El legado de La Tuta
Michoacán se recupera con lentitud de una década del reinado de la violencia y terror desatada por Los Caballeros Templarios
Lo dijo hace menos de un mes. Servando Gómez La Tuta, el capo detenido este viernes en Morelia, Michoacán, a unos 300 kilómetros de la capital mexicana, afirma en un audio difundido el 2 de febrero: “Le dimos en la madre a Michoacán en los últimos diez años”. Por nosotros se refiere a Los Caballeros Templarios, la organización criminal a la que pertenecía, y que deja un legado de asesinatos, extorsiones y secuestros que aterrorizó a la región.
Las extorsiones, los robos, las violaciones, las torturas, los asesinatos provocados por la delincuencia organizada —“que de organizada no tiene nada”, como reconocía La Tuta en una de sus grabaciones— han dejado profundas cicatrices en Michoacán. La industria turística del estado, poseedor de espectaculares paisajes y bellísimas ciudades, ha sufrido los golpes causados por la violencia de Los Templarios. La economía de la región de Tierra Caliente, la más afectada por la violencia, ha quedado diezmada. El Gobierno del estado tiene una deuda estratosférica (que aumentó un 140% entre 2010 y 2012) que ha provocado incluso retrasos en el pago de sus trabajadores. El plan de recuperación anunciado por el presidente Enrique Peña Nieto avanza, pero con lentitud: 37 de las obras están paralizadas por falta de pago desde noviembre.
Las autoridades, aun así, han conseguido avances. Los golpes asestados a la minería ilegal, el bastión principal de La Tuta y uno de los principales pulmones económicos de Los Caballeros Templarios, ha sido una de los principales logros de la intervención gubernamental en el estado. La agricultura, diezmada por las extorsiones del grupo (el aguacate y el limón, dos de los principales frutos de la región, alcanzaron precios altísimos durante las etapas más violentas), ha vuelto a recuperarse. Las exportaciones crecieron cerca de un 30%. Michoacán elegirá gobernador el próximo 7 de junio junto con otros ocho estados mexicanos. La región recobra poco a poco la estabilidad perdida en estos años.
El grupo criminal al que pertenecía La Tuta irrumpió en 2005 bajo el nombre de La Familia con el objetivo inicial de expulsar de la región a Los Zetas y obtener el dominio de Michoacán. La madrugada del siete de septiembre de 2006, arrojaron cinco cabezas en un bar de mala muerte en Uruapan con una leyenda: “La Familia no mata por paga, no mata mujeres, no mata inocentes, solo muere quien debe de morir, sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”.
Pero la guerra de Michoacán, que arreció cuando Felipe Calderón eligió el estado, su tierra natal, como el primer destino para el envío de tropas cuando inició su ofensiva contra el narcotráfico, pronto se cobró la vida de niños, jóvenes, mujeres y ancianos. La extorsión se convirtió en una práctica común en todo el estado. La Familia Michoacana, encabezada entonces por Nazario Moreno El Chayo (su principal líder e ideólogo) y José de Jesús Méndez El Chango, acumuló tal poder que se hizo del control casi absoluto de alcaldías, obras, tala clandestina, minería ilegal, piratería y cobro de derecho de piso a actividades comerciales. La Tuta tenía una función específica: encargarse de Lázaro Cárdenas, el principal puerto de cargas de México, y situado al lado de los ricos yacimientos de hierro de Michoacán, los más abundantes del país. En 2009 llamó a un programa de televisión local para pedir al presidente Calderón que “le escuchara”. La primera de numerosas apariciones mediáticas en las que el capo opinaba de temas de la agenda local e internacional sin empacho alguno.
El procurador de Michoacán, José Martín Godoy, dijo el viernes que “la gente protegía a La Tuta” y que eso había dificultado su captura. El grupo fundado por El Chayo y El Chango entregaba comida, medicamentos, financiaba estudios y llegó a reemplazar en algunos niveles las funciones del Estado en las poblaciones donde era más fuerte. Pero a quienes osaban ponérseles enfrente les esperaban amenazas, espantosas torturas y la desaparición o el asesinato. La Familia Michoacana y su mutación, Los Caballeros Templarios, son responsables de la ruina de comerciantes que se negaron a pagar extorsión, de la violación de niñas y jovencitas, de la muerte de familias enteras. Llegaron al extremo de grabar sus espantosos métodos de tortura para enviarlos como advertencia de lo que podría ocurrir a sus rivales. A su fundador, El Chayo, se le acusa de horripilantes crímenes. El capo fue dado por muerto en una operación ejecutada en Apatzingán en 2010 por el Gobierno de Felipe Calderón. La supuesta muerte fue aprovechada por el grupo para cambiar de nombre y fortaleció su imagen de “inmortal” entre sus fieles. Las autoridades mexicanas consiguieron matarlo, ahora sí, en 2014. Nadie ha dado explicación alguna ni ha asumido la responsabilidad por el gravísimo error cometido en 2010.
La aparición de los grupos de autodefensa, civiles armados en contra de Los Caballeros Templarios, el 24 de febrero de 2013, provocó una tensión tal que obligó al Ejecutivo de Enrique Peña Nieto a emprender un plan para devolver la estabilidad al estado, al borde del conflicto civil. La filtración de varios de los vídeos de las reuniones que La Tuta mantuvo con varias autoridades michoacanas dejó al desnudo el grado de poder que habían acumulado el grupo criminal a lo largo de estos años. Las imágenes mostraban al capo con alcaldes, funcionarios, empresarios. En uno toma una cerveza con Rodrigo Vallejo, hijo del gobernador elegido en 2010, Fausto Vallejo Figueroa, que debió dejar el cargo una vez desatado el escándalo. Otro causó la detención del exgobernador interino, Jesús Reyna, que ya había sido señalado como uno de los políticos más cercanos al grupo criminal por José Manuel Mireles, uno de los principales líderes autodefensas, actualmente encarcelado por presunta posesión ilegal de armas.
Sobre esa videoteca, Servando Gómez detalló en una grabación difundida el 19 de noviembre que existían al menos 200 grabaciones. Dijo que en ellas aparecen senadores, diputados, alcaldes y empresarios pero aclaró que “no tienen la culpa de nada” porque “venían forzosamente a huevo o tratando de encontrar auxilio”.
En la última grabación que difundió, el 2 de febrero pasado, La Tuta se despide: “Primeramente Dios es el último audio que saco […] y no por miedo ni porque me vayan a agarrar o porque me vayan a matar, [sino] porque yo tengo que tomar mis medidas, tengo que hacerme a un ladito y cuidarme. Dios los bendiga a todos”.
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