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El referéndum empuja a Grecia hacia una fractura política y social

El referéndum del domingo ha generado incertidumbre y confusión entre la población

María Antonia Sánchez-Vallejo
Partidarios del 'sí', en Tesalónica.
Partidarios del 'sí', en Tesalónica.SAKIS MITROLIDIS (AFP)

El referéndum del domingo no ha generado en Grecia un estado de opinión, sino de ánimo. De incertidumbre y confusión, por no hablar de otras respuestas más viscerales como el miedo o la rabia. Con la economía en caída libre –en los bancos quedaban ayer entre 80.000 y 100.000 millones de euros- y la práctica parálisis de muchos negocios, lo de menos es la ardorosa batalla política entre los partidarios del y los del no -convertidos en dos bandos con sus respectivas trincheras-, sino la incógnita del día D, cuando cualquiera de los resultados abra un nuevo interrogante: el no, una negociación imposible con los socios; el , una probable caída del Gobierno y la convocatoria de nuevas elecciones, como pronto en septiembre.

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Ni siquiera las encuestas se ponen de acuerdo, confirmando únicamente la volatilidad del juicio. Ayer, la de la encuestadora GPO para un portal de noticias preveía casi un empate (47% a favor del sí; 43%, por el no), pero la publicada la víspera por el diario Efimerida ton Syntakton (izquierda) auguraba, ya con el corralito en vigor, una victoria del no (46%) frente al sí (37%), si bien antes del cierre de los bancos el no sacaba aún más ventaja (11 puntos). Muchos atribuyen este vuelco a la estruendosa campaña por el sí que realizan los principales canales privados de televisión –peones de un entramado de intereses inextricable, económicos y políticos-, que “puede hacer bascular un resultado inicialmente favorable a Syriza, con buena parte del apoyo que le dio la victoria en enero intacto”, explica el especialista en demoscopia Sotiris Yassos. “Pero esta es una situación excepcional que ni siquiera las encuestas van a poder desentrañar con precisión”. Los indecisos son en torno al 20%.

Desde la convocatoria del referéndum, hace una semana, Grecia vive una crisis financiera, política y nacional inédita desde el restablecimiento de la democracia, en 1974; en nada comparable a 2012, cuando parecía inminente su salida de la eurozona y el arrastre del resto de países miembros. Replegada como en un búnker ante los mensajes de Bruselas, maniatada económicamente –comerciantes incapaces de hacer frente a sus pagos o medrosos de aceptar tarjetas, empresas extranjeras preparando las maletas -, hay otro escenario aún más temible, por lo potencialmente furioso: el día que los bancos se queden a cero. “Podremos habernos quedado sin dinero el martes si la gente sigue sacando 60 euros al día”, decía ayer un alto responsable bancario citado por la agencia Reuters.

Jristos Kokoras, jefe de análisis de Ernst & Young en Atenas, piensa abiertamente en el exilio, tras rechazar dos veces sendas ofertas para marcharse del país durante los peores años de la crisis. “Hemos aguantado, incluso con niños pequeños, porque somos griegos y queremos vivir aquí. Pero ahora… están rotos todos los canales, la desconfianza del mercado hacia Atenas y la pérdida de credibilidad del Gobierno va a costar mucho superarlas… trabajo con bancos extranjeros, y sé lo que digo. Es muy legítima la aspiración de mejorar las condiciones de la ayuda, pero no puedes romper las reglas del juego si eres la parte más vulnerable de la negociación”, cuenta en relación al Gobierno, mientras declina revelar su voto.

Los últimos y dispares sondeos

El sondeo del instituto GPO para un portal de noticias publicado ayer arrojaba los siguientes porcentajes sobre el referéndum del domingo en Grecia: el 47% se declaraba a favor del sí; un 43% apostaba por el no .

La encuesta del ProRata Institute para el diario Efimerida ton Syntakton (de izquierdas), publicada el 1 de julio, también con las medidas del corralito ya vigentes, daba este resultado: a favor del no (46%), y partidarios del (37%).

Antes del cierre de los bancos anunciado el domingo 28, otro sondeo de ProRata daba al no un apoyo mayor, del 57%, frente al 30% del .

Ioanna, 28 años, dos carreras universitarias y dos idiomas, con un sueldo de 420 euros al mes como dependienta en unos grandes almacenes, tiene clara qué opción marcará en la papeleta. “Votaré que no, porque las condiciones que nos imponían los socios son un callejón sin salida, sólo conducirían a más recesión y miseria. No hablo en absoluto de salir del euro, aunque este referéndum haya roto ese tabú, aquí y en Europa; sólo defiendo levantar cabeza tras cinco años de obediencia”. No obstante, a juzgar por lo que oye a sus abuelos, “muy asustados”, teme que se imponga el miedo y “finalmente la gente vote con la mano en el bolsillo”.

En el tramo final de esta fugaz campaña, sacudida por el disenso de cuatro diputados de Griegos Independientes (ANEL, socio de Syriza en el Gobierno, a favor del no), ambos bandos velan armas, movilizando a los suyos, incluida la sociedad civil (200 artistas, a favor del no; los empresarios y comerciantes, junto con medio centenar de profesores universitario, por el sí). El primer ministro, Alexis Tsipras, tiene previsto intervenir hoy en la manifestación por el no, programada a la misma hora, y distinto lugar, que la contraria. Los comunistas del KKE hicieron ayer una demostración de fuerza en el centro de Atenas, con un mensaje contradictorio: no a la propuesta de las instituciones, no a la propuesta del Gobierno. “La cuadratura del círculo”, bromeaban en una taberna cercana los arquitectos Yanis y Kostas, dos tradicionales votantes del KKE, que el domingo desoirán las consignas de su líder. “Esta vez hay que tomar partido claramente, y nosotros lo haremos por el no. El domingo la izquierda –sin siglas ni apellidos- se juega mucho, y no sólo en Grecia, sino en Europa”.

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