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A la caza del ‘pastel’ cubano

La normalización de relaciones abre negocios para los empresarios de EE UU

Silvia Ayuso
Protesta en Miami este sábado.
Protesta en Miami este sábado. AP

Desde que el presidente Barack Obama anunció el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, los teléfonos no dejan de sonar en Havana Consulting Group, una consultoría de Miami especializada en asesoramiento sobre la “evolución del mercado cubano”.

“Tengo varias solicitudes ya, y en los próximos días sé que va a llamar a la puerta mucha gente”, celebra su presidente, Emilio Morales. Los interesados son “grandes compañías”, asegura sin revelar detalles. Morales es consciente de que los cambios previstos en La Habana son todavía limitados, que aún queda por ver la letra pequeña de la nueva política y que además deberá superar eventuales trabas en el Congreso. Más allá de lo que pueda decir Cuba.

Aun así, a este experto cubano, que trabajó durante años como consultor para las principales empresas —estatales y mixtas— de la isla, no le cabe duda: el momento para que las empresas estadounidenses empiecen a moverse hacia el mercado cubano es ahora, para estar presentes cuando se abra la puerta del todo. Y eso sucederá, afirma.

Con el anuncio de Obama “comienza el desmontaje del embargo”, asevera. Quizás no se disuelva del todo en los dos años que le quedan al demócrata en la Casa Blanca, pero se ha iniciado ya un camino “irreversible” en el que las empresas estadounidenses no se pueden quedar atrás, insiste.

Morales está seguro del potencial de negocios en Cuba, pese al empobrecimiento de una isla que durante décadas salió a flote por los subsidios de la URSS primero y de Venezuela después.

A pesar del embargo, en la última década EE UU ha exportado a Cuba alimentos y otros pocos bienes autorizados por más de 4.000 millones de dólares (3.270 millones de euros), según el Censo de EE UU. A ello se une el enorme potencial de una isla en la que casi todo está por hacer o reconstruir, y que importa más del 80% de lo que consume. “EE UU es el mercado más natural, más cercano y más poderoso, y donde viven dos millones de cubanos”, recuerda Morales.

“Pastel” es por ello un término que se repite a lo largo de la conversación con el consultor. Hacerse con una parte del pastel del potencial turismo, con el pastel de las telecomunicaciones…

Y no es el único optimista. “Mejorar las relaciones comerciales ampliará el acceso a un mercado de 11 millones de consumidores de la agricultura estadounidense”, celebraba esta semana Bob Stallman, presidente de la Federación de Granjeros de EE UU.

“Un diálogo abierto y un intercambio comercial entre el sector privado de Cuba y EE UU reportarán beneficios compartidos” dijo también la Cámara de Comercio, cuyo presidente, Thomas Donohue, viajó en mayo a Cuba para ver las reformas de Raúl Castro.

Tan solo con que el turismo —primer negocio inmediato que se avizora— se dispare a raíz de la normalización de las relaciones bilaterales, todas las necesidades de bienes, productos y servicios en Cuba se podrían multiplicar.

En 50 años no ha habido un turismo abierto en Cuba, no hay empresas norteamericanas. Es el mercado ideal para crecer porque EE UU lo tiene cerca”, recuerda Morales, quien predice un millón de visitantes por año de EE UU a Cuba en un futuro no lejano. Santiago Castro, dos décadas gestionando viajes a Cuba desde Miami en su agencia, Mambí International, es más cauto, pero también se frota las manos.

Desde que Obama decretó la primera flexibilización en los viajes a Cuba en 2009, el incremento de viajeros ha sido constante, hasta llegar a unos 400.000 al año. En su mayoría, son cubano-americanos, pero una cuarta parte son estadounidenses sin vínculos familiares con la isla. Castro calcula que, con los cambios, el número de estadounidenses que usará algún tipo de licencia oficial en las 12 categorías establecidas para hacer un turismo “maquillado” subirá el 35 o hasta 40%.

También los teléfonos de su oficina en Miami suenan sin pausa.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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