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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El drama se vuelve farsa

Tsipras y su partido, Syriza, han demostrado su incomprensión de las complejidades del entramado político y económico de Europa

“Grecia presenta a Europa un plan similar al rechazado en el referéndum”. Este titular o este tuit mil veces repetido la noche del jueves causó primero sorpresa y después alivio: Grecia, si no hay sobresaltos de última hora, se queda en la zona euro y cuenta con un plan claro para salir del abismo. El paso atrás de Atenas ante el precipicio salva también el proyecto europeo de la probablemente mayor crisis de su historia. Enhorabuena a todos. Pero es más que eso.

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha convertido el drama en una farsa. La catarsis colectiva de un referéndum exprés, convocado de madrugada sobre un plan que había dejado de estar en vigor a costa del padecimiento de una semana de corralito por los griegos de toda condición, y poner en peligro la temporada turística podría haberse evitado si los intereses generales hubieran prevalecido sobre los de partido y los personales del propio Tsipras, que, como ha declarado el escritor Petros Márkaris a este diario, “solo buscaba fortalecer su posición interna”.

Tsipras y su partido, Syriza, han demostrado, con el cometa Yanis Varoufakis a la cabeza, su amateurismo político, su incomprensión de las complejidades del entramado político y económico de Europa y, sobre todo, que la irresponsable manipulación de las emociones nacionales solo conduce al fracaso y la ruina.

Pero Tsipras ha dado también otra señal: su Gobierno es imprevisible y contradictorio. No tuvo muchos escrúpulos para aliarse con la ultraderecha nacionalista en enero ni pareció importarle consumir cinco meses jugando al ratón y al gato con Europa mientras la situación económica y social iba deteriorándose —de una modestísima perspectiva de mejora al final de año se pasó al colapso financiero— hasta llegar al clímax del referéndum y salvar el cuello en el último minuto gracias en parte, gran paradoja para el nacionalismo griego, a la presión ejercida por EE UU sobre los europeos.

Ahora tendrá que cumplir un programa de reformas —una palabra que aborrece la izquierda no socialdemócrata como Syriza— bajo la atenta mirada de Occidente y empezar a cambiar la cultura de la subvención, el clientelismo y las pequeñas corruptelas de la sociedad tradicional griega. Gobernar la austeridad sobre un mar de frustración social y con el apoyo imprescindible de lo que queda de las fuerzas políticas proeuropeas que votaron sí en el referéndum.

Los griegos han sufrido extraordinariamente la disciplina de Berlín y Bruselas durante cinco años. No se merecen más saltos mortales al vacío.

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