El espejo negro de David Cameron
Una biografía incendiaria evoca los contactos sexuales del primer ministro con un cerdo
Las relaciones sexuales entre cerdos y primeros ministros británicos se habían restringido a un episodio incendiario de Black Mirror, una sátira televisiva de Charlie Brooker que colocaba al inquilino de Downing Street en la tesitura de fornicarse a un puerco para salvar la vida de una princesa. Y a hacerlo en directo, por televisión, delante de sus compatriotas.
Era el requisito que exigían unos terroristas para liberarla. Y el origen de un debate ético que comprometió la audiencia y la moral de muchos países anglosajones: ¿debe o no debe un líder político llegar tan lejos para servir a la patria?
No incurrimos ya en un spoiler si despejamos que el primer ministro Michael Callow, he aquí el nombre, se pliega al requisito de los terroristas. Lo digo porque la serie se estrenó hace cuatro años con meritorias críticas, pero Black Mirror ha adquirido una insólita actualidad a cuenta del "Pig-gate", tragicómico sobrenombre de un escándalo que evoca el pasado sexual de David Cameron y los cerdos.
No cuando era primer ministro, es verdad, sino cuando era estudiante y necesitaba hacer méritos para alistarse en el Bullingdon Club de Oxford. Una élite universitaria, para entendernos, que constreñía a los aspirantes a someterse a diferentes ejercicios de iniciación.
Y a David Cameron le reclamaron que practicara sexo oral con un cerdo. Que introdujera sus genitales en la boca del animal. Estando el animal muerto, porque de otro modo, es muy probable que la voz del premier británico resultara tan aflautada como la de una spice girl.
La "inocentada" ha trascendido ahora con la aparición de una biografía no autorizada, Call me Dave, en cuyo capítulo más bizarro se evoca el episodio de la cerdada. Con un problema técnico añadido: ¿es un acto de bestialismo, es un acto de necrofilia, son las dos cosas a la vez? ¿O no es ninguna de ellas, en cuanto una mera gamberrada?
Las cuestiones garantizan ventas y veneno al libro de Lord Michael Ashcroft, antiguo diputado conservador, amigo de "Dave" en aquellas andanzas universitarias y artífice de una venganza editorial que pretende desprestigiar la credibilidad del primer ministro británico.
No sólo ya exponiéndolo al escarnio de la opinión pública, sino demostrando que Cameron era un caprichoso y privilegiado señorito inglés que se entretenía en orgías con seres humanos. Y consumía drogas. Menciona la marihuana un capítulo de la "antibiografía", pero también sobrentiende el libro que la cocaína circulaba en el grupo de Cameron.
Es el pretexto para hablar de Boris Johnson, alcalde de Londres y compañero de experiencias transgresoras de Cameron en el club, así es que Lord Michael Ashcroft parece haber convertido la salida del opúsculo en una oportunidad para despecharse de ambos, con más razón cuando quedan dos semanas para la apertura del congreso nacional de los conservadores.
Conservadores en términos políticos, que no en términos sexuales. Han trascendido toda clase de bromas respecto al color rosáceo de Cameron (no digamos ya de Johnson), aunque el aspecto más llamativo del "pig-gate" consiste en que esta marcianada de bestialismo-necrófilo se antoja una grotesca parodia del debate sesudo que Charlie Brooker había introducido con su capítulo de Black Mirror.
La mitología nos cuenta en la Odisea que la maga Circe realizó un maleficio para convertir a los hombres en cerdos. Igual no hace tanta magia para conseguirlo...
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