Bibi y la bomba
Sin el apoyo de EE UU Israel tendría que elegir entre paz o sanciones
Vibrante discurso, coinciden los observadores, el pronunciado el martes en el Congreso de EE UU por Benjamín Netanyahu clamando contra Obama por su intención de concluir un acuerdo nuclear con Irán. Por alguna extraña razón, todas las crónicas de prensa, radio y televisión cometieron el mismo error: rotular a Netanyahu como “primer ministro de Israel”. Extraño proceder cuando es evidente que lo último que hizo Bibi fue actuar como primer ministro de un país aliado. Seguramente el equívoco se debe a lo difícil que fue elegir entre las dos alternativas, ambas más realistas. No es difícil imaginar a los directores de informativos de las principales cadenas de televisión debatiendo entre si debían rotular a Netanyahu como congresista republicano por Jerusalén o como candidato del partido Likud a las elecciones generales que se celebrarán en Israel el día 17. Porque eso es todo lo que hizo Netanyahu: utilizar el miedo a Irán para promocionarse como candidato a primer ministro y, de paso, debilitar a Obama ante los republicanos.
Que Netanyahu pueda bramar contra el acuerdo de nuclear con Irán y, a la vez, mantener fuera del debate público y de los tratados internacionales un arsenal nuclear propio que se estima en 60-80 cabezas nucleares y material fisible para construir hasta 200, es un milagro de orden bíblico solo posible en esa zona del mundo. Hay que recordar que EE UU no es un amigo de Israel, sino su principal valedor. Sin el apoyo diplomático de Washington en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Israel hace tiempo que habría tenido que elegir entre firmar una paz justa con los palestinos y retirarse de Cisjordania o exponerse a un régimen de sanciones internacionales similares al que sufrió la Sudáfrica del apartheid. Y sin los más de 3.000 millones de dólares anuales que los contribuyentes estadounidenses (votantes de Obama incluidos) transfieren a Israel como ayuda militar, los israelíes no podrían mantener su ventaja militar ante sus vecinos. Sin el apoyo de EE UU, Israel no sería una isla de desarrollo y democracia en Oriente Próximo, sino un cuartel aislado en un vecindario nada amable.
Los republicanos tendrían que tener algo más de cuidado y un poco más de sentido común. Haciendo creer a Netanyahu que es el dueño de la política exterior de EE UU no hacen ningún favor a Israel ni tampoco se lo hacen a sí mismos. Sea porque Teherán, sintiéndose amenazado, decida romper el acuerdo nuclear e ir a por la bomba o sea porque Israel decida unilateralmente bombardear las instalaciones nucleares iraníes y el nuevo presidente de EE UU no tenga la autoridad para impedírselo, es evidente que si Netanyahu es reelegido y los republicanos ganan las elecciones presidenciales de 2016, las probabilidades de una guerra con Irán aumentarán de forma exponencial. Quizá lo lógico sería que Netanyahu se presentara a las próximas primarias republicanas y optara a la Presidencia; eso lo aclararía todo. Cuando la cola mueve al perro, las cosas andan mal.
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