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Columna
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De sapos y demonios

Ingenuos, creíamos que nuestro hábitat de riqueza estaba blindado por fronteras exteriores. La guerra de Siria, y la afluencia de refugiados, superan nuestra capacidad de entendimiento

Francisco G. Basterra

La atroz guerra de Siria a varias bandas: civil, religiosa, regional, incluso con su potencialidad mundial con la intervención de EE UU y Rusia, catástrofe humanitaria que expulsa a cientos de miles de refugiados hacia una Europa estupefacta, supera ya nuestra capacidad de entendimiento. Hace unas semanas, el cadáver de un niño sirio boca abajo en la orilla de una playa turca conmocionó a la opinión pública. Esta avalancha de los otros nos incomoda cuando, ingenuamente, creíamos que nuestro parque temático de riqueza y confort estaba blindado por nuestras fronteras exteriores.

Craso error, esta catástrofe humanitaria, el mayo éxodo en nuestro continente desde la II Guerra Mundial, es nuestro problema. Aunque es previsible que pronto lleguemos a la fatiga de compasión ante tanta destrucción y, a sabiendas de que es una crisis extremadamente compleja con multitud de actores, es urgente detener esta carnicería aunque para ello debamos tragar algunos sapos y, previsiblemente, negociar con el mismo diablo. Venimos de una serie larga de guerras perdidas: Irak, Afganistán, Yemen, Siria, Libia, que no han traído la paz ni la democracia al caldero medio oriental.

Rebatiendo aquello de que las únicas guerras que se pierden son las que no se dan. Obama ha iniciado un repliegue del mundo; por falta de paciencia estratégica, por fatiga económica. Y ahora EE UU, por primera vez desde los setenta, cede a Rusia la iniciativa en Oriente Próximo. Para los críticos, Obama paga el precio de una política exterior libre de riesgos.

Putin se ha saltado el derecho internacional en Crimea porque puede. También regresa a Oriente Medio, e incluso se atreve a pisar Irak

Podríamos pensar que la afirmación extendida, Obama vacila y Putin se atreve, resume bien el nuevo juego internacional. Demasiado simple: una intervención terrestre de EE UU no hubiera acabado con la guerra de Siria ni con el Estado Islámico, y sus negativas consecuencias durarían décadas. La exitosa negociación nuclear con Irán ha sido, de momento, un gran triunfo de Obama y de la misma surgen nuevos contornos en la región que propician cambios hasta ahora impensables.

Rusia será una autocracia personal y Putin un líder sin principios, pero no es solo una gasolinera disfrazada de país, como la define el senador McCain. Se ha saltado el derecho internacional en Crimea porque puede. Rusia regresa a Oriente Medio, se atreve incluso a poner el pie en Irak, e interroga la capacidad de EE UU como la única superpotencia capaz aún de proyectar poder globalmente. La duda sobre el abandono estadounidense de Oriente Medio ya está planteada.

Como ha mostrado Obama con la teocracia iraní, se negocia sobre todo con los enemigos. Solo la política contraterrorista que practica Washington, heredera del 11-S, no basta. Será necesario sumar el peso de EE UU y Rusia para lograr la paz en Siria. Combinación de sapos y demonios que habrá que tragar. Para conseguir, como mal menor, un acuerdo federal de coexistencia entre alauíes (chiíes, de Assad), suníes no salafistas y los kurdos. Con la incógnita no despejada de saber si el Estado Islámico será parte de una Siria segregada al modo Líbano.

fgbasterra@gmail.com

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