Un verso para Cuba y EE UU
El artista neoyorquino Emilio Pérez, hijo de exiliados cubanos, se reencuentra en La Habana con su familia y exhibe su obra en el malecón durante la 12 Bienal
La historia del artista neoyorquino Emilio Pérez es, resumida, la historia de Cuba. También, la del encendido desencuentro que durante 55 años ha enfrentado a Washington y La Habana y que ahora empieza a desatascarse. La aventura vital de Emilio en realidad comienza mucho antes en Asturias, de donde era oriundo su abuelo, que como cientos de miles de españoles emigró a la isla a comienzos del siglo XX buscando progresar. Igual que muchos de sus compatriotas, Don Emilio lo logró solo a medias y después de años de esfuerzo, pero cuando ya tenía encarrilada la cosa llegó el Comandante y mando a parar.
Como mis padres, Martí fue un exiliado en Nueva York. En mi obra pretendí atrapar esa nostalgia y capturar la dinámica de la vida cotidiana de Cuba, y sus colores, siguiendo el esquema rítmico de la rima de su poesía
La expropiación de La Moratoria, la tienda de ropa que tenía en Matanzas, fue en mazazo, pero ni por esas quiso marcharse de Cuba su abuelo. Sin creer en la revolución, Emilio Fernández permaneció en La Habana hasta su muerte, en 1968, si bien su hija María Elvira no tuvo tanta paciencia y en 1961 se exilió en EE UU junto a su esposo, José Ignacio Pérez. “El día en que se fueron dijeron que Cuba no existía más. Fue un gran dolor para ellos”, afirma.
Emilio nació en EE UU en 1972. Pero se crió como un norteamericano sólo hasta cierto punto. Desde su llegada, sus padres trabajaron para la banca en Nueva York y llegaban tarde a casa, y él pasó la mayor parte su infancia al cuidado de sus dos abuelas cubanas. “Tenía sus dichos y me gustaban las cosas que les gustaban a ellas. La broma en casa es que yo hablaba como una viejita cubana”. La presencia de Cuba en casa era constante, aunque “estaba asociada fundamentalmente al dolor y a la pérdida”. Cuba era para él algo “vivido” a través de la experiencia de otros —sus padres y sus abuelas— y también una categoría en su imaginación. “Yo quería tener mí propia visión de Cuba”, cuenta hoy, en el malecón habanero, al lado de su familia.
Emilio se hizo artista y entonces empezó a conocer el país de sus padres a través del arte y de algunos artistas cubanos exiliados o que a veces visitaban Estados Unidos Con uno de ellos, Glexis Novoa, decidió hacer un viaje iniciatico a la isla en 2001 para hacer un trabajo sobre la performance en Cuba en los años ochenta. Aquel primer viaje fue importante, y conoció a parte de su familia cubana, incluido el escritor Enrique Núñez Rodríguez, un periodista famoso en su país y defensor de la revolución. “Pero yo quería viajar a Cuba de otro modo. Quería venir a mostrar mi obra”. El verano pasado recibió la invitación de participar en la exposición Detrás del muro, durante la 12 Bienal de La Habana y dijo que sí. “Tenía dudas: por un lado, no quería traicionar la vida y el dolor de mis padres, por otro lado deseaba hacerlo”.
Resultó que cinco meses después Raúl Castro y Obama anunciaron el restablecimiento de relaciones y el inicio de una nueva etapa. “Estoy feliz de ser parte de este momento histórico”, aseguraba al inaugurar Un verso sencillo, un mural de 9 metros inspirado en el poemario Versos Sencillos del Héroe Nacional de Cuba, José Martí. “Como mis padres, Martí fue un exiliado en Nueva York. En mi obra pretendí atrapar esa nostalgia y capturar la dinámica de la vida cotidiana de Cuba, y sus colores, siguiendo el esquema rítmico de la rima de su poesía”.
La pieza, realizada en Nueva York, viajó a La Habana y cuál no sería su sorpresa cuando, el día de su montaje, apareció en el malecón toda su familia —a gran parte no la conocía— para ayudarle a instalarla. Rodeado de su gente, Emilio expresaba su emoción: “Yo soy norteamericano y no entiendo ni comparto muchas cosas políticas de Cuba. Pero en ningún otro lugar del mundo me siento como aquí”. En ese momento pensaba en su abuelo asturiano, en sus padres y, claro, en sus primos cubanos.
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