Asesinato en directo y viral
El hombre que mató a dos periodistas de televisión ideó cómo colmar su afán de gloria
“Grabé el tiroteo mira Facebook”.
Ese fue el último mensaje publicado el miércoles por Vester Lee Flanagan en su cuenta de Twitter. Lo hizo casi cuatro horas y media después de matar a dos excompañeros de trabajo en una emisión en directo en televisión en un pueblo de Virginia.
A los 15 minutos de ese mensaje, Flanagan se suicidó. Para entonces, el exreportero ya se había asegurado de que el impacto atroz de una muerte en directo —y la difusión de su propia grabación de los disparos y de varios mensajes de justificación— colmaran sus ansias de gloria, narcisismo y viralidad online.
El asesinato en Moneta de Alison Parker, una reportera televisiva de 24 años, y Adam Ward, un camarógrafo de 27, propicia un examen de conciencia en Estados Unidos. No es un tiroteo más. En él confluyen la extendida violencia armada en este país, la atracción morbosa que suscita, y la cultura frenética de la instantaneidad en las redes sociales y los canales televisivos de 24 horas de noticias.
Flanagan, de 41 años, responde al perfil de asesinos que se quitan la vida tras sus acciones y sueñan con que su rostro inunde la televisión. Lo ha logrado.
Otros asesinos han fotografiado a sus víctimas y han mandado escritos en que justifican su sin razón. La muerte en directo en televisión tampoco es insólita en EE UU. Sucedió en 1963 con los tiros contra Lee Harvey Oswald, el asesino del expresidente John F. Kennedy. O en 2001 con las personas que se lanzaban al vacío desde las Torres Gemelas tras los atentados del 11-S.
Pero no se recuerda ningún otro caso como el de Virginia, en que el tirador se esmere tanto en tratar de adquirir ese afán protagonista. “Este último caso lo podrías llamar tristemente un signo de los tiempos”, dice en una entrevista telefónica Joel Dvoskin, expresidente de la Sociedad Psicológica Legal Americana y profesor en la Universidad de Arizona.
Dvoskin, que es psicólogo forense, considera preocupante que el tiroteo de Moneta se convierta en un modelo que pueda tener imitadores. Las redes sociales permiten al asesino lograr una “importancia exagerada”, algo que hace unos años dependía únicamente de la cobertura televisiva.
Flanagan acumulaba dos décadas de experiencia como reportero televisivo. Sabía que la combinación de un asesinato emitido en directo y un vídeo grabado desde otro ángulo chocarían a la opinión pública. No esperó a que los medios de comunicación hablaran de él, sino que él mismo publicitó su atrocidad en Internet. También mandó un escrito de 23 páginas a la cadena ABC, en que esgrimía haber sufrido discriminación racial y sexual en el trabajo, y alababa matanzas anteriores en EE UU. Flanagan era negro. Sus dos víctimas, blancas.
Facebook y Twitter clausuraron las cuentas que Flanagan tenía bajo el nombre de Bryce Williams, el que utilizaba como reportero. Pero entonces sus mensajes —en uno acusaba de racismo a Parker— y su vídeo ya se habían propagado por las redes, con retuits y clics de favorito.
Varios periodistas y celebridades abogaron por no difundirlos para no alimentar el anhelo de fama del asesino. En su perfil de Twitter, Mike Leslie, reportero de una televisión de Texas, pidió no compartir el vídeo de Flanagan sino uno sobre los dos fallecidos hecho por sus compañeros en el canal WDBJ. Chris Hurst, novio de Parker y presentador en ese canal, publicó una fotografía junto a ella en que se declaraba “paralizado”.
El psicólogo Dvoskin no culpa a las redes sociales. Como todo, tienen ventajas e inconvenientes. De un lado, destaca las aplicaciones que ayudan a prevenir suicidios. Pero del otro, las redes permiten a personas “adquirir fama más rápidamente de lo que podían hace unos años”.
La clave, esgrime, es la reacción del público ante vídeos como el del tirador de Virginia. “Una de las mejores maneras de frenar una mala conducta en cualquier contexto es ignorarla”, aduce. Dvoskin cree que ayudaría a atenuar ese deseo de fama si los canales informativos de televisión, obsesionados en la noticia de última hora, y las plataformas en Internet establecieran protocolos comunes para evitar difundir mensajes o coberturas que otorguen protagonismo a un asesino.
El profesor traza cierto paralelismo con la macabra propaganda online del Estado Islámico. “Es irónico que cuando clicas en un vídeo de una decapitación estás literalmente alentando al terrorista que cometió ese acto porque eso es exactamente lo que quiere”, dice.
En un tono similar se expresó el miércoles Andy Parker sobre el vídeo de la muerte de su hija reportera: “Es como mirar esas decapitaciones. No voy a mirarlo. No puedo mirarlo. No puedo mirar cualquier noticia. Todo lo que haría sería romper más mi corazón de lo que ya lo está”.
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