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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esencial para recuperar la confianza

La batalla por Tikrit está siendo considerada por el Gobierno iraquí como la solución política que hace falta para expulsar al Estado Islámico del país

El pasado domingo, el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, declaró el inicio de una nueva ofensiva para liberar Tikrit del autoproclamado Estado Islámico (EI). Obedeciendo su orden, las Fuerzas de Seguridad Iraquíes (FSI) y las poderosas Fuerzas de Movilización Popular, formadas por unos 4.500 combatientes chiíes, avanzaron rápidamente sobre la ciudad desde cinco flancos distintos.

En la lucha contra el EI, la batalla por Tikrit es altamente simbólica. Desde junio de 2014, el EI controla la ciudad, situada a solo 180 kilómetros de Bagdad, y ya se han producido varios intentos fallidos de recuperarla. Según Al Abadi, esta es “la última oportunidad” de los guerreros tribales suníes de la zona para ponerse del lado de las fuerzas progubernamentales y expulsar al EI de Irak. Esta también se ve como una de las últimas oportunidades de Al Abadi para demostrar su capacidad de liderazgo como comandante en jefe.

Tikrit tiene un significado histórico, pues en su aldea de Awja nació el antiguo presidente iraquí Sadam Husein. Durante su mandato, los habitantes de Tikrit gozaron de muchos privilegios, pero eso cambió en 2003, y ahora el grupo suní —que durante mucho tiempo recibió un trato de favor— se siente como una minoría oprimida en un país dirigido por chiíes y respaldado por Irán. Las políticas centralistas del antiguo primer ministro Nuri Al Maliki ahondaron en esa privación de derechos de las tribus suníes de Tikrit, y la cúpula del EI, consciente de esa animadversión, se trasladó a la ciudad, donde fue recibida con los brazos abiertos por algunos representantes de las tribus suníes.

Hace ya tiempo que esa fase de luna de miel tocó a su fin, y la incapacidad del grupo para ofrecer servicios básicos como electricidad y agua no presagia nada bueno para los habitantes de la ciudad, que ahora buscan alternativas.

Recuperar Tikrit es un paso importante en el afán del Gobierno iraquí por reclamar su soberanía. Al estar tan cerca de Bagdad, su ocupación por parte de los milicianos del EI y por combatientes suníes iraquíes, como la Orden de Naqshbandia, compuesta por antiguos baazistas, amenaza la seguridad de Irak y simboliza la debilidad institucional de Bagdad.

Arrebatar Tikrit al EI también es un paso simbólico en la campaña, mucho más importante, de recuperar la confianza de los suníes iraquíes: se trata de la solución política que hace falta para expulsar al EI del país. Las tribus suníes de todo Irak observan atentamente el comportamiento de las milicias chiíes, a las que desprecian. Muchos de los combatientes chiíes, traumatizados por la masacre de Camp Speicher perpetrada por el EI —donde unos 1.500 cadetes del aire chiíes de las FSI fueron ejecutados— podrían buscar venganza. No obstante, un gesto importante para reconstruir la confianza sería que las FSI y las milicias chiíes expulsaran al EI de Tikrit y devolviesen la autonomía a los grupos locales sin atacar a los suníes iraquíes en acciones de venganza al margen de la ley. El perdón de Al Abadi a los colaboradores del EI es otro paso importante.

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Al final, si la ofensiva sobre Tikrit concluye con éxito y se recupera la confianza, la esperada y primordial batalla por Mosul resultará más sencilla, y se librará más pronto que tarde.

Renad Mansour es investigador del Centro Carnegie para Oriente Próximo en Beirut.

Traducción de News Clips.

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