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Srebrenica muestra los límites de las misiones de paz de la ONU

Representantes de Naciones Unidas, la OTAN y la UE piden disculpas por no evitar el genocidio perpetrado en la ciudad bosnia

Isabel Ferrer

Naciones Unidas, la Unión Europea y la OTAN, tres de los representantes destacados de la comunidad internacional, fallaron estrepitosamente en la guerra de Bosnia. Sobre todo, en los días anteriores al genocidio de Srebrenica -el asesinato sistemático y premeditado de unos 8.000 varones musulmanes bosnios en 1995 a manos de tropas serbias- que nadie previó en los despachos de Nueva York y Bruselas. Un fracaso político en toda regla, donde las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU se dictaron pensando más en tranquilizar a los votantes de los distintos Gobiernos implicados, que en su posible cumplimiento. Y también un error militar, porque no siempre hubo sintonía entre las autoridades civiles y los uniformados. Prueba de ello es la tardanza en lanzar un ataque aéreo en toda regla antes de que la ciudad bosnia fuera tomada por los soldados del general Ratko Mladic.

Con el 20 aniversario de la tragedia en puertas (el 11 de julio), las tres instituciones implicadas han pedido disculpas este miércoles por una operación “para la que faltaron medios y debió haberse diseñado para asegurar la paz, en lugar de mantenerla, cuando lo que había era una guerra en marcha”, en palabras de Yasushi Akashi, en su momento, enviado especial del secretario general de la ONU para la antigua Yugoslavia. La lección aprendida allí debe reflejarse en un mejor diseño de las misiones de paz, difíciles de organizar cuando pocos países están dispuestos a correr riesgos ante la opinión pública.

El coro de disculpas ha sido unánime y se ha producido en un encuentro patrocinado por el Instituto de La Haya de Justicia Global y el Museo del Holocausto de Estados Unidos. Pensado para analizar el proceso de toma de decisiones a escala internacional, con Srebrenica como ejemplo, a los “remordimientos” de Akashi, “porque queríamos una paz duradera y nuestra prioridad era la asistencia humanitaria, pero fue imposible lograrlo”, se ha sumado el resto de los participantes. Carl Bildt, exprimer ministro sueco y enviado de la UE a la antigua Yugoslavia en 1995, ha subrayado que las “zonas seguras” designadas por la ONU (entre ellas la propia Srebrenica) no lo eran. “Hay que ser honestos y tener en cuenta que las resoluciones de la ONU, de no cumplirse, tienen repercusiones inmediatas para los civiles”. “Por otro lado, hubo un momento en que los líderes políticos serbios, Milosevic y Karadzic, y su jefe militar, Ratko Mladic, propusieron traslados masivos de civiles de un territorio a otro. Una especie de limpieza étnica pacífica encubierta en forma de corredores humanitarios. Ante algo así, hay que saber cuáles son los valores que defendemos”, ha dicho.

Sus palabras han dado pie a Muhamed Durkovic, superviviente del genocidio, para centrar la atención en las víctimas. “La comunidad internacional subestimó lo que podría pasar, es cierto, y hay que pedir perdón por ello. No hubo teorías conspiratorias, pero los refugiados civiles de la ciudad sí sabíamos que nuestra muerte estaba asegurada. Vimos que aquello sería el toque definitivo de la limpieza étnica llevada a cabo en Bosnia-Herzegovina. Lo demás es insultar a los fallecidos. El problema, ahora, sigue siendo la reconciliación”, ha asegurado.

Zlatko Lagumdzija, viceprimer ministro de Bosnia-Herzegovina entre 1992 y 1994, ha abundado en este extremo recordando que todavía hay quien niega el genocidio bosnio. “O lo que es igual, rechazan la idea de una sociedad compartida y sin segregación étnica”. Justamente hoy, ha trascendido la pugna entre Rusia (y Serbia) de un lado, y el Reino Unido, de otro, por el uso del temido término en la resolución que Naciones Unidas publicará en recuerdo de los 20 años de Srebrenica. Los dos primeros abogan por llamarlo “crimen enorme y horroroso”. El borrador de la resolución, preparado por Londres, habla de genocidio sin rodeos.

La cita de La Haya ha sido muy dura para Joris Vorhoeve, ministro holandés de Defensa (1994-1998), y responsable del envío del batallón de cascos azules destacado en Srebrenica. “Hubo un fallo generalizado de la ONU, la OTAN y las misiones de paz. Y yo lamento no haber tomado un avión hacia Bosnia para pedir, en persona, el apoyo aéreo que nuestros soldados necesitaban. Lo hice solo por teléfono, pero creo que lo ocurrido poco tiene que ver con la actuación de 150 soldados enfrentados a 2.000 tropas serbias”, ha señalado. El general Rupert Smith, comandante de UNPROFOR (Fuerza de Protección de Naciones Unidas) en Bosnia en 1995, ha sido más directo. Responsable de romper el sitio de Sarajevo, que puso fin a la guerra, ha afirmado lo siguiente: “Para meterse en una guerra hay que saber contra quién peleas, y aquí hubo dos operaciones simultáneas, de la OTAN y la ONU, respondiendo a públicos diferentes. Y no, no creo que la fuerza militar hubiera podido evitar algo como lo de Srebrenica”, ha matizado.

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