Felipe VI rinde homenaje a la emigración en Veracruz
La ciudad, que acoge la Cumbre Iberoamericana, fue durante largo tiempo la primera tierra en la que desembarcaban los españoles
A orillas de un mar cálido y tropical, en Veracruz, la ciudad blanca que durante siglos fue puerto de entrada de los sueños de miles de españoles, Felipe VI ha rendido homenaje a quienes cruzaron el océano en busca de un futuro mejor, y del país, México, que los acogió. “Los emigrantes españoles siempre se han caracterizado por el amor a sus raíces, por su honestidad y solidaridad, por su espíritu emprendedor y de trabajo. También por su capacidad de integración respetuosa y constructiva en los países de acogida”, afirmó el Rey en el Círculo Español Mercantil de Veracruz.
En el primer acto oficial de su viaje a México, con motivo de la XXIV Cumbre Iberoamericana, el Rey de España escogió como centro de sus palabras una figura, la del emigrante, a la que la crisis que ha sacudido a España ha dado nuevo vida. “Esa dimensión universal del emigrante, de los hombres y mujeres que se separan valerosamente de sus raíces y seres queridos en busca de nuevas oportunidades, merece todo el respeto, admiración y aprecio”, dijo.
La elección de Veracruz para lanzar este mensaje no es casual. La ciudad fue durante largo tiempo la primera tierra en la que desembarcaban los españoles. La mayoría como emigrantes, pero también, en los años negros de la represión franquista, como exiliados. Un éxodo que en México dejó una profunda huella. Ese fue el caso del Sinaia, el legendario buque de vapor que, en una operación amparada por el general Lázaro Cárdenas, llevó hace 75 años al puerto veracruzano a lo más granado de la intelectualidad republicana. Poso de este flujo histórico, fue la presencia en la ciudad de una fuerte colonia española, aglutinada en torno al Círculo Español Mercantil de Veracruz, fundado en 1864. “La voluntad de compartir y de remediar el infortunio del compatriota en situación de necesidad habla por sí sola de la excepcional calidad humana y patriótica de sus fundadores”, afirmó Felipe VI al otorgar a esta institución y a la Sociedad de Beneficencia Española de Veracruz, la medalla de honor de la Emigración Española en su categoría de oro.
El acto se celebró en el salón de los espejos de la decimonónica institución ante la presencia de una nutrida y selecta representación de la sociedad veracruzana, pero también de la perpleja historia de México y España. Seis grandes espejos, de marco dorado y barroco, reflejaban en la sala la luz antigua de las lámparas de araña. Habían sido construidos a petición del malogrado emperador Maximiliano I (1832- 1867) y, tras su fusilamiento, habían acabado vendidos al Círculo. Un retrato de Isabel II, atribuido a Federico Madrazo, presidía el salón. En uno de sus costados era perceptible un costurón, recuerdo del remoto ataque de un antimonárquico.
En esa sala, anclada en el tiempo, Felipe VI cerró su discurso con una referencia al pensador mexicano José Vasconcelos y a su sueño de un universo “iberoamericano formado por una comunidad abierta, unida y enriquecida por la diversidad étnica y cultural”.
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