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Tribuna
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¿De qué color es la crisis?

Como el vestido que unos veían dorado y blanco y otros negro y azul, cabría preguntarse de qué color es la crisis brasileña

Juan Arias

Como el vestido que unos veían dorado y blanco y otros negro y azul, cabría preguntarse de qué color es la crisis que atenaza a Brasil. ¿Tiene los colores del país, de los que la ha revestido la incapacidad de sus gobernantes o está teñida con los tonos prestados de crisis externas?

¿Es roja o azul la crisis económica y ética que se está viviendo? ¿Tiene el color de los gobiernos en la que ha germinado o el de una oposición sumisa y distraída que miraba para otro lado?¿Es de un socialismo teñido de capitalismo o el de un capitalismo disfrazado de socialismo populista?

¿Es de color masculino o femenino la crisis? ¿Tiene nombres y apellidos? ¿Tiene el color de esos lobos que se disfrazan de oveja para sacar mejor provecho del rebaño o también los colores de la manada que solo sabe obedecer?

¿Tiene solo el color de la crisis económica, forjada por la incompetencia, o está contaminada con las sombras de la ausencia de escrúpulos éticos, que desnudan a la sociedad de sus mejores valores morales y les hace ver que todos los colores son iguales porque "todos roban"?

¿Se han manchado los colores vivos de la realidad con los borrones de las mentiras teñidas de propaganda e ilusionismo?

Mientras en los palacios se ironiza sobre los tonos grises de la crisis, hasta los perros callejeros saben que se está tiñendo de negro

¿De qué color son los que siguen creyendo en el país de las maravillas, sin más crisis que la inventada por los adversarios?

Mientras en los palacios se ironiza sobre los tonos oscuros con los que los enemigos de Brasil estarían dibujando la crisis, hasta los perros callejeros saben que se está tiñendo del color de la noche.

¿De qué color ven la situación los ciegos que se niegan a aceptar que este país rico en recursos de todo tipo, autosuficiente, cuyas reservas de agua y energía son la envidia del mundo, puede acabar, con sed y a oscuras, con el agua y la luz racionadas?

Los colores de Brasil, hasta hace poco, brillaban fuera y dentro del país con luz propia. Eran los colores de la confianza en sí mismo, de la esperanza de empezar a contar en el planeta. Tenía el color de un Brasil que ya no era el país del eterno futuro sino el país de un presente que empezaban a disfrutar hasta los más hambrientos, donde todos tenían conciencia de que mañana sería mejor que hoy.

¿Cuántos brasileños ven hoy el país con los tonos del optimismo, de la esperanza de mejora para sus hijos?

¿Quiénes y por qué han ido apagando los colores de un país que tenía y tiene todo para poder crear riqueza, distribuirla mejor y hasta ser, con sus jóvenes, un laboratorio de creatividad e imaginación? ¿De qué color ven al país ese ejército de jóvenes que soñaban hasta ayer con poder un día mostrar con orgullo a sus padres que empezaban a conseguir lo que ellos nunca soñaron?

Los colores de Brasil brillaban fuera y dentro del país con luz propia. Eran los colores de la esperanza de empezar a contar en el planeta

¿Dónde encontrar ese puñado de justos, de políticos y gobernantes simplemente honestos y preparados, que el Dios de la Biblia buscaba para poder salvar de la catástrofe a la corrompida ciudad de Sodoma y Gomorra?

Se dice que cada uno ve las cosas con el color de sus ojos. Sin embargo, todo tiene un color propio, y no todo es del mismo tono, porque no todos son igualmente responsables de que el cielo se haya oscurecido. Cada uno tiene el color de su propia responsabilidad.

La esperanza nunca muere definitivamente y es posible que Brasil pueda pronto reconquistar los colores que le pertenece por justicia a su gente. Es un deseo que he visto latir en el corazón dolorido de tantos brasileños hoy decepcionados y preocupados.

A la vez que vamos sabiendo cada día mejor el color de los responsables de la crisis, lo que aún no sabemos es el de las víctimas que dejará sembradas por el camino.

Los primeros en caer serán seguramente los que tienen los pies más frágiles. Como siempre en la historia.

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