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Nueva York mira al frente

El Observatorio en la Torre Uno celebra la determinación de la ciudad de los rascacielos por emerger de las ruinas de 11-S

Simulación en el ascensor del Observatorio de la Torre Uno.
Simulación en el ascensor del Observatorio de la Torre Uno.Miguel Rajmil (EFE)

El ascenso no llega a los 50 segundos. Es lo que se tarda en subir los 102 pisos que llevan al Observatorio de la Torre Uno del World Trade Center. La rápida remontada se nota ya a medio camino en los oídos. Es solo una anécdota cuando se piensa en los nueve años que llevó construir el flamante rascacielos. El ascensor funciona como una especie de cápsula del tiempo. En lugar de ventanas al exterior, sus tres paredes recrean el desarrollo de la ciudad durante los últimos 500 años, en una espectacular panorámica virtual.

Justo al final de la simulación se puede ver durante unos segundos las antiguas Torres Gemelas, antes de desaparecer. Y afloran los recuerdos. Es solo el comienzo para el visitante de la experiencia de esta especie de parque temático montado en la cima de la estructura más alta en el hemisferio occidental y que está llamada a ser la mayor atracción turística en Nueva York cuando abra las puertas al público el próximo viernes 29 de mayo. Disfrutarla le costará 32 dólares por adulto. El pase es seis dólares más barato para los niños.

La visita comienza realmente casi a pie de calle, nada más pasar el control de seguridad, en una sala en forma de caverna llamada “Voices”, que trata de replicar el suelo de granito que hacen de base a los rascacielos de Manhattan. Ahí se puede escuchar el testimonio de 48 trabajadores que participaron en la construcción de este edificio de 1.776 pies de altura —el año de la Declaración de la Independencia. Los primeros inquilinos ya están ocupando algunas plantas.

El Observatorio está en los pisos 100, 101 y 102 de la también conocida como Torre de la Libertad, sobre un total de 104 plantas. Eso equivale a unos 380 metros desde las estrechas calles que tejen el bajo Manhattan, una altura muy similar a la de los miradores del Rockefeller Center y el Empire State Building, que se ven a lo lejos en Midtown. En un día claro, la visibilidad es de unos 80 kilómetros, suficientes para ver el océano Atlántico mirando hacia el puerto. Se puede apreciar incluso cómo empieza a curvarse el horizonte.

La herida que el atentado de 11-S abrió en el granito está ahora completamente tapada. Desde tan alto, el imponente esqueleto en forma de espinas que define la estación diseñada por Santiago Calatrava se queda pequeño. Ahí los trabajos continúan, como en otras dos torres más que emergen hacia el Este. Pero las vistas no son todo en esta atracción. David Checketts, ejecutivo de Legends, la sociedad que opera el Observatorio, es un espacio creado para entretener. Se calcula que costó cerca de 90 millones.

Take de Tour de One World Observatory en Vimeo.

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Proyección en 3D

“No hay un observatorio igual en todo el mundo”, vende a los asistentes al evento de presentación de la instalación. Al abrirse las puertas del Sky Pod, como llaman a los cinco ascensores que suben a la cima, con capacidad para transportar a 15 personas cada uno, el visitante se encuentra con una sala llamada “See Forever Theater”, donde se proyecta un vídeo de dos minutos en 3D que muestra con imágenes a vista de pájaro la frenética vida en la metrópoli.

Al levantarse la pantalla, se tiene la primera vista del skyline de Manhattan. La exhibición está repleta de tecnología y elementos interactivos para el que no quiera mirar fuera. El objetivo es presentar al visitante Nueva York de la mejor manera posible. Ese “siempre mirando hacia delante” es, de hecho, el mantra que une todos los elementos del mirador y que pretenden celebrar el espíritu de superación y la determinación que caracteriza a los ciudadanos neoyorquinos.

El recuerdo de la destrucción creada por el 11-S es inevitable durante la hora que dura el recorrido. “Hemos pensado mucho en esto”, señala David Kerschner, responsable de la atracción, “al final hemos logrado dar con la vía más respetuosa posible” con los que sufrieron los atentados, para conseguir un delicado equilibrio entre el pasado y el futuro del World Trade Center. Los familiares de las víctimas y los participantes en las labores de rescate tendrá acceso gratis.

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La apertura del Observatorio en la Torre Uno es el último paso en el largo proceso de recuperación de la zona baja de Manhattan, convertida en una zona más residencial. El próximo martes, unos 3.000 estudiantes podrán visitar la exhibición antes de que se abra al público. La planta principal es la 100. Ahí el Sky Portal muestra en el suelo una imagen de vértigo de la actividad en la calle. En City Pulse, el visitante “conecta” con los barrios que se ven desde lo alto y reciben recomendaciones personalizadas sobre lo que pueden hacer.

Se esperan 3,5 millones de visitantes al año. Por 15 dólares más, se puede utilizar la tableta electrónica para hacer una toma del skyline, durante la que emergen imágenes e información narrada por el novelista estadounidense Jay McInerney, autor de Bright Lights y Big City. La planta intermedia está reservada a los restaurantes. El visitante tiene tres opciones: un café en el que hacen bocadillos y ensaladas en el momento, uno más tipo bar que ofrece tapas y cócteles y en otro más formal que sirve comida tipo gourmet.

En la 102 hay además un espacio reservado para eventos especiales, con capacidad para 300 personas. Como insiste Kerschner, este mirador no está pensado solo para subir en ascensor, disfrutar de la vista y volver a bajar. Si el ascenso impresiona, el descenso pone los pelos de punta cuando las pantallas que envuelven al visitante ofrecen una simulación de un vuelo rodeando los rascacielos. El Observatorio abre todos los días desde las 9 am local hasta la medianoche durante el verano.

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