El diálogo con EE UU no cierra la herida de Cuba
Organizaciones disidentes y oficialistas se enfrentan en la apertura de la Cumbre
La imagen de Barack Obama y Raúl Castro saludándose y, quizás, hasta conversando en la Cumbre de las Américas, este viernes o el sábado, pretende sellar el mensaje de una nueva era en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Panamá, sin embargo, ha sido escenario, en vísperas de la ansiada foto, de duros enfrentamientos verbales y hasta físicos entre diversos representantes de la sociedad civil cubana —la oficial y la disidencia— que han venido a recordar que, fuera de las más altas esferas del poder, el diálogo sigue siendo una asignatura pendiente en Cuba.
Los gritos de “mercenarios” o “vendepatrias”, entremezclados con proclamas de “Cuba sí; yanquis, no” o vivas entusiastas a Fidel y Raúl Castro, han sido habituales en los “actos de repudio” contra activistas opositores en la isla. Y que, según quedó claro esta semana en Panamá, no son aún cosa del pasado. Algo que puede lastrar las conversaciones tanto a nivel de mandatarios como de toda la sociedad.
A Panamá acudieron unos 20 miembros de la sociedad civil independiente cubana y otros 68 coordinados por el Gobierno cubano. Muchos de ellos no han podido participar porque problemas burocráticos, según la organización de la Cumbre, llevaron a que su acreditación no estuviera lista a tiempo. Pero la decisión del grupo oficial cubano de reventar tanto la inauguración del Foro de la Sociedad Civil, el miércoles, como algunas de las sesiones de este jueves, que se llegaron a suspender por las protestas de los afines a La Habana, no obedece solo a una frustración organizativa.
“No podemos permitir que venga aquí una llamada disidencia que no son más que vendepatrias, cuya profesión es recibir un salario del extranjero”, decía a este diario el poeta cubano Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
El miércoles, varias decenas de miembros de la sociedad civil oficial recibieron a la entrada del Foro, con gritos de “mercenarios” o “terroristas”, a disidentes como Manuel Cuesta Morúa o Guillermo Fariñas. Esa escena no se ha repetido este jueves, aunque hubo enfrentamientos verbales puertas adentro.
No se trataba solo de denunciar la presencia de quienes La Habana acusa de actuar bajo mandato del Gobierno de EE UU para minar el sistema político de la isla, una disidencia a la que niega cualquier representatividad en Cuba. ¿Dialogar con este sector opositor cubano en un foro organizado precisamente para discutir diferentes perspectivas sociales en toda Latinoamérica? Ni hablar, según este grupo oficial, a pesar de que había llegado a Panamá sabiendo que iban a tener que compartir espacio con los disidentes.
“Con respeto a nuestra soberanía, totalmente en condiciones de igualdad, con respeto mutuo, estamos dispuestos a dialogar civilizadamente con el Gobierno de EE UU sobre la base de la no injerencia en nuestros asuntos internos. A lo que no estamos dispuestos es a dialogar con gente sin absolutamente ninguna base de legitimidad, sin ninguna conexión real con la sociedad cubana y que reciben dinero” norteamericano, declaró Abel Prieto, exministro de Cultura, actual asesor de Raúl Castro y también miembro de la sociedad civil oficial cubana.
“Una mala señal”, lamentó Elizardo Sánchez, de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHR). “Cuando hay esta distensión bilateral, esto es un mensaje muy negativo, es un mensaje de crispación, de inmovilismo” que viene de muy arriba, afirmó.
Para Cuesta Morúa, tras la tensión entre los dos grupos que se disputan la representatividad de la sociedad civil cubana se esconde la dificultad de La Habana de gestionar una nueva realidad abierta con el diálogo con Washington.
“Es un momento de inflexión crítica que por primera vez pone al Gobierno cubano y a sus opositores en el mismo plano de legitimidad frente a la comunidad internacional, y el Gobierno cubano no ha gestionado bien eso”. Aun así, para el líder del opositor Arco Progresista, el diálogo interno cubano necesario será “posible a medio plazo”.
Entre tanto, sin embargo, el ya de por sí difícil diálogo gubernamental entre EE UU y Cuba, no se ve facilitado con tensiones como las vistas en Panamá. Hasta el Departamento de Estado, que ha tratado de limar asperezas previas a la cita Obama-Castro, ha condenado este jueves los enfrentamientos y el “acoso a los que participan en el Foro de la Sociedad Civil”. Para Cuesta Morúa, “un buen mensaje de Obama a Castro podría ser ‘bueno, ya hemos hablado nosotros, ahora habla con tu pueblo”.
Sin embargo, Richard Feinberg, exasesor de Bill Clinton, considera que el boicoteo de la disidencia es un acto consciente de La Habana: “Es una clara señal para que no se confunda el diálogo político y comercial con EE UU con una apertura política interna”.
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