Guerra Mundial. Es cierto que no se ve una rata en la Ciudad Santa, pero los maullidos en pleno celo o las disputas territoriales por el control de los cubos de basura impiden a veces conciliar el sueño.
“El reflejo pauloviano derechista es revelador: la deportación es su única respuesta a todos los problemas, sea el de los palestinos, el de los refugiados africanos, o ahora el de los gatos”, editorializa el diario Haaretz
La propuesta del ministro del partido respaldado por los colonos en los asentamientos de Cisjordania y Jerusalén Este no es ninguna ensoñación. Está plasmada blanco sobre negro en una comunicación interna del Gobierno desvelada por el diario Yediot Ahoronot. En una carta al ministro de Medio Ambiente, Avi Gabai, Ariel planteaba destinar el presupuesto asignado a la castración felina a trasladar a los gatos —“solo hembras o solo machos”, para evitar que se reprodujeran— a otro país que quisiese aceptarlos. El titular de Agricultura alegaba en su favor la legislación rabínica que condena la crueldad con los animales y el mandato divino de proliferación de las especies expresado en el Génesis. En resumen, que la esterilización va en contra de sus creencias.
“Bajo ningún concepto voy a solicitar para mi Pitzkeleh un pasaporte extranjero”, ironizaba en su cuenta de Twitter la exministra y dirigente opositora Tzipi Livni, junto a una foto en la que aparece junto con su gato blanco y negro. La líder del partido izquierdista Meretz, Zahava Galon, formulaba una contrapropuesta burlona a través de Facebook para encontrar algún país que quiera acoger al ministro Ariel.
Las sociedades protectoras de animales han intervenido en el debate para recordar que se trata de un asunto muy serio ante la alta densidad de población felina en algunas zonas. “Lo fondos destinados a la castración no deben ser desviados a otras alternativas mientras no se compruebe que son más efectivas”, ha advertido un portavoz.
El diario Haaretz ha reducido la cuestión al absurdo este miércoles en un editorial sobre el ministro Ariel. “Suspender el presupuesto para la castración de gatos callejeros por consideraciones religiosas es uno de los pasos más ridículos que pueda dar un ministro”, sostiene el rotativo. “Pero el reflejo pauloviano derechista es revelador: la deportación es su única respuesta a todos los problemas, sea el de los palestinos, el de los refugiados africanos, o ahora el de los gatos”.
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