Alemania endurece las normas para aceptar refugiados
El Gobierno quiere restringir la llegada de ciudadanos de Kosovo, Albania y Montenegro
El Gobierno alemán está decidido a endurecer su normativa de asilo. En plena oleada de refugiados que no cesa pese a la introducción de controles en algunas fronteras y en un ambiente político cada vez más crispado contra la política de inmigración de la canciller Angela Merkel, la gran coalición democristiano-socialdemócrata impulsó este martes una reforma cuyo principal objetivo es reducir el número de peticiones de asilo de los países balcánicos.
Para lograr este objetivo, el Ejecutivo quiere incluir a Albania, Kosovo y Montenegro en la lista de “países seguros”. Este paso, que aún debe obtener el visto bueno del Parlamento, trata de evitar la llegada a los muy saturados centros de acogida de aquellos solicitantes de asilo que tienen muy pocas posibilidades de obtener esta condición. “Es una forma de decirles a los que quieran venir de estos países que no se pongan en camino, ya que tendrán que retornar a casa”, dijo el ministro del Interior, el democristiano Thomas de Maizière.
Protesta de Pegida
Con el paquete de medidas aprobado este martes, el Gobierno también pretende acelerar los procesos administrativos de la llegada de refugiados y sustituir en la medida de lo posible el dinero de bolsillo que se da a los recién llegados por los bienes de primera necesidad que requieran.
Pero algunos líderes democristianos y socialcristianos bávaros no se dan por satisfechos con estos recortes. La canciller Merkel rechazó este martes la propuesta de establecer una excepción para que el recién instaurado salario mínimo no se aplicara a los refugiados. Los líderes conservadores que defendían esta idea argumentaban que sería una forma de facilitar su entrada en el mercado de trabajo. “Sería una medida explosiva. Quien hace estas propuestas se sirve de los pobres en Alemania para ponerlos en contra de los pobres de Siria”, dijo el vicecanciller y líder socialdemócrata, Sigmar Gabriel.
Mientras el Gobierno trata de ordenar los flujos migratorios, el clima social se deteriora. La popularidad de Merkel ha caído al nivel más bajo del último año. La conflictividad contra los centros de asilo —y también entre los propios refugiados— aumenta. Y el lunes, el movimiento xenófobo Pegida logró un éxito al reunir a 8.500 personas que protestaban por la supuesta “islamización de Occidente”.
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