Aldo Ferrer: “Argentina está en el mejor momento de su historia”
El veterano economista, de 88 años, ha apoyado al kirchnerismo y cree que si se mira atrás y se ven las dictaduras y los momentos durísimos del siglo XX, el país va por buen camino
Aldo Ferrer es algo así como el Paul Krugman argentino. Economista heterodoxo, de 88 años, admirado por la mitad de su colegas y menospreciado por la otra, ha ocupado diversos cargos en estos 12 años de Gobierno kirchnerista. Había sido ministro de Economía de su país entre 1970 y 1971, en la transición de un régimen militar hacia la democracia. Recuerda aquellos tiempos inestables y no duda en señalar que el momento actual es el mejor de la historia de Argentina.
Pregunta. ¿Cómo ve la situación económica argentina?
Respuesta. El país tiene un gran futuro como proveedor de alimentos, pero está claro que eso no le alcanza. El país salió de la peor crisis de la historia económica argentina, la de 2001, recuperó la gobernabilidad, la solvencia fiscal, se desendeudó, construyó un sistema bancario sólido. Junto a una recuperación del Estado nacional y de la autonomía de las políticas públicas, se ha consolidado la democracia, estamos operando en un sistema jurídico sólido, con división de poderes, seguridad jurídica. Hay una serie de factores muy positivos en la realidad argentina, vista sobre todo en perspectiva histórica.
P. Muchos no comparten esa perspectiva…
R. Hay que tener en cuenta que el país tuvo entre 1930 y 1983 seis golpes de Estado. Esto es cosa del pasado. Los conflictos siempre están presentes, pero hay reglas. Además el escenario internacional es propicio: la emergencia de los países asiáticos abre una serie de oportunidades y también desafíos. Estamos en el mejor momento de nuestra experiencia histórica. En este escenario en el que hay tantos problemas de inflación, falta de dólares, subdesarrrollo industrial, entre otros temas, se configura un conjunto de circunstancias más propicias que en el pasado. Está por definirse adónde vamos, pero las oportunidades son muy buenas. Argentina es un país con grandes recursos y hemos demostrado que somos capaces de gestionar el conocimiento en áreas de frontera, como la energía nuclear, la actividad espacial, el sector agrario transgénico.
P. ¿Cómo ve la coyuntura?
R. Hay solidez macroeconómica, pero a su vez hay problemas. Hay que mejorar la calidad del gasto público, hay que fortalecer las finanzas públicas, pero incluso el desequilibrio fiscal es manejable, hay problemas de competitividad, de inflación, de generación de dólares genuinos que surjan de la propia actividad económica y no del endeudamiento. Uno de los problemas que tenemos es una economía fuertemente extranjerizada. No es lo que tuvieron los chinos, los coreanos.
P. ¿Cómo se mejora gasto?
R. Hay que ordenar un poco los subsudios. Si uno quiere subsidiar la energía para que llegue a los sectores humildes a buen precio, tiene que evitar que eso también favorezca a los grupos económicos que pueden pagar la energía a lo que vale. Hay un problema de gestión del gasto, pero no de exceso de gasto ni de la presión tributaria, que necesita más progresividad.
P. ¿Qué opina de la trilogía que reclaman los inversores al próximo gobierno: devaluación, ajuste fiscal y arreglo con los ‘fondos buitre’?
R. Es pésima. Es el planteo neoliberal que supone que la inversión y el desarrollo dependen del capital extranjero, y eso es falso. Hay que crear las condiciones para que los argentinos se convenzan de que el lugar más rentable y seguro para invertir es Argentina. Una vez que se logra eso, llega ‘plata’ (dinero) de empresas del exterior, pero no para regalarles el mercado interno sino para que contribuyan a enriquecer el tejido productivo con tecnología y exportaciones. El debate de devaluar o no devaluar no es correcto porque todo instrumento de política económica forma parte de un régimen económico, que incluye lo fiscal, lo monetario, la estrategia de desarrollo.
P. ¿Hay que acordar con los ‘buitres’?
R. Kennedy dijo en plena Guerra Fría: “No hay que negociar con miedo y nunca hay que tener miedo a negociar”. Hay que negociar con los buitres buscando un acuerdo dentro de ciertos límites, y hay que trabajar con la hipótesis de que a lo mejor no hay acuerdo si piden una cosa inaceptable. Es un problema marginal: Argentina no depende de los ‘buitres’ ni del crédito externo sino de hacer las cosas bien de fronteras para adentro. Cuando hace eso, lo demás viene solo.
P. ¿Debe eliminarse el cepo (control) cambiario?
R. En la medida en que se fortalezca la situación económica, se va a ir unificando el tipo de cambio (el legal y los paralelos).
P. ¿Qué opina de esa visión idílica de lo que fue la clase media y la educación de Argentina?
R. Es justamente una visión idílica. Por ejemplo, la de Argentina en vísperas del primer centenario (1910). Algunos pensaban que era el futuro Estados Unidos de América del Sur, pero era muy endeble, la estructura no resistió la crisis mundial (de 1929), estaba basada sobre todo en la producción primaria. También se acabó el modelo político, la estabilidad institucional que se había construido desde la presidencia de (Bartolomé) Mitre (1862-1868). Aquel país idílico nunca existió, pero pasaron cosas importantes como la política de educación pública.
P. Muchos dicen que se ha venido abajo.
R. Hay un largo proceso de deterioro de la enseñanza pública, no solo en Argentina. En parte es por la fragmentación social. Cuando yo iba a la escuela primaria en los 30 y 40, la mejor educación era la pública. Yo tenía compañeros que eran chicos de la oligarquía y otros de los más humildes.
P. En los 60 había menos pobres como porcentaje de la población total…
R. Desde el golpe de Estado 1976 hasta la crisis de 2001 se provocó una explosión espectacular del tejido social, el mercado de trabajo, el tejido productivo, las pymes. Cuando yo era ministro de Economía, la electrónica argentina estaba al nivel de la coreana.
P. ¿Esa es la Argentina que alguna gente añora?
R. El proceso de industrialización, con todas sus debilidades, había alcanzado un grado de madurez considerable a principios de los 70. Pero vino el conflicto de la violencia, el de los que quieren cambiar la realidad a los tiros, y después el golpe de Estado, con el terrorismo de Estado, la política ultraneoliberal, la Guerra de Malvinas (1982). Cuando se habla del pasado, yo digo: “Escúcheme, no hace mucho que pasaron esas cosas”. El país fue llevado al default (suspensión de pagos), a un deterioro fenomenal de la realidad socioeconómica. A partir de la crisis de 2001 hubo un cambio de comportamiento de la sociedad, que empezó a recomponerse sobre bases propias.
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