Pisos de lujo en una ruina nazi
Dos empresas construirán apartamentos y un hotel en Prora, el inmenso centro vacacional en el Báltico ideado por Hitler en 1936, que nunca llegó a habitarse
En pleno apogeo de su poder, Adolf Hitler tuvo un sueño de verano que debía alegrar la vida a la clase trabajadora del nuevo régimen nazi. Contagiado por una megalomanía desmesurada, el dictador ordenó en 1936 que se construyese un gigantesco centro de vacaciones para obreros y sus familias en la isla de Rügen con 10.000 habitaciones, todas ellas con vistas al mar, que recibió el nombre de Prora.
Durante tres años, unos 9.000 obreros lograron levantar ocho bloques de 500 metros cada uno, pero la guerra paralizó la construcción y acabó con el sueño del Führer. En lugar de disfrutar del paraíso vacacional y bañarse en las tranquilas aguas del Báltico, los trabajadores arios recibieron un uniforme para convertirse en carne de cañón del dictador, que soñaba con construir un Reich que debía durar 1.000 años. La guerra convirtió el complejo en una ruina y cuando, tras la derrota nazi, nació la República Democrática Alemana (RDA), los edificios se convirtieron en un gigantesco cuartel de su Ejército.
La demanda es tal que el 70% de las viviendas a la venta, todas ellas con vistas al mar, ya tiene comprador
La histórica reunificación de Alemania en 1990 condenó nuevamente al enorme complejo, de 2,5 kilómetros de longitud, al olvido y las ruinas se convirtieron en una atracción turística en la isla, hasta que un empresario con visión tuvo la idea de convertir dos de los bloques en un paraíso vacacional de lujo. En 2006, Ulrich Busch adquirió los edificios por 500.000 euros e inició los trámites para obtener un permiso con el fin de iniciar los trabajos de renovación.
“Los permisos tardaron seis años en llegar”, admite Busch, quien asesora ahora las obras de Prora Solitaire, una iniciativa empresarial que desea convertir en un oasis para turistas ricos uno de los cinco bloques que sobrevivieron a la guerra fría. No es el único proyecto. Bajo el nombre de Nuevo Prora, una firma inmobiliaria de Berlín comenzó a renovar el Bloque I, que compró en 2012 por 2,75 millones de euros, donde, al igual que la competencia, ofrecerá apartamentos de lujo y un hotel. Los precios en ambos proyectos oscilan entre los 2.000 y los 6.500 euros por metro cuadrado.
“Hay una gran demanda y ya hemos vendido el 70% de las viviendas”, precisa Alexandra Rühle, de la firma inmobiliaria berlinesa. “El pasado nazi no cuenta, y la principal atracción de nuestra oferta es su cercanía al mar. Hay un interés enorme”, destaca, de su lado, Manfred Hartwig, un ejecutivo que promueve el proyecto Prora Solitaire en Berlín. Ambas firmas esperan tener concluidos los trabajos para finales del próximo año.
Los dos proyectos que, en una rara jugada capitalista, convertirán en realidad el sueño que tuvo Hitler, también han levantado una rara controversia entre historiadores que creen que la arquitectura nazi que heredó el país debería ser convertida en centros de documentación y no en lugares de turismo para los nuevos ricos.
Pero las leyes del mercado resultan más poderosas que la conciencia crítica. La economía alemana sigue siendo sólida y el país está viviendo un auge en el mercado inmobiliario gracias a las bajas tasas de interés y generosas desgravaciones fiscales que afectan a los edificios que han sido declarados monumentos nacionales, como es el caso de Prora. “Las condiciones económicas han jugado un rol muy importante para la gente”, indica Busch. “Las cuentas de ahorro ya no pagan intereses y la gente prefiere invertir en viviendas”.
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