“Soy republicano, católico, de Miami y no apoyo el embargo”
El Papa da misa ante miles de cubanos diversos, desde un exiliado conciliador a una afrocubana que le rehúye a la santería
En algún momento poco antes o poco después de las ocho de la mañana, en la Plaza de la Revolución de La Habana, la speaker, una locutora que daba indicaciones a la gente antes de que llegase el Papa, indicaciones, instrucciones y comentarios de interés general, se animó a subrayar la importancia de la palabra misericordia en la vista de Francisco, que para su encuentro con el pueblo cubano se ha autodesignado como El Misionero de la Misericordia.
Es muy importante la palabra, dijo la locutora. Misericordia. "De mis –enviar–, cordia –corazón–. Enviar el corazón". Su bisturí etimológico no estaba del todo afinado. En realidad misericordia viene del latín miserere, sentir compasión, y cor de corazón, y la traducción franca sería compadecerse. Tras el inciso lingüístico la locutora también dio una directriz de buenas costumbres cristianas: "Por cierto", dijo, "las cenizas de los difuntos se entierran, no se lanzan ni se esparcen en ningún lugar".
En esos instantes de espera, un joven bronceado de ojos verdes (en Cuba hay ojos muy verdes) respondía de manera desconcertante a la pregunta de si el materalismo ateo preconado por la Revolución castrista había calado en el pensamiento popular: "Eso siempe ha estado. Viene de muy antiguo. Siempre ha habido muchas otras religiones como esa, pero todas comparten el mismo Dios".
Si lo hubiera escuchado, a Francisco, un Papa con sentido del humor, seguro le habría gustado.
Por allí andaba un veinteañero llamado Max Barbosa que respondió más al caso: "En las escuelas nunca se ha enseñado materialismo ateo. Lo que ha enseñado la Revolución es justicial social".
Ya faltaba menos para que llegase el Santo Padre. En la Plaza de la Revolución. Donde todavía resuenan miles de horas de proclamas de Fidel Castro. Donde observan desde las fachadas de dos ministerios Ernesto Guevara, el mito rebelde, y Camilo Cienfuegos, el guerrillero del pueblo.
Con las gafas de sol subidas a la gorra, Lázaro Manuel Rodríguez, de 59 años, decía que la visita de Francisco le parecía oportuna: "Nuestro papá Fidel Castro nos enseñó a ser buenos cubanos, pero ahora necesitamos que el mundo también nos apoye contra el bloqueo".
Nuestro papá Fidel Castro nos enseñó a ser buenos cubanos, pero ahora necesitamos que el mundo también nos apoye contra el bloqueo Lázaro Manuel Rodríguez, de 59 años
Acto seguido añadió: "Mis padres son de Pontevedra y tengo pasaporte español".
Y al fin, se escucha a otro locutor: "Queridos hermanos, el papa Francisco está en la plaza. Bienvenido, Misionero de la Misericordia". Aplausos. Algunos. Porque la plaza no se llenó. Hubo aire entre los fieles.
Uno de ellos venido de Miami. Se había exiliado en 1966 con 12 años y volvió a Cuba por primera vez en 49 años el viernes pasado. Benito Quevedo, 62 años. Vino con la Arquidiócesis de Miami. No habla con la locuacidad de un cubano sino con la prudencia de un anglosajón.
Cuenta que es empresario del sector de la aviación. Lo acompaña su hija. Dice que tal vez en un futuro le gustaría invertir en su país de nacimiento. "Yo soy republicano, católico y de Miami pero no apoyo el embargo. Espero que en los próximos dos o tres años mi partido se decida a desmontarlo".
El Papa llegó y dio una vuelta por la plaza en el papamóvil entre la gente. En el suelo había salpicadas por aquí y por allá páginas del diario Granma. Periódicos de ayer, diría Héctor Lavoe.
Titulares pisados pero que siguen hablando de la realidad de un país.
No lo esperado, pero llovió de Oriente a Occidente.
Cooperantes cubanos mantienen prestaciones sociales en zona de diferendo fronterizo.
Villa Clara: beneficiarán con tarjetas magnéticas a jubilados.
El Papa circulando en su papamóvil y el coro cantando.
Francisco es la nueva luz
una luz en el camino...
Y otra noticia de Granma en el suelo.
¿Quién le pone la tapa al dulce?, dice un titular de 2013 que ha acabado alfombrando la misa de Bergoglio. El reportaje comienza con una crítica que probablemente no hubiera sido tan directa hace unos años en el diario del Partido Comunista de Cuba: "Parece increíble, pero es cierto. Una moderna máquina utilizada en la fabricación de la crema de guayaba, adquirida a un costo superior a los 180 mil dólares, permanece inactiva hace más de tres años por la falta de la tapa que sella el envase original. Eusebio Corrales Ariosa, uno de los obreros que durante algún tiempo operaron el equipo, siente un tremendo dolor cuando piensa en la posibilidad de que algo tan valioso se eche a perder producto de la inactividad y la indolencia". Dos elementos del discurso reformador de Raúl Castro recogidos en el arranque de un artículo oficial: la necesidad de una cierta autocrítica y sobre todo de producir.
El locutor pone orden. "Vamos a iniciar la celebración de la Santa Misa. Les recordamos que se debe evitar interrumpir al Santo Padre con aplausos. Así mismo no se deben ondear banderas ni carteles, pues estos distraen la celebración del Santo Sacrificio de la Misa".
Francisco habló y oró. El pueblo cubano congregado en la plaza escuchó. Le atendía desde lejos una mujer de color con un apellido inversamente proporcional a la dulce mirada con que lo observaba: Regla Asunción Odio Hernández, de 59 años, "nieta de un africano de una tribu lukumí y otro francés".
Por eso de ser nieta de lukumí, y por ser una señora de color con una especie de turbante en la cabeza, tuvo que aclarar que no, que ella no es santera: "Yo fui bautizada en una iglesia católica, aunque tuve un padrino que se empeñó en que yo tenía que ser yoruba. Pero cuando crecí no me gustó esa religión. No me nace. La que me gusta a mí es la católica. De lo yoruba no me gustan los bailes ni los cantos ni la forma esa de ellos de bilongo pacá y bilongo pallá".
¿Qué es bilongo?
Se ríe: "Son los hechizos que se echan. No me gustan los hechizos. Me gusta que todo el mundo se lleve bien y que viva en paz", dijo la señora Odio mientras hablaba El Misionero de la Misericordia.
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