El clientelismo lastra el núcleo del Estado griego
El miedo a perder privilegios explica la resistencia del sistema político a la hora de modernizar el Estado, como contempla el tercer rescate
En 2012, con Grecia ya inmersa en su segundo rescate, el catedrático Panayotis Karkatsoulis —nombrado ese mismo año mejor funcionario del mundo por la Sociedad Americana de Administración Pública— dirigió durante seis meses un equipo de 200 personas que puso patas arribas la Administración helena: qué se gastaba, en qué, cuántos puestos de trabajo había, en qué áreas… El detallado organigrama fue aceptado inmediatamente por la troika como hoja de ruta para reformar el Estado griego, pero el Gobierno de Atenas (entonces, el tripartito Nueva Democracia-Pasok-Dimar) lo torpedeó, y el esfuerzo quedó en nada.
Tres años después, Karkatsoulis, experto de la OCDE y el Banco Mundial y que este domingo repite en las elecciones como candidato del liberal To Potami, subraya la completa vigencia “del Estado clientelista” como rémora capaz de hacer fracasar cualquier reforma. “Es muy vigoroso aún, porque no hay un sistema de control y sí mucha resistencia política. Para acabar con él hacen falta líderes que no teman a las bases de sus partidos —hasta ahora se han opuesto tanto por miedo a perder base electoral, por ejemplo en el campo— y también el apoyo de la población”.
Cuando habla de partidos, el académico lo hace de los tradicionales Pasok y Nueva Democracia, pero también de Syriza. “Su Gobierno podría haber avanzado algo en estos meses, pero no ha hecho nada; al revés, ha contratado algunos funcionarios y recontratado a otros”, como las limpiadoras del Ministerio de Economía despedidas por el Ejecutivo anterior (una medida muy criticada en Bruselas). “Las contrataciones, los traslados o algunos procedimientos administrativos siguen siendo competencia del Gobierno de turno”, explica. Valga como ejemplo una importante revolución en el servicio exterior, apenas tres semanas antes de que Alexis Tsipras convocara las elecciones, a mediados de agosto: medio centenar de cuadros fueron sustituidos sin previo aviso, y sin razones aparentes. “Y no sólo en el servicio exterior”, añade el politólogo Dimitris Rapidis, “también ha habido nombramientos a dedo de afines en otros ministerios”.
“Cuando hablamos de la crisis griega, este es el problema básico. La crisis no es sólo financiera, económica o política, su núcleo duro es el entramado de intereses y favores que conforman el clientelismo, que existe como un todo orgánico”, sentencia el catedrático, optimista no obstante, si bien subraya que el tercer rescate, pese a incidir en reformas concretas, "carece de plan supervisor y de concepto global".
Karkatsoulis ha sido durante 20 años profesor en la Escuela Nacional de Administración Pública (ESDD, en sus siglas griegas), una copia a escala reducida de la prestigiosa ENA, esa cantera de las élites dirigentes francesas. La ESDD se creó a primeros de los ochenta, con el primer Gobierno del Pasok, y fue la niña de los ojos de Kostas Simitis, primer ministro socialista durante dos mandatos consecutivos (1996-2004), el tecnócrata que se empeñó —y fracasó— en modernizar el país. Hoy, tras seis años de crisis, la ESDD funciona a medio gas por recortes del presupuesto, “con promociones de 80 o 90 graduados al año, frente a los 250 o 300 que tenía antes”, explica Efi Stefopoulou, presidenta de la asociación de antiguos alumnos, que incide en “el carácter predominantemente reformista del tercer rescate, a diferencia de los anteriores, basados en recortes y ajustes”.
De ahí que defienda, como egresada de una escuela “con un altísimo nivel formativo”, el papel de los cuadros formados en la ESDD en esa transformación: de consejeros de prensa y comerciales a cuadros de la Administración local, gestores del sistema público de salud o expertos en economía turística y desarrollo. “Los estudios duran dos años, son un posgrado, y al terminar el egresado se convierte automáticamente en alto funcionario”, explica Stefopoulou, quien reclama con urgencia que el Estado vuelva a funcionar. “En los últimos ocho meses sólo se han adoptado acciones urgentes, y hay verdadera necesidad de armonizar legislativamente todas las medidas. Esto, que en cualquier Estado es algo automático, este tiempo en Grecia se ha vuelto excepcional”.
Fatiga reformista
Frente al aire de fatiga reformista que flota en el ambiente, muchos griegos asumen la necesidad de cambios estructurales, radicales, y a la vez la dificultad de acometerlos. “Durante los últimos 30 o 40 años, una minoría que de verdad quiere modernizar Grecia no ha logrado imponerse a la mayoría que se resiste a perder privilegios”, sostiene un egresado de la ESDD amparado en el anonimato y que se muestra escéptico sobre el poder real de unas cuantas promociones de funcionarios independientes y con aliento modernizador. “No hablo sólo de los partidos políticos, sino de todas sus correas de transmisión. En los últimos meses, por ejemplo, han desembarcado en Syriza numerosos cuadros del Pasok que se resisten a perder privilegios”.
Confirman la acusación el profesor Karkatsoulis (“por eso el Pasok se ha hundido por completo, porque han abandonado el barco muchos”), el politólogo Rapidis y, por encima de todos, el célebre escritor Petros Márkaris, azote del clientelismo, que ya en julio, sin asomo de campaña a la vista, avisaba de ello: “Cuando se hundió el Pasok por efecto de la crisis, su núcleo duro, incluidos sus sindicalistas, desembarcó en Syriza”.
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