_
_
_
_

Estados Unidos teme la amenaza de los atacantes solitarios

El tiroteo mortal de Tennessee evidencia la dificultad de prevenir ataques

Una mujer en un memorial por los fallecidos
Una mujer en un memorial por los fallecidosJOE RAEDLE (AFP)

En mayo, Elton Simpson y Nadir Soofi murieron al tratar de atacar una exposición de caricaturas de Mahoma en Texas. En junio, Dylann Roof mató a nueve negros en una iglesia en Carolina del Sur. Desde el jueves, Muhammad Youssef Abdulaziz, tras asaltar a tiros dos instalaciones militares en Chattanooga (Tennessee), se ha unido a la lista de recientes atacantes solitarios en Estados Unidos.

Sus objetivos, motivos y número de muertes causadas varían; pero coinciden en haber perpetrado por su cuenta un acto violento contra un blanco predeterminado. Sus perfiles son una pesadilla para los servicios de inteligencia. No provienen de un país lejano, sino que están entremezclados en la población local. Y apenas dan indicios de sus intenciones. Detectar y prevenir sus acciones es muy complejo.

Abdulaziz, estadounidense nacido en Kuwait hace 24 años, no había sido investigado antes del ataque en Chattanooga, la ciudad del sur de EE UU en la que vivía desde niño. Mató a cinco personas. Cuatro marines fallecieron el jueves y este sábado lo hizo un oficial de la Marina herido de gravedad en el tiroteo.

Aumentan a cinco las víctimas mortales al fallecer un oficial de la Marina, que estaba gravemente herido

Abdulaziz murió presuntamente abatido por la policía. Las autoridades investigan el doble asalto como un acto de terrorismo hasta que se demuestre si lo fue. Por ahora no se ha hallado ninguna conexión del atacante con círculos yihadistas, ni que se inspirara en grupos como el Estado Islámico (EI). Los investigadores examinan un viaje de siete meses que hizo el año pasado a Jordania, el país de nacionalidad de sus padres. También quieren esclarecer si visitó Yemen, cuna de la filial más peligrosa de Al Qaeda. El objetivo es determinar si en esos viajes pudo radicalizarse.

Según el portal Site, que analiza redes extremistas, Abdulaziz inició el pasado lunes un blog en Internet, en que describe su existencia como una “prisión” de monotonía y alaba a los primeros seguidores del profeta Mahoma que “lucharon la Yihad en nombre de Alá”. Y la noche antes del tiroteo, según la agencia Reuters, el atacante le mandó a un amigo suyo un mensaje de móvil que incluía un vínculo a un verso islámico que rezaba: “A cualquiera que muestra enemistad con un amigo mío tengo que declararle la guerra”.

El caso de Chattanooga llega en un momento de creciente preocupación por atentados de simpatizantes del EI -que ha instado a una Yihad local- tras una oleada de ataques solitarios en los últimos meses en Australia, Canadá, Francia, Dinamarca y Túnez. En las últimas seis semanas, una decena de sospechosos de yihadismo han sido detenidos en EE UU.

Christopher Swift, experto en terrorismo en la Universidad de Georgetown en Washington, divide a los atacantes solitarios en cuatro perfiles. La falta de detalles impide clasificar a Abdulaziz. Primero, los que viajan -la mayoría jóvenes con dudas identitarias- a Oriente Próximo para luchar para grupos como el EI.

Un entorno familiar problemático

Sus conocidos han descrito a Muhammad Youssef Abdulaziz como una persona corriente, aunque algunos han sugerido que volvió cambiado de su viaje el año pasado a Jordania. En 2012 se licenció en Ingeniería. Hace tres meses, empezó a trabajar como supervisor en un fabricante de cables, pero desde el lunes se había ausentado esgrimiendo que estaba enfermo. No ha trascendido ningún incidente destacable de Abdulaziz, al margen de ser multado hace unos meses por la policía por conducir ebrio.

Documentos judiciales revelan que el atacante y sus cuatro hermanas crecieron en un entorno familiar islámico problemático. Su padre, que trabaja en una agencia municipal, solicitó en 2002 protección por bancarrota. Siete años después, la madre de Abdulaziz pidió divorciarse alegando que su marido abusaba sexual y físicamente de ella, pero finalmente canceló su petición.

Las autoridades investigaron hace unos años al padre de Abdulaziz por entregar dinero a una organización con posibles lazos terroristas, pero más adelante lo desestimaron.

En segundo lugar, los que reciben entrenamiento de esas organizaciones, pero vuelven a sus países para actuar por su cuenta. Ese el caso de los dos hermanos que atacaron en enero la sede de la revista francesa Charlie Hebdo. Al menos uno de ellos se entrenó con la filial de Al Qaeda en Yemen.

La tercera categoría es la de quienes actúan “inspirados o dirigidos” por un líder espiritual o alguien que conocen en Internet. Es el caso del estadounidense de origen árabe que en 2009 atacó una base militar en Texas y mató a 13 personas.

Y la última, es la de aquellos que se radicalizan solos y perpetran un ataque sin inspiración exterior. Ese es el perfil de los hermanos Tsarnaev, cuyo atentado en 2013 contra la maratón de Boston mató a tres personas; y de Roof, el supremacista blanco que hace un mes atacó una histórica iglesia afroamericana en Charleston.

La clave, explica Swift en una entrevista, es determinar si el ataque está ligado a una organización para entender las causas de la violencia. Si no lo está, dice, es un acto criminal que requiere su propia receta. La suya es impulsar una “intensa relación” con comunidades en las que hay mayor riesgo de que afloren atacantes solitarios. El presidente Barack Obama ha abogado por un enfoque similar, pero, en paralelo, ha admitido un problema adicional en EE UU: la necesidad de endurecer el acceso a armas de fuego.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_