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La OTAN refuerza su despliegue en los países bálticos ante el desafío ruso

Los cazas europeos interceptaron 144 aviones de Rusia en 2014

Lucía Abellán
El destacamento español Ambar, a su llegada a la base aérea de Ämari (Estonia).
El destacamento español Ambar, a su llegada a la base aérea de Ämari (Estonia).ministerio de defensa

El cielo báltico se ha poblado de aviones de guerra. Hasta 16 cazas de la OTAN surcan desde hace meses el espacio aéreo de esta región europea, minúscula en tamaño —poco más de un tercio de la superficie española— pero con un vecino muy particular: Rusia. La cercanía de territorios como San Petersburgo o Kaliningrado y el nada despreciable porcentaje de población de habla rusa repartida por Estonia, Letonia y, en menor medida, Lituania, convierten esta área en la más inerme al desafío lanzado por el Kremlin desde que arrancó la guerra soterrada con Ucrania. La vigilancia reforzada de los aliados se mantendrá intacta al menos mientras dure la confrontación con Moscú.

La diversidad geográfica de la OTAN crea extraños compañeros de viaje en esta misión de proteger el Báltico. Una unidad de 115 soldados españoles se encarga, desde este mes y hasta final de abril, de vigilar Estonia, antigua república soviética con 1,3 millones de habitantes. Los militares aterrizaron en la base de Ämari —a 46 kilómetros de la capital, Tallin— con cuatro Eurofighters destinados a ahuyentar a los aviones de guerra rusos que se aproximan al espacio báltico.

“Normalmente vienen de San Petersburgo y se dirigen a Kaliningrado [región rusa enclavada en la UE]. En muchos casos resulta peligroso porque no informan de su plan de vuelo ni llevan encendidos los dispositivos que permiten detectarlos. Nosotros nunca provocamos, simplemente vamos a su encuentro, los identificamos y los escoltamos de vuelta a su territorio”, explica el teniente coronel Enrique Fernández Ambel en la base de Ämari, en un viaje organizado por la OTAN esta semana.

Los militares estonios, letones y lituanos están acostumbrados a recibir fuerzas extranjeras desde que se integraron en la organización, en 2004. Para evitar que tres Estados tan modestos realizaran costosas inversiones en cazas, los países de la Alianza asumieron, de manera rotatoria, la vigilancia de ese espacio aéreo ante la posibilidad remota de sufrir un incidente con sus vecinos. Pero hoy la sensación de riesgo se ha disparado y por eso los aliados han cuadruplicado el número de aviones desplegados en el mar Báltico desde la anexión rusa de Crimea, en marzo del año pasado.

La Alianza ha registrado un importante aumento de este tipo de exhibiciones aéreas rusas muy cerca del espacio europeo. “El año pasado se produjeron 144 incidentes, de los que ocho fueron violaciones del espacio europeo. En 2005, los incidentes sumaban 31. Los aviones rusos van armados; los nuestros no porque es una misión de paz”, explica el jefe de personal de las fuerzas aéreas estonias, el teniente coronel Riivo Valge. Fuentes aliadas describen como agresivo el comportamiento de los aviones rusos que, casi siempre sin infringir las normas, envían una señal de potencia militar a sus vecinos europeos.

Una simulación de estas conductas realizada en la base de Ämari muestra que el tiempo máximo de reacción desde que detectan a un avión ruso en escena no llega a 30 minutos. Al sonar la alarma en el hangar, el piloto se apresura hasta reunir lo necesario para subir al Eurofighter e interceptar al caza ruso en 15 minutos. Todo un reto para unos militares procedentes de la base de Morón de la Frontera (Sevilla) y poco curtidos en trabajar con temperaturas de -15 grados.

Además de utilizar la protección que brinda la OTAN, las repúblicas bálticas han despertado abruptamente de la ilusión de paz perpetua que las inundó tras independizarse de la URSS, en 1991. “Asistimos a un fuerte deterioro de la seguridad y eso ha llevado al Gobierno a aplicar sus propias medidas, como elevar el presupuesto militar al 2% del PIB o desarrollar nuevos sistemas de defensa y de ciberdefensa”, detalla en Riga Janis Sarts, secretario de Estado de Defensa de Letonia.

La presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, ya instó hace unos meses a duplicar el presupuesto militar de su país y el teniente coronel estonio asegura que sus fuerzas armadas crecen rápidamente. “No esperábamos lo que ha ocurrido, pero después de 2008 [con la guerra entre Rusia y Georgia] estamos mejor preparados mentalmente para algo así”, asegura Valge sobre la escalada de tensión.

Los sobrevuelos cerca del espacio aliado ya han causado algún problema a aviones civiles, que han tenido que corregir apresuradamente la ruta para no colisionar con aparatos rusos. “Son parte de las maniobras militares habituales, pero ha habido un aumento de los vuelos y del riesgo. En esas situaciones se pueden cometer errores y eso puede colocar a los dos territorios en una situación de profecía autocumplida, con una escalada de la tensión”, advierte Borja Lasheras, experto de la casa de análisis European Council on Foreign Relations.

Temor a una quinta columna

Más que su cercanía geográfica, el principal riesgo de influencia rusa en las repúblicas bálticas es cultural. Alrededor de un 34% de la población letona, un 30% de la estonia y casi un 8% de la lituana hablan ruso, una característica que los coloca en el ámbito que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, considera propio: la defensa de los intereses de los rusos, estén donde estén.

Aunque algunos tienen pasaporte de los países bálticos, una buena parte de esa población está discriminada, sin nacionalidad, posibilidad de voto ni acceso a determinadas profesiones sensibles como la judicatura, la policía o la diplomacia. Esas desventajas los colocan en una posición muy vulnerable ante la eficaz propaganda rusa que transmiten las televisiones de ese país, que pueden verse en los Estados bálticos. “Es verdad que es un riesgo para nosotros, aunque a veces se exagera. Para intentar contrarrestarlo, la OTAN ha abierto un centro de comunicación estratégica en Riga”, explica el secretario de Estado de Defensa de Letonia, Janis Sarts. Sobre el nivel de adoctrinamiento ruso, Sarts concluye: “Yo viví el periodo soviético y en los años ochenta no era tan intenso como es ahora”.

Precisamente en Letonia, el partido prorruso Armonía ganó las elecciones parlamentarias celebradas en octubre del año pasado, aunque no pudo formar Gobierno por la oposición del resto. “En esos países conviven los dos discursos: el que aboga por aislarlos porque pueden convertirse en una quinta columna favorable a Rusia o el que pide llegar a acuerdos e integrarlos. Yo creo que es mucho mejor intentar una plena integración de las minorías”, recomienda Borja Lasheras, del European Council on Foreign Relations.

Aunque en general los tres países guardan más temor que simpatías al antiguo dominador ruso, la presencia de elementos rusos en la cotidianidad de estas repúblicas es muy superior a la que se percibe, por ejemplo, en Polonia, mucho más hostil hacia Moscú.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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