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La fragmentación del voto amenaza con forzar un empate en Israel

Los sondeos para la legislativas reflejan el estancamiento del partido de Netanyahu y sus rivales de centroizquierda

Juan Carlos Sanz

Uno tras otro, los sondeos reflejan un empate técnico entre las dos grandes fuerzas en liza en las legislativas que Israel celebrará el próximo día 17. El conservador Likud, del primer ministro Benjamín Netanyahu, y la coalición de centroizquierda Unión Sionista, que lideran el laborista Isaac Herzog y la exministra Tzipi Livni, siguen corriendo cabeza con cabeza en una campaña electoral marcada por la fragmentación del voto y el auge de los pequeños partidos. Junto a la emergencia de fuerzas de nuevo cuño, la alianza de las formaciones árabes israelíes contribuye a añadir incertidumbre sobre las urnas.

“Ni siquiera está claro que se vaya a respetar la tradición de que forme gobierno el partido más votado”, advierte de entrada el analista electoral Gideon Raat en su despacho de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén. “Gobernará el que sume más apoyos a su coalición”. Aunque en teoría el juego de alianzas debería favorecer a Netanyahu —gracias a los votos de los partidos de sus ministros de Economía, Neftalí Bennett, y de Exteriores, Avigdor Lieberman— frente a Herzog y Livni, que sólo tienen garantizado el apoyo del pequeño movimiento de izquierda Meretz, el resto de los aspirantes se cuida mucho de mostrar sus cartas.

El programa de los partidos interesa menos a los ciudadanos que la figura de los candidatos que encabezan las listas. “Sufrimos las consecuencias del modelo personalista que se ha implantado en los últimos 20 años”, puntualiza Raat. En las últimas elecciones, celebradas en 2013, el presentador de televisión Yair Lapid surgió con fuerza de la nada al lograr 19 de los 120 escaños de la Cámara con un mensaje centrista dirigido a las clases medias.

Ahora se espera que sea el Kulanu, un nuevo partido de corte populista escindido del Likud, el que dé la sorpresa en las urnas. Su líder, el exministro Moshe Kahlon, defiende ante todo la libre competencia. Se hizo muy popular al rebajar las tarifas de telefonía móvil después de acabar con el control de las grandes compañías sobre el mercado.

Pese a su tradicional hegemonía compartida, el Likud y el centroizquierda situado en la órbita del laborismo se han estancado en los sondeos en la barrera de los 25 escaños, muy alejados de los 61 que garantizan la mayoría. Su declive —impulsado por un sistema proporcional apenas corregido por la ley electoral y por la circunscripción nacional única— puede acabar forzando un Gobierno de gran coalición en Israel, según se plantean ya muchos analistas israelíes. “Nos encontramos en un escenario parecido al de la IV República en Francia, que fracasó tras la II Guerra Mundial por la ingobernabilidad causada por la atomización de los partidos”, explica el profesor Raat.

El antiguo debate político israelí entre una derecha más preocupada por la seguridad y una izquierda que persigue transformaciones sociales parece haber dejado de acaparar la atención de los electores. A la volatilidad de los partidos personalistas y las continuas escisiones surgidas en las grandes fuerzas se añade la presencia de partidos religiosos judíos en sus dos grandes ramas, sefardí y askenazi, que intentan incorporarse a las coaliciones, gobierne quien gobierne, para defender sus intereses.

El estancado proceso de paz en Oriente Próximo ha estado en gran medida ausente de la campaña. Y aunque las cuestiones estratégicas han sido elevadas a la máxima potencia por Netanyahu con su discurso en contra de un acuerdo nuclear con Irán ante el Congreso de EE UU, no parecen han tenido impacto en los sondeos. Como reconoce el diplomático israelí Yigal Palmor, “la preocupación por lo social prima en estas elecciones y será determinante en los resultados del día 17”.

Han sido precisamente los partidos árabes israelíes (20% de la población y 15% del electorado) los encargados de reabrir el debate público sobre el conflicto palestino dentro del Estado judío. En contra de la tendencia general a la disgregación de los partidos, las fuerzas de la principal minoría israelí se han concentrado por primera vez en una sola candidatura, que incluye a tres partidos árabes y otro mixto árabe-israelí. Si logra romper la tendencia abstencionista de su electorado, la denominada Lista Conjunta podría ser determinante a la hora de bloquear un tercer mandato consecutivo de Netanyahu o de permitir la investidura de una coalición de centroizquierda, como en el caso de Isaac Rabin en 1992.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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